Merino, Rovirosa y Malagón, testimonios de pastoral obrera con Francisco
La iglesia con el Papa Francisco en el camino trazado por el Concilio Vaticano II, con sus Papas artífices- Juan XXIII y Pablo VI-, sigue en el diálogo y encuentro con el mundo, con los seres humamos, con los pobres y oprimidos como son los obreros. De esta forma, en la línea de sus relevantes encuentros con los movimientos populares, en Roma se ha convocado el encuentro internacional de organizaciones sindicales con organizaciones y movimientos de la iglesia. Tales como la Pastoral Obrera de la Conferencia Episcopal Española y la Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC). El Papa Francisco cerró este significativo encuentro con un profundo y bello mensaje de fraternidad solidaria universal y justicia mundial con los trabajadores, explotados y pobres de la tierra que orienta e impulsa la pastoral obrera de la iglesia.
Y para dicha misión pastoral, es muy bueno e imprescindible hacer memoria de su trayectoria e historia, tal como llega hasta el tiempo y enseñanza del Papa Francisco. Una memoria que viene marcada por los pioneros y testimonios de la fe en este diálogo y encuentro con el mundo obrero. Como fueron los sacerdotes presbíteros Eugenio Merino y Tomás Malagón, primeros consiliarios de la HOAC, y el laico Guillermo Rovirosa, primer promotor e iniciador de la HOAC. A los que se pueden unir compañeros, amigos y testigos como el también sacerdote Felipe López, Jacinto Martín, Julián Gómez del Castillo o Benigno Ortiz. Ellos pusieron los cimientos en la fe e iglesia de lo que luego transmitiría y desarrollaría el Vaticano II, con los Papas mencionados hasta llegar a Francisco. Sobre estos testimonios se han realizado estudios profundos y tesis doctorales de investigación muy cualificadas. Como las de Carlos Ruiz de Cascos, Eugenio Rodríguez, José Ramón Peláez, Mª Isabel Rodríguez, Juan José Medina o Alfonso Fernández Casamayor, recientemente fallecido
Todos estos testimonios y testigos desarrollan una espiritualidad de encarnación. Con la conversión y amor a Cristo, a su iglesia y a los pobres en la lucha solidaria por la justicia con los obreros, pueblos y los empobrecidos como sujetos de su promoción liberadora e integral. Merino, Rovirosa y Malagón tendieron los puentes entre la fe e iglesia con el movimiento obrero, con los oprimidos y pobres de la tierra desde una espiritualidad encarnada en la vida y realidad humana, social e histórica. Una auténtica misión de la fe inculturada en la cultura obrera y solidaria de los pobres, alejados y desengañados de todo que les llevó al entusiasmo, militancia y esperanza del Reino de Dios con su salvación y justicia liberadora.
Ellos encarnaron esta conversión pastoral y misionera de una iglesia en salida hacia las periferias. Una iglesia pobre con los pobres que son sacramentos (presencial real) de Cristo Pobre, Obrero y Crucificado. Merino, Malagón y Rovirosa son pioneros de esa real espiritualidad liberadora con una auténtica opción por los pobres como protagonistas y sujetos de la misión, caridad, justicia y liberación integral. Fueron Voz de los sin voz, dieron la palabra a los pobres y obreros con una pedagogía del oprimido en la toma de conciencia crítica, moral social. Para el conocimiento y transformación liberara de la realidad con sus males, opresiones e injusticias.
Frente al cristianismo burgués y el asistencialismo paternalista o “liderismo”, creyeron en la promoción liberadora e integral protagonizada por los propios obreros y pobres como sujetos de las luchas por la justicia en el mundo. Ellos encarnaron la vocación a la santidad de toda la iglesia con el mandamiento nuevo del amor fraterno, en la entrega de la existencia y pobreza solidaria con la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los obreros y pobres de la tierra. Lo que desde la Gracia de Dios nos va dando el sentido, felicidad, trascendencia y vida plena-eterna. En oposición al vacio y esclavitud de los ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y de la violencia, de las idolatrías del capital y del estado. Frente a la vida burguesa y hedonista, llevaron una vida de humidad, pobreza y sacrificio en la entrega de la vida por el Reino de Dios y su amor, paz y justicia con los obreros y pobres.
