Principios filosóficos y teológicos desde Francisco con Tomás de Aquino
Por el día de Santo Tomás de Aquino, que ya se está celebrando en los diversos lugares de la fe e iglesia, en este artículo vamos exponer como el Papa Francisco está actualizando y profundizando su enseñanza. Santo Tomás de Aquino es el autor, Doctor de la Iglesia, más citado por el Papa y su magisterio sigue el camino marcado por el santo dominico. El Papa nos transmite unos principios, que recoge lo más valioso de la filosofía y la teología, con una perspectiva claramente enseñada por Santo Tomás y que, como vamos a ver, son muy importantes para la vida ética y social con su discernimiento. Y sintonizan con corrientes muy significativas de pensamiento, como el personalismo o el latinoamericano. Estos principios filosóficos y teológicos, que a continuación vamos a exponer, nos liberan de errores y patologías contenidas, por ejemplo, en los idealismos, modernismos y postmodernismos.
El primer principio, la realidad está por encima de la idea, nos presenta el realismo filosófico y teológico, la pasión por la realidad. El ver y ser honrado con lo real, el hacernos cargo de la realidad. Una metafísica del ser y de la existencia, de la realidad con una antropología integral, que no inventa ni tergiversa lo real. Lo cual sucede, cuando el pensar y sentir no reconoce esta verdad de lo que es y existe, de la realidad, la verdad de lo real. Es pues una filosofía y teología encarnada en la realidad. Religada al ser real que, en la mirada teológica, tiene su luz en la Encarnación de Dios en Jesús de Nazaret. Dios en Jesús se ha encarnado en la realidad humana, personal, social, histórica y trascendente, ha asumido todo lo real y humano para que se encarne la salvación liberadora de todo mal e injusticia.
Por tanto, la razón y el pensamiento se han de religar a la realidad, con un compromiso con lo real: con todo este ser de las cosas y del mundo, con la realidad material, física y corpórea, espiritual y trascendente; con el ser personal, humano, sociable, histórico y transido de alma, espíritu y trascendencia. Como nos muestra la ley natural con su antropología integral, el ser humano tiene una naturaleza personal y social, corporal, política y espiritual. Una vida y dignidad sagrada e inviolable que siempre hay que respetar. En la diversidad y complementariedad social e interpersonal del hombre con la mujer que en el amor fiel fecunda la vida. Es la alegría de la familia, hijos y las virtudes éticas para la responsabilidad y compromiso por el bien común, la solidaridad, la paz y la justicia con los pobres. Desde la fe, la vida y dignidad de todo ser humano adquiere tal sacralidad, valor y trascendencia ya que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es hijo de Dios por la Gracia del Amor que lo libera de toda esclavitud u opresión.
El segundo principio, el todo es mayor que la parte, nos muestra ese ver y cosmovisión de lo real que es universal, inter-relacionada e integral. En donde la parte y el todo se unen confluyendo, lo local y lo global se entrelazan, el fragmento y la totalidad no se oponen sino que se fecundan en comunión. En la inter-relación y retro-alimentación de todo con todo, ya que todo está unido con todo. Es la perspectiva católica de lo universal, de la diversidad en la unidad que se trasciende en algo más ("magis"), en la búsqueda de más verdad, belleza y el bien mayor. Hay que querer el bien más común y universal que, de forma solidaria, promueve el valor del destino universal de los bienes por encima de la propiedad, que tiene un carácter social. El magis de la mayor gloria de Dios que, en la fe trinitaria, es comunión y amor solidario en las diversas Personas Divinas que se unen, que se entregan mutuamente. En contra de todo individualismo, corporativismo y nacionalismo insolidario.
El tercer principio, la unidad está antes que el conflicto, nos lleva a cargar con la realidad y sus sufrimientos, males e injusticias, con las luchas dramáticas entre el bien y el mal. En sentido teológico, es la conciencia de la pugna entre el Don de la Gracia y el egoísmo del pecado con su maldad e injusticia. Asimismo, se expresa aquí el principio y virtud de la misericordia, el mismo Ser de Dios que es Amor y Misericordia. Por el que asumo todo este dolor e injusticia que padecen los otros, la pasión de los pueblos crucificados por el mal, injusticia y pecado del mundo. La unidad fraterna se rompe con la opresión e injusticia que se causa a los otros, la dominación y tiranía sobre los pueblos, las comunidades y los seres humanos.
