Globalización, exclusión y teología iberoamericana
Se ha llevado a cabo el Primer Encuentro Iberoamericano de Teología, “el presente y el futuro de una teología iberoamericana inculturada en tiempos de globalización, interculturalidad y exclusión”. Organizado para analizar, como estos temas de actualidad, se ven dentro del Magisterio del Papa Francisco y que tuvo lugar en el Boston Collegue de Estados Unidos, Universidad de los Jesuitas. En dicho encuentro, participaron autores y teólogos de reconocida relevancia como el dominico Fr. Gustavo Gutiérrez, considerado como el padre de esta teología liberadora. Los argentinos Carlos María Galli y Juan Carlos Scannone, jesuita que fuera formador del Papa, o Rafael Luciani, teólogo venezolano y organizador del evento, todos ellos conocedores en profundidad del pensamiento del Papa Francisco. A partir de las cuestiones tratadas en este importante evento, a la luz de la realidad actual, social e histórica, trataremos de exponer una serie de claves y apuntes para la fe, la teología y la historia en que nos encontramos como es acogida y enseñada por la iglesia.
Tal como lo está mostrando el Papa Francisco con la vida y fe de la iglesia, comenzaremos con el camino (método) propio de esta teología y pensamiento iberoamericano, más de tipo inductivo, real, concreto e histórico. El ver y hacerse cargo de la realidad, por el principio de que la realidad tiene la prioridad sobre la idea. En la mirada, contemplación e inteligencia de la fe, de la esperanza y del amor con el empleo de la razón y sus mediaciones como son las ciencias sociales o humanas. La conocida como “mediación socio-analítica”. Se trata de conocer y comprender la realidad con sus problemáticas y causas como es la desigualdad e injusticia del hambre, la pobreza, la exclusión social, etc. Analizar las causas y raíces de la cultura, de la espiritualidad y la religiosidad popular, las relaciones humanas, las estructuras sociales, los sistemas políticos y económicos que están estructurando la realidad humana e histórica.
Es una mirada universal, como es la inteligencia de fe y del amor, que abarca la realidad antropológica, integral y solidaria de toda la persona y de todos los seres humanos, del mundo con lo local y lo global. En el principio de que el todo es mayor que la parte., con mayor motivo aún en la realidad actual, ya que vivimos en la era de la globalización, un mundo cada vez más interconectado e inter-dependiente. Con los desafíos u oportunidades (posiblidades) de una política y economía cada vez más global, una ética mundial y cosmopolita. Una interculturalidad planetaria con un encuentro inter-religioso que trascienden barreras o fronteras.
La actual globalización es dominada por la ideología del liberalismo economicista. El neoliberalismo con el sistema del capitalismo (hoy) global que, como nos muestran los estudios sociales e informes del desarrollo humano, genera cada vez más desigualdad e injusticia social-global. Una desigualdad e injusticia planetaria cada vez más creciente, en donde el 1% de la población más rico de mundo posee y acapara bienes como el restante 99% de la humanidad. Las desigualdades no han hecho más que aumentar en los últimos 3 años: primero 80 personas, después 60 y actualmente sólo 8 seres humanos, los más ricos, acumulan recursos y bienes como la mitad de la humanidad. Lo que causa el holocausto y la muerte del hambre, miles de personas y niños al día, de la pobreza y exclusión que afecta a una muy buena parte de la humanidad. La esclavitud infantil y la trata de personas, las guerras y violencias, la destrucción del medio ambiente y de la vida aún por nacer con el aborto, o ya en su final con la eutanasia.
Es la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia, de la exclusión. La globalización mercantilista, del mercado y del capital convertidos en ídolos, del beneficio y de la competitividad transmutados en falsos dioses. Se impone pues fetichismo e idolatría del dinero-riqueza/ser rico, con la falsa e inhumana antropología del liberalismo y capitalismo. Ya que falsifica la libertad, con la dictadura del relativismo moral e individualismo posesivo (insolidario), sacrifica en el altar de la ganancia la dignidad de las personas, de los pueblos y de los pobres.