Merino, Rovirosa Y Malagón nos mostraron un auténtico personalismo y humanismo ético, espiritual e integral. Un profundo pensamiento social y ética en donde la vida y dignidad sagrada e inviolable de la persona trabajadora, de todo ser humano como hijo de Dios, está por encima de las cosas. El trabajo vivo, la persona que trabaja con sus deberes y derechos como es un salario justo, está antes que el capital. El destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos, tiene la prioridad sobre el derecho secundario de la propiedad que siempre tiene un carácter social. La empresa como comunidad de personas, con la socialización de los medios producción por la que los trabajadores son gestores, dueños y protagonistas de la empresa, de su vida y destino. Una economía justa y banca ética contra el fenerismo del capitalismo, su inhumana usura con los créditos e intereses inmorales, injustos y especulativos. Es el ser persona, solidaria y militante sobre el tener, poseer y riqueza-ser rico que como ídolos deshumanizan, esclavizan y dan muerte. La existencia en la más profunda solidaridad en la entrega de hasta de lo que necesito para vivir, el compartir de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra.
Una existencia honesta y auténtica con el más profundo conocimiento y honda verdad en la vida de comunión, fraternidad solidaria, no violencia y justicia con los pobres. Ya que lo que no es honrado, no es cristiano. Merino, Rovirosa y Malagón, como apasionados y enamorados de Jesucristo, suscitaron y desarrollaron toda esta espiritualidad de conversión, encarnación y vocación universal a la santidad en la vida, realidad y mundo. Un compromiso bautismal y una espiritualidad de la vida honrada en Gracia de Dios las 24 horas, que asume responsable y solidariamente toda la realidad personal, grupal e institucional. Para llevar el Reino de Dios y su justicia a todos los ámbitos de la existencia e historia. Ellos promovieron una educación y formación integral. Impulsaron una profunda y renovada pedagogía de la fe, de la cultura y militancia con el método de encuesta en el ver-juzgar-actuar.
El ver y mirada desde la fe que en su caridad y misericordia asume todos los sufrimientos, males, pecados e injusticias que padece la humanidad, los obreros y pobres. La virtud de escuchar a los otros, a la cultura de los obreros, pobres y de los pueblos con sus virtudes, luchas y esperanzas, con sus deseos de honradez, justicia y liberación integral. El juzgar desde los valores e ideales del Evangelio que discierne el bien y el mal, lo honesto e inmoral, las auténticas liberaciones u opresiones, el pecado del mundo personal, social e institucional. El actuar con la autogestión y cooperativismo de las personas, los pueblos y los pobres en sus luchas por la justicia y liberación integral; con el asociacionismo y plataformas de militancia contra las causas de los males e injusticias como el hambre, la pobreza, el paro, la explotación laboral o cualquier tipo de esclavitud. Es una pedagogía, estudio e inmersión en los grupos y sectores de la vida, del mundo del trabajo y sindical, de la economía y política, de la técnica y de la cultura…
De esta forma, pusieron en práctica la constitutiva dimensión social y pública de la fe, de la misión y del amor, la caridad política con la promoción de un laicado adulto, maduro y militante. La vocación e identidad específica del laico que, desde esta virtud teologal de la caridad política, se realiza en la gestión y transformación más directa e inmediata del mundo con sus realidades familiares, culturales, sociales, políticas y económicas. Para que se vayan ajustando al Reino de Dios y su justicia con los pobres protagonizando su promoción y liberación integral. Ellos promovieron un laicado, matrimonio y familia militante, obrera, pobre y solidaria al servicio de la fe y de la misión, de la vida y la justicia con los pobres de la tierra. Frente a la familia burguesa, hedonista e insolidaria, cooperativa de egoísmo, que se esclaviza en todos estos ídolos e idolatrías de la riqueza-ser rico, del capital, buena vida (lujo) y poder. Todo un legado que nos dejan, en el camino de la fe e iglesia con el Papa Francisco.
