Iqbal Masih, el niño que nos enseñó a ser persona y la fe

Este 16 de abril es el día internacional contra la esclavitud infantil. Día en el que hacemos memoria de Iqbal Masih. Un niño pakistaní y mártir católico que, con su fe en el amor, entregó la vida solidariamente, siendo asesinado por su compromiso por la justicia con los niños esclavos y pobres de la tierra. Tenía cuatro años cuando su padre le vendió a una fábrica de alfombras de Punjab, porque necesitaba un préstamo para pagar la boda del hijo mayor. Para saldar la deuda, Iqbal trabajaba de 12 a 14 horas todos los días, haciendo alfombras por un salario de miseria, menos de un dólar. Sin embargo, con los intereses desorbitados, la deuda no para de crecer. A los 10 años, Iqbal asistió a un acto sobre derechos humanos y su vida cambió radicalmente. Consiguió la libertad a través de una campaña del Frente de Liberación del Trabajo Forzado, fundado por Ehsan Ullah Khan.

Él mismo nos narra cómo fue su encuentro con Iqbal: “cuando lo conocí tenía diez años. Trabajaba como esclavo en una fábrica de alfombras, encadenado al telar. Había escapado, estaba aterrorizado, pero me ayudó a llenar la ciudad de carteles que anunciaban que la esclavitud estaba prohibida, que acudieran a nosotros. El dueño de la fábrica fue condenado, y así quedaron en libertad los compañeros de Iqbal; él se vino a vivir conmigo, se convirtió en mi hijo y en un luchador imparable, quería ser abogado…". Iqbal promovió su liberación integral y la de innumerables de niños que sufrían lo mismo que él, donó su vida en la lucha contra el mal e injusticia de la esclavitud infantil. Viajó por todo el planeta, denunciando y luchando contra esta lacra de la esclavitud infantil ante organismos internacionales, políticos...conmocionando al mundo. Y recibió diversos reconocimientos, que empleó para la educación y promoción de la infancia esclavizada, oprimida y empobrecida.

Iqbal, con su militancia por la justicia, entró en conflicto con las grandes empresas multinacionales que oprimen y se benefician de la esclavitud de infinidad de niños. Por tanto, había que terminar Iqbal y, un domingo de Pascua, fue asesinado a tiros cerca de Lahore. Tenía 12 años de edad y la mafia de las alfombras fue acusada del brutal crimen. Esta conmovedora historia de todo este testimonio de solidaridad, de fe y de justicia con los pobres nos debe llevar a la reflexión y compromiso. Iqbal nos muestra que, como Jesús, ser persona y vivir la experiencia de Dios es entregarse por los demás, al servicio de un mundo más justo y fraterno en la lucha contra la desigualdad e injusticia humana, social y global como es la esclavitud infantil. Cuando fue liberado de su esclavitud, pudiendo centrarse en lo suyo- en sus intereses y futuro individual que le había sido robado-, Iqbal prosiguió el camino de liberación que le había sido dado. Y él mismo se convirtió en persona y católico, al servicio de la fe y de la lucha por la justicia con la promoción humana, liberadora e integral de los niños esclavos y pobres de la tierra.

Con su corta edad y cuerpo ya muy destrozado por la esclavitud que había padecido, en un contexto tan empobrecido y peligroso como en el que estaba, Iqbal nos enseña que no hay excusa para no luchar y no comprometerse por la justicia. Él nos mostró que con la vida espiritual, asociada y militante por la justicia, por la que logró en diversas realidades erradicar la esclavitud infantil, es posible transformar el mundo, cambiar la realidad social e histórica. Frente a todo paternalismo asistencialista, Iqbal nos transmite como las personas, los pueblos y los pobres deber ser los sujetos de sus luchas por la justicia y autogestión de la vida pública, social, política y económica.