Por lo que hay que discernir y juzgar la realidad desde el Evangelio del Reino y su justicia con los pobres. La llamada mediación hermenéutica. Con la valoración de esta globalización inhumana e injusta del capital como verdadero mal, pecado del mundo, una auténtica estructura de pecado que va en contra del Reino de Dios. Es el anti-reino, el imperialismo internacional del dinero, de los mercados y de las finanzas que especula con los bienes y la vida. La especulación financiera que convierte al planeta en un casino global. Hay que cargar con la realidad, en el principio-misericordia y mística de la compasión ante el sufrimiento e injusticia que padecen los pobres. Asumiendo los dolores e injusticias, los conflictos y dominación opresora sobre los pobres. El mal que impide el principio de que el conflicto no vaya en contra de la unidad, de la comunión fraterna, solidaria y liberadora de toda desigualdad e injusticia.
Esta mística de la misericordia en la opción por los pobres, iglesia pobre con los pobres en salida hacia las periferias, con la espiritualidad anti-imperialista del Reino de Dios nos lleva al actuar. Es el encargarme de la realidad, dejándome cargar por el don de la realidad, de los otros, de la cultura, espiritualidad y religiosidad del pueblo, de los pobres. Con sus tradiciones, valores y virtudes solidarias, con sus anhelos y esperanzas. En la praxis por la justicia con los pobres de la tierra, que son sujetos de sus procesos de promoción y liberación integral, de la misión de la iglesia; frente a los espacios de poder, de las élites con su asistencialismo paternalista que impide el principio de que el tiempo es superior al espacio. Es decir, los procesos emancipadores de los pobres como protagonistas de su desarrollo y evangelización liberadora e integral, por encima de los espacios de dominación y sed de poder. De esta forma, se trata de revertir la historia y testimoniar el Don (Gracia) de Dios, su amor y justicia liberadora con los pobres en este mundo opresor e injusto.
Es la fe actuada en la caridad que es constitutivamente pública y social, la caridad política, ese amor más universal e institucional, la macro-caridad: que transforma las causas de los problemas e injusticias como el hambre, la pobreza y la exclusión social; que promociona el bien común más universalizable, la justicia liberadora con los pobre y la civilización del amor. En la línea de la doctrina social de la iglesia, hay que impulsar la globalización de la solidaridad y de la paz, del desarrollo sostenible y la justicia socio-ambiental. Oponiéndonos así a la del capital, de la guerra y de la destrucción ecológica. En este sentido, liberándonos de las ideologizaciones, desde la globalización de la fraternidad solidaria hay que articular la justica e igualdad, en contra del capitalismo, con la libertad y la democracia real; frente al comunismo colectivista o colectivismo que, en realidad, es un capitalismo de estado.
Se trata de promover las "3 T" con una civilización del trabajo, la dignidad del trabajador y una economía real al servicio de las necesidades de los pueblos. En oposición a la del capital y la especulación, del beneficio y la ganancia. El principio de que el trabajo, la persona trabajadora y cada ser humano con su dignidad, está antes que el capital. La justa distribución de la tierra, de los recursos y llevando a la praxis el valor esencial del destino universal de los bienes, derecho primario, que está por encima del derecho secundario de la propiedad.
Asegurando el techo, la vivienda y un hábitat saludable, una ecología humana social y ambiental. Con la promoción de los derechos sociales como la educación y la cultura, la salud-sanidad y medicamentos, la alimentación y el agua, energías limpias e infraestructuras. Es la globalización del estado social de derechos, con la justicia social y ecológica. Una ecología integral que promueva la equidad en las relaciones con los otros (ecología social), con el planeta (ecología ambiental) y el sentido de las personas (ecología mental).
En la apertura a la trascendencia, a la experiencia del encuentro con Dios (ecología espiritual), en el seguimiento de Jesús y su proyecto de Reino. La persona se abre y trasciende en la humanización, felicidad y espiritualidad de la vida que se realiza en la civilización de la pobreza, frente a la de la riqueza. Esto es, la santidad y solidaridad en la comunión de vida, de bienes y de luchas liberadora por la justicia con los pobres. Por encima de los ídolos de la riqueza-ser rico y del poder que dan muerte a los pobres, del tener y poseer que se ponen sobre el ser de las personas, sobre la fraternidad solidaria de los pueblos.