Y para dicha misión pastoral, es muy bueno e imprescindible hacer memoria de su trayectoria e historia, tal como llega hasta el tiempo y enseñanza del Papa Francisco. Una memoria que viene marcada por los pioneros y testimonios de la fe en este diálogo y encuentro con el mundo obrero. Como fueron los sacerdotes presbíteros Eugenio Merino y Tomás Malagón, primeros consiliarios de la HOAC, y el laico Guillermo Rovirosa, primer promotor e iniciador de la HOAC. A los que se pueden unir compañeros, amigos y testigos como el también sacerdote Felipe López, Jacinto Martín, Julián Gómez del Castillo o Benigno Ortiz. Ellos pusieron los cimientos en la fe e iglesia de lo que luego transmitiría y desarrollaría el Vaticano II, con los Papas mencionados hasta llegar a Francisco. Sobre estos testimonios se han realizado estudios profundos y tesis doctorales de investigación muy cualificadas. Como las de Carlos Ruiz de Cascos, Eugenio Rodríguez, José Ramón Peláez, Mª Isabel Rodríguez, Juan José Medina o Alfonso Fernández Casamayor, recientemente fallecido
Todos estos testimonios y testigos desarrollan una espiritualidad de encarnación. Con la conversión y amor a Cristo, a su iglesia y a los pobres en la lucha solidaria por la justicia con los obreros, pueblos y los empobrecidos como sujetos de su promoción liberadora e integral. Merino, Rovirosa y Malagón tendieron los puentes entre la fe e iglesia con el movimiento obrero, con los oprimidos y pobres de la tierra desde una espiritualidad encarnada en la vida y realidad humana, social e histórica. Una auténtica misión de la fe inculturada en la cultura obrera y solidaria de los pobres, alejados y desengañados de todo que les llevó al entusiasmo, militancia y esperanza del Reino de Dios con su salvación y justicia liberadora.
Ellos encarnaron esta conversión pastoral y misionera de una iglesia en salida hacia las periferias. Una iglesia pobre con los pobres que son sacramentos (presencial real) de Cristo Pobre, Obrero y Crucificado. Merino, Malagón y Rovirosa son pioneros de esa real espiritualidad liberadora con una auténtica opción por los pobres como protagonistas y sujetos de la misión, caridad, justicia y liberación integral. Fueron Voz de los sin voz, dieron la palabra a los pobres y obreros con una pedagogía del oprimido en la toma de conciencia crítica, moral social. Para el conocimiento y transformación liberara de la realidad con sus males, opresiones e injusticias.
Frente al cristianismo burgués y el asistencialismo paternalista o “liderismo”, creyeron en la promoción liberadora e integral protagonizada por los propios obreros y pobres como sujetos de las luchas por la justicia en el mundo. Ellos encarnaron la vocación a la santidad de toda la iglesia con el mandamiento nuevo del amor fraterno, en la entrega de la existencia y pobreza solidaria con la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los obreros y pobres de la tierra. Lo que desde la Gracia de Dios nos va dando el sentido, felicidad, trascendencia y vida plena-eterna. En oposición al vacio y esclavitud de los ídolos de la riqueza-ser rico, del poder y de la violencia, de las idolatrías del capital y del estado. Frente a la vida burguesa y hedonista, llevaron una vida de humidad, pobreza y sacrificio en la entrega de la vida por el Reino de Dios y su amor, paz y justicia con los obreros y pobres.