Él nos comunica que, frente a todo individualismo y corporativismo, la vocación humana, espiritual, profesional y pública ha de estar orientada a la responsabilidad por el bien común más universal y por la promoción de la justicia con los pobres. Iqbal quería ser abogado, nos decía, para prepararse y formarse mejor en la lucha por la justicia, la dignidad y los derechos de los niños esclavos. Él es así testigo de la inherente dimensión social y pública de la fe, de la caridad política y de un laicado adulto, maduro y militante. En la búsqueda de la civilización del amor, erradicando las causas y raíces del mal, de la opresión e injusticia, transformando las relaciones, culturas y estructuras (sociales e históricas) de pecado, los sistemas políticos y económicos perversos.

Todo este compromiso y testimonio militante, después de tantos años, lo continúa hoy en día el mencionado Ullah Khan. De él ha dicho Kailash Satyarthi, Premio Nobel de la Paz (2014):"Iqbal Mashih fue un mártir de la esclavitud infantil, pero el hombre que tengo a mi lado es un mártir en vida. No hay nadie que haya sufrido tanto como él por los derechos de los niños. Ehsan es la única persona en el mundo exiliada forzosamente de su país por la lucha contra la esclavitud infantil. Lo ha sacrificado todo por la causa, su familia, su profesión, sus amigos, su infraestructura de escuelas en Pakistán. Ha estado 12 veces en la cárcel y ha sido torturado en varias ocasiones. Su gobierno le ha condenado a pena de muerte, por denunciar que en su país trabajan niños para empresas extranjeras. Me siento orgulloso de tener tantos buenos amigos. Algunos son casi como de la familia, comenzando por Ehsan Ullah Khan, el gran pionero en la historia del movimiento contra en trabajo forzado e infantil en Pakistán”.

Y junto a Ullah Khan el Papa Francisco que, como es sabido, ha hecho de la lucha contra la esclavitud infantil y la trata de personas una de las claves de la misión de la iglesia. Francisco nos enseña que “hoy, teniendo como modelo a san José, estamos invitados a no dejar que nos roben la alegría. Estamos invitados a custodiarla de los Herodes de nuestros días. Y al igual que san José, necesitamos coraje para asumir esta realidad, para levantarnos y tomarla entre las manos (cf. Mt 2,20). El coraje de protegerla de los nuevos Herodes de nuestros días, que fagocitan la inocencia de nuestros niños. Una inocencia desgarrada bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y la explotación. Inocencia destruida por las guerras y la emigración forzada, con la pérdida de todo lo que esto conlleva. Miles de nuestros niños han caído en manos de pandilleros, de mafias, de mercaderes de la muerte que lo único que hacen es fagocitar y explotar su necesidad”.

El Papa clama contra la explotación infantil como una forma de esclavitud moderna, y hace un llamamiento para erradicarla. Francisco nos dice que “renovemos todos unidos el esfuerzo para acabar con las causas de esta esclavitud moderna, que priva a los menores y a los niños de algunos derechos fundamentales y les expone a graves peligros. Hay en el mundo muchos niños esclavos”, lamenta el Papa. Y ha denunciado, en diversas ocasiones, la existencia en las sociedades modernas de diferentes expresiones que son formas de una esclavitud moderna. Entre las manifestaciones que señala como tales, se encuentran, además de la explotación infantil, las escasas oportunidades de trabajo, la prostitución o el tráfico de órganos.

Para terminar, concluimos, todos estos testimonios como Iqbal o el recientemente anunciado ya como santo, Mons. Romero, nos transmite ese auténtico sentido, felicidad y santidad de lo humano. Esto es, toda esta vida entregada al servicio, compromiso y militancia por la fe, la solidaridad y la justicia con los pobres de la tierra que nos lleva a la vida humanizadora, plena y eterna. En ese domingo de Pascua en el que fue asesinado, como su Dios revelado en Jesús de Nazaret, Iqbal resucitó y vive para siempre con el Dios de la vida, en la comunión con los santos. Y en nuestra memoria, alma y corazón para que sigamos siendo personas, santos y militantes en la fe, esperanza y amor con la justicia con los pobres, esclavos y obreros.
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