Es la experiencia del seguimiento de Jesús en el encuentro con el Dios de la vida y de la misericordia, el Dios de los pobres. Con la realización práctica del Reino y su justicia con los pobres que, en el Espíritu de Dios vivificante, nos va regalando la vida. Una vida fecunda, feliz, plena y eterna. La última palabra la tiene la vida teologal, la Gracia de la fe, la esperanza y la caridad que promueve la justicia con los pobres. El Don de Dios con su amor y vida, revelado en la Encarnación Pascual de Jesucristo Liberador y Crucificado-Resucitado por el Reino que, con su salvación liberadora, vence a todo pecado, mal, injusticia y muerte.
Tal como lo está mostrando el Papa Francisco con la vida y fe de la iglesia, comenzaremos con el camino (método) propio de esta teología y pensamiento iberoamericano, más de tipo inductivo, real, concreto e histórico. El ver y hacerse cargo de la realidad, por el principio de que la realidad tiene la prioridad sobre la idea. En la mirada, contemplación e inteligencia de la fe, de la esperanza y del amor con el empleo de la razón y sus mediaciones como son las ciencias sociales o humanas. La conocida como “mediación socio-analítica”. Se trata de conocer y comprender la realidad con sus problemáticas y causas como es la desigualdad e injusticia del hambre, la pobreza, la exclusión social, etc. Analizar las causas y raíces de la cultura, de la espiritualidad y la religiosidad popular, las relaciones humanas, las estructuras sociales, los sistemas políticos y económicos que están estructurando la realidad humana e histórica.
Es una mirada universal, como es la inteligencia de fe y del amor, que abarca la realidad antropológica, integral y solidaria de toda la persona y de todos los seres humanos, del mundo con lo local y lo global. En el principio de que el todo es mayor que la parte., con mayor motivo aún en la realidad actual, ya que vivimos en la era de la globalización, un mundo cada vez más interconectado e inter-dependiente. Con los desafíos u oportunidades (posiblidades) de una política y economía cada vez más global, una ética mundial y cosmopolita. Una interculturalidad planetaria con un encuentro inter-religioso que trascienden barreras o fronteras.
La actual globalización es dominada por la ideología del liberalismo economicista. El neoliberalismo con el sistema del capitalismo (hoy) global que, como nos muestran los estudios sociales e informes del desarrollo humano, genera cada vez más desigualdad e injusticia social-global. Una desigualdad e injusticia planetaria cada vez más creciente, en donde el 1% de la población más rico de mundo posee y acapara bienes como el restante 99% de la humanidad. Las desigualdades no han hecho más que aumentar en los últimos 3 años: primero 80 personas, después 60 y actualmente sólo 8 seres humanos, los más ricos, acumulan recursos y bienes como la mitad de la humanidad. Lo que causa el holocausto y la muerte del hambre, miles de personas y niños al día, de la pobreza y exclusión que afecta a una muy buena parte de la humanidad. La esclavitud infantil y la trata de personas, las guerras y violencias, la destrucción del medio ambiente y de la vida aún por nacer con el aborto, o ya en su final con la eutanasia.
Es la cultura del descarte y la globalización de la indiferencia, de la exclusión. La globalización mercantilista, del mercado y del capital convertidos en ídolos, del beneficio y de la competitividad transmutados en falsos dioses. Se impone pues fetichismo e idolatría del dinero-riqueza/ser rico, con la falsa e inhumana antropología del liberalismo y capitalismo. Ya que falsifica la libertad, con la dictadura del relativismo moral e individualismo posesivo (insolidario), sacrifica en el altar de la ganancia la dignidad de las personas, de los pueblos y de los pobres.
Por lo que hay que discernir y juzgar la realidad desde el Evangelio del Reino y su justicia con los pobres. La llamada mediación hermenéutica. Con la valoración de esta globalización inhumana e injusta del capital como verdadero mal, pecado del mundo, una auténtica estructura de pecado que va en contra del Reino de Dios. Es el anti-reino, el imperialismo internacional del dinero, de los mercados y de las finanzas que especula con los bienes y la vida. La especulación financiera que convierte al planeta en un casino global. Hay que cargar con la realidad, en el principio-misericordia y mística de la compasión ante el sufrimiento e injusticia que padecen los pobres. Asumiendo los dolores e injusticias, los conflictos y dominación opresora sobre los pobres. El mal que impide el principio de que el conflicto no vaya en contra de la unidad, de la comunión fraterna, solidaria y liberadora de toda desigualdad e injusticia.
