Memoria del Papa Francisco y mi experiencia en América Latina

Estamos celebrando el quinto aniversario de la llegada de Francisco al ministerio petrino y, justo en estas fechas, se cumplen 3 años de mi llegada a la querida Latinoamérica. Mi experiencia en estas tierras está marcada por mi fe, que me ha llevado a la misión y servicio que trato de desempeñar aquí, en Ecuador donde más resido; o en otros lugares en lo que he estado como Perú, al que suelo viajar con regularidad. Esta fe y misión que, como católico, está orientada por el Evangelio de Jesús vivido en la iglesia tal como, actualmente, nos transmite y testimonia el Papa Francisco.

Tuve el regalo y alegría de estar con el Papa Francisco en su último viaje a Ecuador, en la Pontificia Universidad Católica donde, asimismo, he estado desempeñando mi docencia e investigación. Al servicio de esta misión, fe y cultura en la promoción de la justicia. Este encuentro con el Papa, con el mensaje y testimonió que nos regaló, hizo mucho bien a mi vida espiritual, misionera y de militancia por el Evangelio del Reino de Dios y su justicia.

Desde toda esta experiencia y ministerio del Papa, cada día pienso y siento más la actualidad y profundidad que tiene, para América Latina y el mundo, el Evangelio Jesús que el Papa Francisco está comunicando y poniendo en práctica en la vida e iglesia. En la línea del Concilio Vaticano II, ese acontecimiento eclesial tan significativo, el Papa nos muestra el verdadero rostro del Dios Bueno y Padre con Entrañas Maternas. El Dios de la misericordia y del amor, de la paz y de la justicia con los pobres de la tierra. Es el Dios de la vida que acompaña y cuida de la humanidad, de los pobres y de esa casa común que es el planeta tierra. En América Latina, con sus esperanzas y problemas, los pueblos y la gente nos transmiten esa sabiduría popular y espiritualidad teologal con su fe, esperanza y caridad en el Dios que salva y libera de todo mal, muerte e injusticia.

Esta espiritualidad y religiosidad popular se refleja en la vida cotidiana de las gentes, en sus trabajos, tareas, caminos, fiestas, luchas, etc. Lo he visto, en especial, en la realidad de los más pobres entre los pobres, las comunidades indígenas, las mujeres, los campesinos u obreros que, desde la fe en Dios, nos transmiten esa alegría del Evangelio, del amor, de la familia y la ecología integral. Tal como el Papa Francisco nos enseña en su magisterio y vida. Es la esperanza de un auténtico buen vivir, de la interculturalidad, de una sabiduría descolonizadora y de una epistemología desde el Sur con esta ecología de saberes.

Es la iglesia pobre con los pobres que con su espiritualidad popular, solidaria y liberadora vive la conversión misionera, pastoral y ecológica. Iglesia en salida hacia las periferias que, como hospital de campaña, cura y sana las heridas de todo tipo. En el seguimiento de Jesús Pobre y Crucificado, es la fe que hace la opción por los pobres, por los trabajadores y movimientos populares como sujetos de su promoción y liberación integral. Iglesia pobre en la solidaridad de vida, de bienes y compromisos por la justicia con los pobres, en comunión con Dios (ecología espiritual), con los gritos de los pobres (ecología social) y con los clamores de la tierra (ecología ambiental).

La iglesia que en esta conversión misionera y espiritualidad encarnada, con dicha ecología integral, testimonia en la vida de la pobreza evángelica una existencia austera, sobria con el decrecimiento hacia abajo; hacia esta comunión solidaria y lucha por la justicia con los pobres. Frente a los ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y de la violencia, a la actual economía de exclusión que mata, con su fetichismo del dinero y su dictadura economicista del capital-mercado. En contra de la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte.

El Papa Francisco nos muestra toda esta espiritualidad y ética de la misericordia que acoge el sufrimiento e injusticia que padecen los otros, los pueblos y los pobres. Una misericordia que se realiza en el amor social y civil, la caridad política, con la búsqueda del bien común más universal, la civilización del amor y la justicia con los pobres. Esta constitutiva caridad social y política lucha contra las raíces y causas estructurales de los males, como es la desigualdad e injusticia de la pobreza, para erradicar la inequidad, la especulación financiera y controlar ese ídolo del mercado sin ética ni justicia. Promoviendo el destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos, que tiene la prioridad sobre el derecho secundario de propiedad que, a la vez, tiene un carácter personal y social. Defendiendo el trabajo, la dignidad y derechos de las personas trabajadoras como es un salario justo, que está antes que el capital.

Hay que promover el estado social de derechos a nivel mundial y la justicia social-global que asegure las 3 “T “. La tierra en esta socialización común y universal de los bienes, el techo con una vivienda digna y el trabajo decente para unas condiciones laborales humanizadoras. Erradicando la esclavitud infantil, todos esos niños que están esclavizados en el trabajo, en las calles, en las guerras…, la trata de personas con las lacras de la prostitución, pornografía, adicciones, drogas u otras patologías. Una bioética global que defiende la vida en todas sus fases, desde el inicio con la fecundación-concepción hasta el final de la existencia, en todas sus dimensiones y aspectos.

Una paz justa contra la destrucción y muerte de las guerras, de las armas e industria militar que son un negocio, con la venta y mercadeo bélico de la muerte. Guerras comerciales de la industria bélica, el negocio del comercio de armamentos, del dominio y expolio de los bienes a los pueblos o a los pobres. Un comercio y consumo justo, responsable y solidario con el intercambio equitativo de los bienes, que erradique todo el productivismo y consumismo que roba los recursos a los empobrecidos, que destruye la vida del planeta. En esta línea, en América Latina hemos experienciado la alegría del matrimonio y la familia con la fecundidad del amor entre el hombre, la mujer e hijos, de la comunidad y solidaridad que cuida de la naturaleza humana, cultural y ecológica. Por todo lo anterior, le damos las gracias a Dios, al Papa Francisco y todo el querido pueblo latinoamericano.
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