Economía, terrorismo y fe desde el Papa Francisco
Nos adentramos en la Cuaresma y, en este tiempo, la Palabra de Dios con el Evangelio, como nos muestra el Papa Francisco, nos da las claves del sentido y vivencia de la fe. El Papa Francisco nos enseña, en su mensaje de cuaresma para este año, que “el apóstol Pablo dice que «la codicia es la raíz de todos los males» (1 Tm 6,10). Esta es la causa principal de la corrupción y fuente de envidias, pleitos y recelos. El dinero puede llegar a dominarnos hasta convertirse en un ídolo tiránico (cf. EG 55). En lugar de ser un instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz… El Evangelio condena con tanta claridad el amor al dinero: «Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero» (Mt 6,24)”.
Efectivamente, como nos muestra la tradición y enseñanza de la iglesia, el Papa Francisco nos transmite que allí donde se impone la ambición, codicia e idolatría de la riqueza-ser rico, que genera la desigualdad e injusticia social-global, se impide la paz y fraternidad solidaria. Se causa la violencia y el terror (cf. EG 59).Tal como sucede hoy en día en nuestro mundo, dominado por un sistema e ideología que, como no se cansa de criticar y denunciar el Papa Francisco, es gobernado por “el dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor y cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso, pero ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero». Ese sistema es terrorista.
Hace casi cien años, Pío XI preveía el crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo internacional del dinero». (QA 109). ¡Estoy hablando del año 1931! El aula en la que estamos ahora se llama “Paolo VI”, y fue Pablo VI quien denunció hace casi cincuenta años la «nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (OA 44). Son palabras duras pero justas de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron, hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad” (Discurso del Papa Francisco a los Movimientos populares, 5-Sept-2016).
Y es que, en esta línea, “hoy lamentablemente estamos ante una terrible guerra mundial por partes….A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas “(Papa Francisco, Mensajes para la Jornada Mundial de la Paz). De esta forma el Papa Francisco, con los anteriores Papas y la Doctrina Social de la Iglesia que nos transmite el Evangelio, deja claro el terror, violencia e injusticia que impone el sistema económico, comercial y financiero que domina. En este mismo sentido, ya enseña S. Juan Pablo II que “la guerra de los poderosos contra los débiles ha abierto profundas divisiones entre ricos y pobres. ¡Los pobres son legión! En el seno de un sistema económico injusto, con disonancias estructurales muy fuertes, la situación de los marginados se agrava de día en día” (PG 67). Como nos sigue transmitiendo el Papa Francisco, esa ideología y sistema económico actual, como es el capitalismo “tiene en la búsqueda de beneficios su única finalidad..., es una estructura idólatra, una forma de culto. Pero – y esto nunca se repetirá lo suficiente – el capitalismo sigue produciendo los descartes que luego quisiera curar” (Audiencia del Papa Francisco a los participantes del Encuentro de Economía y Comunión).
Por ello, en esta realidad social e histórica, el Evangelio de Jesús en la fe con el mensaje de cuaresma tiene tanta actualidad y vida. Con una conversión a Jesucristo al servicio del Reino de Dios y fraternidad solidaria, un ayuno y limosna en la comunión de vida, de bienes y de justicia liberadora con los pobres de la tierra. El camino de cuaresma es, pues, esta conversión a Jesucristo y su Reino liberador de las tentaciones e ídolos del poder, de la codicia y de la riqueza-ser rico (cf. Mt 4,1-11), del mercado, competitividad y del capital como idolatrías que sacrifican y dan muerte a los pueblos, a los pobres y al planeta. Es itinerario de la fe, el amor y justicia hacia la esperanza de la Pascua. Con Cristo Crucificado-Resucitado que nos trae la vida y salvación liberadora de estos falsos dioses del poder, del poseer y del tener que, como nos muestra la iglesia con Juan Pablo II (SRS) o Francisco (EG), se ponen por encima del ser solidario. La cuaresma es marcha hacia la vida de fraternidad, caridad y solidaridad en este compartir la existencia, los bienes y las luchas por la paz, el bien comúny la justicia con los pobres de la tierra.
Es el dinamismo de la caridad política en la promoción de la justicia que, como nos enseñan los Papas, va a las causas de la desigualdad e injusticias del hambre, de la pobreza y de la exclusión social. Tales como la inequidad en el reparto de los bienes, el trabajo basura e indecente, un sistema comercial injusto y una economía financiera-especulativa. Lo que, falsificando la libertad como es la de mercado y la propia de la persona, impone un individualismo posesivo e insolidario y relativismo que deja a la economía, a la política y a la cultura sin reglas ni control ético, social y público. Rechazando estos valores de fraternidad solidaria, justicia y bien común que deforman a las personas y su libertad, que relativizan y niegan la vida y dignidad de la personas. Sobre las que se antepone la dictadura e idolatría del mercado y del capital, del crecimiento económico y competividad.