Merino, Rovirosa Y Malagón nos mostraron un auténtico personalismo y humanismo ético, espiritual e integral. Un profundo pensamiento social y ética en donde la vida y dignidad sagrada e inviolable de la persona trabajadora, de todo ser humano como hijo de Dios, está por encima de las cosas. El trabajo vivo, la persona que trabaja con sus deberes y derechos como es un salario justo, está antes que el capital. El destino universal de los bienes, la justa distribución de los recursos, tiene la prioridad sobre el derecho secundario de la propiedad que siempre tiene un carácter social. La empresa como comunidad de personas, con la socialización de los medios producción por la que los trabajadores son gestores, dueños y protagonistas de la empresa, de su vida y destino. Una economía justa y banca ética contra el fenerismo del capitalismo, su inhumana usura con los créditos e intereses inmorales, injustos y especulativos. Es el ser persona, solidaria y militante sobre el tener, poseer y riqueza-ser rico que como ídolos deshumanizan, esclavizan y dan muerte. La existencia en la más profunda solidaridad en la entrega de hasta de lo que necesito para vivir, el compartir de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra.
Una existencia honesta y auténtica con el más profundo conocimiento y honda verdad en la vida de comunión, fraternidad solidaria, no violencia y justicia con los pobres. Ya que lo que no es honrado, no es cristiano. Merino, Rovirosa y Malagón, como apasionados y enamorados de Jesucristo, suscitaron y desarrollaron toda esta espiritualidad de conversión, encarnación y vocación universal a la santidad en la vida, realidad y mundo. Un compromiso bautismal y una espiritualidad de la vida honrada en Gracia de Dios las 24 horas, que asume responsable y solidariamente toda la realidad personal, grupal e institucional. Para llevar el Reino de Dios y su justicia a todos los ámbitos de la existencia e historia. Ellos promovieron una educación y formación integral. Impulsaron una profunda y renovada pedagogía de la fe, de la cultura y militancia con el método de encuesta en el ver-juzgar-actuar.
El ver y mirada desde la fe que en su caridad y misericordia asume todos los sufrimientos, males, pecados e injusticias que padece la humanidad, los obreros y pobres. La virtud de escuchar a los otros, a la cultura de los obreros, pobres y de los pueblos con sus virtudes, luchas y esperanzas, con sus deseos de honradez, justicia y liberación integral. El juzgar desde los valores e ideales del Evangelio que discierne el bien y el mal, lo honesto e inmoral, las auténticas liberaciones u opresiones, el pecado del mundo personal, social e institucional. El actuar con la autogestión y cooperativismo de las personas, los pueblos y los pobres en sus luchas por la justicia y liberación integral; con el asociacionismo y plataformas de militancia contra las causas de los males e injusticias como el hambre, la pobreza, el paro, la explotación laboral o cualquier tipo de esclavitud. Es una pedagogía, estudio e inmersión en los grupos y sectores de la vida, del mundo del trabajo y sindical, de la economía y política, de la técnica y de la cultura…
De esta forma, pusieron en práctica la constitutiva dimensión social y pública de la fe, de la misión y del amor, la caridad política con la promoción de un laicado adulto, maduro y militante. La vocación e identidad específica del laico que, desde esta virtud teologal de la caridad política, se realiza en la gestión y transformación más directa e inmediata del mundo con sus realidades familiares, culturales, sociales, políticas y económicas. Para que se vayan ajustando al Reino de Dios y su justicia con los pobres protagonizando su promoción y liberación integral. Ellos promovieron un laicado, matrimonio y familia militante, obrera, pobre y solidaria al servicio de la fe y de la misión, de la vida y la justicia con los pobres de la tierra. Frente a la familia burguesa, hedonista e insolidaria, cooperativa de egoísmo, que se esclaviza en todos estos ídolos e idolatrías de la riqueza-ser rico, del capital, buena vida (lujo) y poder. Todo un legado que nos dejan, en el camino de la fe e iglesia con el Papa Francisco.