Todas estas autoridades y leyes que niegan el bien común. Las estructuras sociales de pecado y los sistemas económicos perversos: que impiden la justicia y el valor del destino universal de los bienes, imponiendo el ídolo de la propiedad; que rechaza el principio del trabajo, con la dignidad del trabajador y sus derechos como es un salario justo, mediante la esclavitud de la idolatría del capital; que perpetran el pecado de la usura, con sus créditos abusivos e injustos, sacrificando la vida de las personas. Por lo tanto, hay que realizar ese juzgar (juicio ético). Lo que, unido a la ley natural, lleva a valorar como injusto e inmoral todo aquello que va en contra de la vida y dignidad de la persona, que no promueve el amor y la justicia liberadora con los otros, con los pobres y pueblos. La fe y teología nos muestra al Dios de la vida que nos regala el ser, que nos dona la existencia. Y que se opone a todos estos falsos dioses idolátricos que dan muerte como el dinero, la codicia, el poder y poseer que sacrifican la existencia (ser) de los pueblos y los pobres.
El cuarto y último principio, el tiempo es superior al espacio, señala el dinamismo y trascendencia de lo real. Con los procesos emancipadores y liberadores de las personas, pueblos y pobres en la lucha por más vida, fraternidad solidaria y justicia. Frente a los espacios de poder y dominación. Expresa ese principio humanista de la subsidiariedad que, en la clave de la opción por los pobres, significa que las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos protagonistas de la misión y de su promoción liberadora e integral. Es el amor trascendente y liberador, que realiza la existencia de la santidad con la pobreza solidaria en la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. Frente a los ídolos de la riqueza-ser rico, poder, violencia y tener que esclavizan al ser persona, fraterna y solidaria.
Vemos pues toda la fecundidad de estos principios filósoficos y teológicos que, con su enseñanza, nos muestra el Papa Francisco de la mano de Santo Tomás. Y que expresa todo ese humanismo espiritual, ético e integral, tal como nos transmite la Doctrina Social de la Iglesia. Nos manifiestan la sociabilidad del ser humano con la virtud ética de la política, en el amor social y cívico. Expresando el inherente carácter público e histórico de la fe, es la virtud teologal de la caridad política que busca el bien común, los derechos humanos, la civilización del amor y la justicia con los pobres de la tierra. La caridad política que, unidad inseparablemente a la justicia social, va las causas de los males y problemas. Restituyendo la opresión e injusticia que sufren los pueblos y los pobres, a los que se les roba y expolia sus bienes, recursos y capacidades para un desarrollo humano e integral. Nos comunican ese servicio y compromiso del amor solidario, que en lucha por la justicia con los pobres nos regala el sentido, la felicidad y la vida plena-eterna en la comunión con Dios.
Como nos trasmite la fe e iglesia con Francisco, toda la vida y sabiduría de Santo Tomás estuvo entrañada en el Dios que se nos revela en Jesús Pobre-Crucificado. Y que en su Espíritu, nos regala el amor liberador, la verdad, la belleza, el bien y la justicia. En contra de los ídolos de la riqueza-ser rico, tener y poder. El camino de la fe no es otro que ese Jesús Encarnado en lo humano, el Cristo Pobre y Crucificado-Resucitado que, con su Espíritu de amor y justicia, nos dona su salvación liberadora de todo mal, esclavitud, pecado muerte e injusticia.
El primer principio, la realidad está por encima de la idea, nos presenta el realismo filosófico y teológico, la pasión por la realidad. El ver y ser honrado con lo real, el hacernos cargo de la realidad. Una metafísica del ser y de la existencia, de la realidad con una antropología integral, que no inventa ni tergiversa lo real. Lo cual sucede, cuando el pensar y sentir no reconoce esta verdad de lo que es y existe, de la realidad, la verdad de lo real. Es pues una filosofía y teología encarnada en la realidad. Religada al ser real que, en la mirada teológica, tiene su luz en la Encarnación de Dios en Jesús de Nazaret. Dios en Jesús se ha encarnado en la realidad humana, personal, social, histórica y trascendente, ha asumido todo lo real y humano para que se encarne la salvación liberadora de todo mal e injusticia.
Por tanto, la razón y el pensamiento se han de religar a la realidad, con un compromiso con lo real: con todo este ser de las cosas y del mundo, con la realidad material, física y corpórea, espiritual y trascendente; con el ser personal, humano, sociable, histórico y transido de alma, espíritu y trascendencia. Como nos muestra la ley natural con su antropología integral, el ser humano tiene una naturaleza personal y social, corporal, política y espiritual. Una vida y dignidad sagrada e inviolable que siempre hay que respetar. En la diversidad y complementariedad social e interpersonal del hombre con la mujer que en el amor fiel fecunda la vida. Es la alegría de la familia, hijos y las virtudes éticas para la responsabilidad y compromiso por el bien común, la solidaridad, la paz y la justicia con los pobres. Desde la fe, la vida y dignidad de todo ser humano adquiere tal sacralidad, valor y trascendencia ya que ha sido creado a imagen y semejanza de Dios, es hijo de Dios por la Gracia del Amor que lo libera de toda esclavitud u opresión.