De esta forma, con el Papa Francisco, “tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata… La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano…La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.” (EG 53-55, 2002).
Por todo ello, la cuaresma es un tiempo privilegiado para el compromiso del amor solidario, de la paz y de la justicia con los pobres de la tierra que libera y desenmascara al pecado e ídolos del poder, de la riqueza-ser rico y del capital. Ya que, como falso dios, impide la verdad con la injusticia (Rm 1, 18), miente y encubre su inequidad e idolatría culpando a los pobres de su pobreza, de la violencia y del terrorismo. Cuando la verdad es, que como hemos visto y nos enseña el Papa Francisco, “la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos.
Algunos simplemente se regodeanculpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones— cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes” (EG 60). Esta ideología y sistema económico del capitalismo “acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres. Pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión” (Discurso del Papa Francisco a los Movimientos populares en EE.UU, 2017).
Efectivamente, como nos muestra la tradición y enseñanza de la iglesia, el Papa Francisco nos transmite que allí donde se impone la ambición, codicia e idolatría de la riqueza-ser rico, que genera la desigualdad e injusticia social-global, se impide la paz y fraternidad solidaria. Se causa la violencia y el terror (cf. EG 59).Tal como sucede hoy en día en nuestro mundo, dominado por un sistema e ideología que, como no se cansa de criticar y denunciar el Papa Francisco, es gobernado por “el dinero ¿Cómo gobierna? Con el látigo del miedo, de la inequidad, de la violencia económica, social, cultural y militar que engendra más y más violencia en una espiral descendente que parece no acabar jamás. ¡Cuánto dolor y cuánto miedo! Hay -lo dije hace poco-, hay un terrorismo de base que emana del control global del dinero sobre la tierra y atenta contra la humanidad entera. De ese terrorismo básico se alimentan los terrorismos derivados como el narcoterrorismo, el terrorismo de estado y lo que erróneamente algunos llaman terrorismo étnico o religioso, pero ningún pueblo, ninguna religión es terrorista. Es cierto, hay pequeños grupos fundamentalistas en todos lados. Pero el terrorismo empieza cuando «has desechado la maravilla de la creación, el hombre y la mujer, y has puesto allí el dinero». Ese sistema es terrorista.
Hace casi cien años, Pío XI preveía el crecimiento de una dictadura económica mundial que él llamó «imperialismo internacional del dinero». (QA 109). ¡Estoy hablando del año 1931! El aula en la que estamos ahora se llama “Paolo VI”, y fue Pablo VI quien denunció hace casi cincuenta años la «nueva forma abusiva de dictadura económica en el campo social, cultural e incluso político» (OA 44). Son palabras duras pero justas de mis antecesores que avizoraron el futuro. La Iglesia y los profetas dijeron, hace milenios, lo que tanto escandaliza que repita el Papa en este tiempo cuando todo aquello alcanza expresiones inéditas. Toda la doctrina social de la Iglesia y el magisterio de mis antecesores se rebelan contra el ídolo-dinero que reina en lugar de servir, tiraniza y aterroriza a la humanidad” (Discurso del Papa Francisco a los Movimientos populares, 5-Sept-2016).
Y es que, en esta línea, “hoy lamentablemente estamos ante una terrible guerra mundial por partes….A las guerras hechas de enfrentamientos armados se suman otras guerras menos visibles, pero no menos crueles, que se combaten en el campo económico y financiero con medios igualmente destructivos de vidas, de familias, de empresas “(Papa Francisco, Mensajes para la Jornada Mundial de la Paz). De esta forma el Papa Francisco, con los anteriores Papas y la Doctrina Social de la Iglesia que nos transmite el Evangelio, deja claro el terror, violencia e injusticia que impone el sistema económico, comercial y financiero que domina. En este mismo sentido, ya enseña S. Juan Pablo II que “la guerra de los poderosos contra los débiles ha abierto profundas divisiones entre ricos y pobres. ¡Los pobres son legión! En el seno de un sistema económico injusto, con disonancias estructurales muy fuertes, la situación de los marginados se agrava de día en día” (PG 67). Como nos sigue transmitiendo el Papa Francisco, esa ideología y sistema económico actual, como es el capitalismo “tiene en la búsqueda de beneficios su única finalidad..., es una estructura idólatra, una forma de culto. Pero – y esto nunca se repetirá lo suficiente – el capitalismo sigue produciendo los descartes que luego quisiera curar” (Audiencia del Papa Francisco a los participantes del Encuentro de Economía y Comunión).