Esta mística de la misericordia en la opción por los pobres, iglesia pobre con los pobres en salida hacia las periferias, con la espiritualidad anti-imperialista del Reino de Dios nos lleva al actuar. Es el encargarme de la realidad, dejándome cargar por el don de la realidad, de los otros, de la cultura, espiritualidad y religiosidad del pueblo, de los pobres. Con sus tradiciones, valores y virtudes solidarias, con sus anhelos y esperanzas. En la praxis por la justicia con los pobres de la tierra, que son sujetos de sus procesos de promoción y liberación integral, de la misión de la iglesia; frente a los espacios de poder, de las élites con su asistencialismo paternalista que impide el principio de que el tiempo es superior al espacio. Es decir, los procesos emancipadores de los pobres como protagonistas de su desarrollo y evangelización liberadora e integral, por encima de los espacios de dominación y sed de poder. De esta forma, se trata de revertir la historia y testimoniar el Don (Gracia) de Dios, su amor y justicia liberadora con los pobres en este mundo opresor e injusto.
Es la fe actuada en la caridad que es constitutivamente pública y social, la caridad política, ese amor más universal e institucional, la macro-caridad: que transforma las causas de los problemas e injusticias como el hambre, la pobreza y la exclusión social; que promociona el bien común más universalizable, la justicia liberadora con los pobre y la civilización del amor. En la línea de la doctrina social de la iglesia, hay que impulsar la globalización de la solidaridad y de la paz, del desarrollo sostenible y la justicia socio-ambiental. Oponiéndonos así a la del capital, de la guerra y de la destrucción ecológica. En este sentido, liberándonos de las ideologizaciones, desde la globalización de la fraternidad solidaria hay que articular la justica e igualdad, en contra del capitalismo, con la libertad y la democracia real; frente al comunismo colectivista o colectivismo que, en realidad, es un capitalismo de estado.
Se trata de promover las "3 T" con una civilización del trabajo, la dignidad del trabajador y una economía real al servicio de las necesidades de los pueblos. En oposición a la del capital y la especulación, del beneficio y la ganancia. El principio de que el trabajo, la persona trabajadora y cada ser humano con su dignidad, está antes que el capital. La justa distribución de la tierra, de los recursos y llevando a la praxis el valor esencial del destino universal de los bienes, derecho primario, que está por encima del derecho secundario de la propiedad.
Asegurando el techo, la vivienda y un hábitat saludable, una ecología humana social y ambiental. Con la promoción de los derechos sociales como la educación y la cultura, la salud-sanidad y medicamentos, la alimentación y el agua, energías limpias e infraestructuras. Es la globalización del estado social de derechos, con la justicia social y ecológica. Una ecología integral que promueva la equidad en las relaciones con los otros (ecología social), con el planeta (ecología ambiental) y el sentido de las personas (ecología mental).
En la apertura a la trascendencia, a la experiencia del encuentro con Dios (ecología espiritual), en el seguimiento de Jesús y su proyecto de Reino. La persona se abre y trasciende en la humanización, felicidad y espiritualidad de la vida que se realiza en la civilización de la pobreza, frente a la de la riqueza. Esto es, la santidad y solidaridad en la comunión de vida, de bienes y de luchas liberadora por la justicia con los pobres. Por encima de los ídolos de la riqueza-ser rico y del poder que dan muerte a los pobres, del tener y poseer que se ponen sobre el ser de las personas, sobre la fraternidad solidaria de los pueblos.
Es la experiencia del seguimiento de Jesús en el encuentro con el Dios de la vida y de la misericordia, el Dios de los pobres. Con la realización práctica del Reino y su justicia con los pobres que, en el Espíritu de Dios vivificante, nos va regalando la vida. Una vida fecunda, feliz, plena y eterna. La última palabra la tiene la vida teologal, la Gracia de la fe, la esperanza y la caridad que promueve la justicia con los pobres. El Don de Dios con su amor y vida, revelado en la Encarnación Pascual de Jesucristo Liberador y Crucificado-Resucitado por el Reino que, con su salvación liberadora, vence a todo pecado, mal, injusticia y muerte.