El segundo principio, el todo es mayor que la parte, nos muestra ese ver y cosmovisión de lo real que es universal, inter-relacionada e integral. En donde la parte y el todo se unen confluyendo, lo local y lo global se entrelazan, el fragmento y la totalidad no se oponen sino que se fecundan en comunión. En la inter-relación y retro-alimentación de todo con todo, ya que todo está unido con todo. Es la perspectiva católica de lo universal, de la diversidad en la unidad que se trasciende en algo más ("magis"), en la búsqueda de más verdad, belleza y el bien mayor. Hay que querer el bien más común y universal que, de forma solidaria, promueve el valor del destino universal de los bienes por encima de la propiedad, que tiene un carácter social. El magis de la mayor gloria de Dios que, en la fe trinitaria, es comunión y amor solidario en las diversas Personas Divinas que se unen, que se entregan mutuamente. En contra de todo individualismo, corporativismo y nacionalismo insolidario.
El tercer principio, la unidad está antes que el conflicto, nos lleva a cargar con la realidad y sus sufrimientos, males e injusticias, con las luchas dramáticas entre el bien y el mal. En sentido teológico, es la conciencia de la pugna entre el Don de la Gracia y el egoísmo del pecado con su maldad e injusticia. Asimismo, se expresa aquí el principio y virtud de la misericordia, el mismo Ser de Dios que es Amor y Misericordia. Por el que asumo todo este dolor e injusticia que padecen los otros, la pasión de los pueblos crucificados por el mal, injusticia y pecado del mundo. La unidad fraterna se rompe con la opresión e injusticia que se causa a los otros, la dominación y tiranía sobre los pueblos, las comunidades y los seres humanos.
Todas estas autoridades y leyes que niegan el bien común. Las estructuras sociales de pecado y los sistemas económicos perversos: que impiden la justicia y el valor del destino universal de los bienes, imponiendo el ídolo de la propiedad; que rechaza el principio del trabajo, con la dignidad del trabajador y sus derechos como es un salario justo, mediante la esclavitud de la idolatría del capital; que perpetran el pecado de la usura, con sus créditos abusivos e injustos, sacrificando la vida de las personas. Por lo tanto, hay que realizar ese juzgar (juicio ético). Lo que, unido a la ley natural, lleva a valorar como injusto e inmoral todo aquello que va en contra de la vida y dignidad de la persona, que no promueve el amor y la justicia liberadora con los otros, con los pobres y pueblos. La fe y teología nos muestra al Dios de la vida que nos regala el ser, que nos dona la existencia. Y que se opone a todos estos falsos dioses idolátricos que dan muerte como el dinero, la codicia, el poder y poseer que sacrifican la existencia (ser) de los pueblos y los pobres.
El cuarto y último principio, el tiempo es superior al espacio, señala el dinamismo y trascendencia de lo real. Con los procesos emancipadores y liberadores de las personas, pueblos y pobres en la lucha por más vida, fraternidad solidaria y justicia. Frente a los espacios de poder y dominación. Expresa ese principio humanista de la subsidiariedad que, en la clave de la opción por los pobres, significa que las personas, los pueblos y los pobres son los sujetos protagonistas de la misión y de su promoción liberadora e integral. Es el amor trascendente y liberador, que realiza la existencia de la santidad con la pobreza solidaria en la comunión de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. Frente a los ídolos de la riqueza-ser rico, poder, violencia y tener que esclavizan al ser persona, fraterna y solidaria.
Vemos pues toda la fecundidad de estos principios filósoficos y teológicos que, con su enseñanza, nos muestra el Papa Francisco de la mano de Santo Tomás. Y que expresa todo ese humanismo espiritual, ético e integral, tal como nos transmite la Doctrina Social de la Iglesia. Nos manifiestan la sociabilidad del ser humano con la virtud ética de la política, en el amor social y cívico. Expresando el inherente carácter público e histórico de la fe, es la virtud teologal de la caridad política que busca el bien común, los derechos humanos, la civilización del amor y la justicia con los pobres de la tierra. La caridad política que, unidad inseparablemente a la justicia social, va las causas de los males y problemas. Restituyendo la opresión e injusticia que sufren los pueblos y los pobres, a los que se les roba y expolia sus bienes, recursos y capacidades para un desarrollo humano e integral. Nos comunican ese servicio y compromiso del amor solidario, que en lucha por la justicia con los pobres nos regala el sentido, la felicidad y la vida plena-eterna en la comunión con Dios.
Como nos trasmite la fe e iglesia con Francisco, toda la vida y sabiduría de Santo Tomás estuvo entrañada en el Dios que se nos revela en Jesús Pobre-Crucificado. Y que en su Espíritu, nos regala el amor liberador, la verdad, la belleza, el bien y la justicia. En contra de los ídolos de la riqueza-ser rico, tener y poder. El camino de la fe no es otro que ese Jesús Encarnado en lo humano, el Cristo Pobre y Crucificado-Resucitado que, con su Espíritu de amor y justicia, nos dona su salvación liberadora de todo mal, esclavitud, pecado muerte e injusticia.