Por ello, en esta realidad social e histórica, el Evangelio de Jesús en la fe con el mensaje de cuaresma tiene tanta actualidad y vida. Con una conversión a Jesucristo al servicio del Reino de Dios y fraternidad solidaria, un ayuno y limosna en la comunión de vida, de bienes y de justicia liberadora con los pobres de la tierra. El camino de cuaresma es, pues, esta conversión a Jesucristo y su Reino liberador de las tentaciones e ídolos del poder, de la codicia y de la riqueza-ser rico (cf. Mt 4,1-11), del mercado, competitividad y del capital como idolatrías que sacrifican y dan muerte a los pueblos, a los pobres y al planeta. Es itinerario de la fe, el amor y justicia hacia la esperanza de la Pascua. Con Cristo Crucificado-Resucitado que nos trae la vida y salvación liberadora de estos falsos dioses del poder, del poseer y del tener que, como nos muestra la iglesia con Juan Pablo II (SRS) o Francisco (EG), se ponen por encima del ser solidario. La cuaresma es marcha hacia la vida de fraternidad, caridad y solidaridad en este compartir la existencia, los bienes y las luchas por la paz, el bien comúny la justicia con los pobres de la tierra.
Es el dinamismo de la caridad política en la promoción de la justicia que, como nos enseñan los Papas, va a las causas de la desigualdad e injusticias del hambre, de la pobreza y de la exclusión social. Tales como la inequidad en el reparto de los bienes, el trabajo basura e indecente, un sistema comercial injusto y una economía financiera-especulativa. Lo que, falsificando la libertad como es la de mercado y la propia de la persona, impone un individualismo posesivo e insolidario y relativismo que deja a la economía, a la política y a la cultura sin reglas ni control ético, social y público. Rechazando estos valores de fraternidad solidaria, justicia y bien común que deforman a las personas y su libertad, que relativizan y niegan la vida y dignidad de la personas. Sobre las que se antepone la dictadura e idolatría del mercado y del capital, del crecimiento económico y competividad.
De esta forma, con el Papa Francisco, “tenemos que decir «no a una economía de la exclusión y la inequidad». Esa economía mata… La crisis financiera que atravesamos nos hace olvidar que en su origen hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano! Hemos creado nuevos ídolos. La adoración del antiguo becerro de oro (cf. Ex 32,1-35) ha encontrado una versión nueva y despiadada en el fetichismo del dinero y en la dictadura de la economía sin un rostro y sin un objetivo verdaderamente humano…La necesidad de resolver las causas estructurales de la pobreza no puede esperar, no sólo por una exigencia pragmática de obtener resultados y de ordenar la sociedad, sino para sanarla de una enfermedad que la vuelve frágil e indigna y que sólo podrá llevarla a nuevas crisis. Los planes asistenciales, que atienden ciertas urgencias, sólo deberían pensarse como respuestas pasajeras. Mientras no se resuelvan radicalmente los problemas de los pobres, renunciando a la autonomía absoluta de los mercados y de la especulación financiera y atacando las causas estructurales de la inequidad, no se resolverán los problemas del mundo y en definitiva ningún problema. La inequidad es raíz de los males sociales.” (EG 53-55, 2002).
Por todo ello, la cuaresma es un tiempo privilegiado para el compromiso del amor solidario, de la paz y de la justicia con los pobres de la tierra que libera y desenmascara al pecado e ídolos del poder, de la riqueza-ser rico y del capital. Ya que, como falso dios, impide la verdad con la injusticia (Rm 1, 18), miente y encubre su inequidad e idolatría culpando a los pobres de su pobreza, de la violencia y del terrorismo. Cuando la verdad es, que como hemos visto y nos enseña el Papa Francisco, “la inequidad genera tarde o temprano una violencia que las carreras armamentistas no resuelven ni resolverán jamás. Sólo sirven para pretender engañar a los que reclaman mayor seguridad, como si hoy no supiéramos que las armas y la represión violenta, más que aportar soluciones, crean nuevos y peores conflictos.
Algunos simplemente se regodeanculpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones, y pretenden encontrar la solución en una «educación» que los tranquilice y los convierta en seres domesticados e inofensivos. Esto se vuelve todavía más irritante si los excluidos ven crecer ese cáncer social que es la corrupción profundamente arraigada en muchos países —en sus gobiernos, empresarios e instituciones— cualquiera que sea la ideología política de los gobernantes” (EG 60). Esta ideología y sistema económico del capitalismo “acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres. Pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión” (Discurso del Papa Francisco a los Movimientos populares en EE.UU, 2017).