La I jornada de los pobres y el día de la filosofía al encuentro de la fe liberadora
En esta semana, se han juntado la celebración del aniversario del martirio de I. Ellacuría y sus compañeros jesuitas mártires de la UCA, el Día Mundial de la Filosofía y la I Jornada Mundial de los pobres que, instaurada por El Papa Francisco, celebramos en la Iglesia el 19 de Noviembre. Tres realidades que, gracias a Dios, se unen de forma fecunda para seguir promoviendo y profundizando una fe y cultura humanista, crítica, ética, social y liberadora. I. Ellacuría afirmaba en un memorable artículo que “si tiene sentido hablar de una filosofía cristiana o de inspiración cristiana, es porque una filosofía hecha desde los pobres y oprimidos en favor de su liberación integral y de una liberación universal puede, en su autonomía, ponerse en el mismo camino por el que marcha el trabajo en favor del reino de Dios tal como se prefigura en el Jesús histórico” (Función liberadora de la filosofía, ECA, 64)
Efectivamente filósofos y pensadores cristianos de todos los tiempos han aportado mucho y bueno para desarrollar toda una cultura, filosofía y ética del amor fraterno, la solidaridad y justicia con los pobres (empobrecidos, oprimidos, excluidos y víctimas de la historia). Ahí tenemos a nombres y testimonios como San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, F. de Vitoria, F. Suarez y la escuela de Salamanca con su proyección en América con A. de Montesinos o Bartolomé de las Casas. Y corrientes del pensamiento contemporáneo como el humanismo, personalismo y el latinoamericano con Mounier, Zubiri, Rovirosa, Malagón, S. Weil, L. Milani, D. Day, P. Ricoeur, P. Freire, el mismo Ellacuría, E. Dussel o J.C. Scannone. Por sólo hacer referencia a unos cuantos autores significativos. A los que podemos unir, por su significatividad e influencia, autores judíos, humanistas y críticos como H. Cohen, F. Rosenzweig, E. Lévinas, E. Bloch, M. Horkheimer, T. Adorno o W. Benjamin.
Todo este caudal de filosofía y pensamiento judeocristiano, con sus luces o aciertos y límites o carencias (claro, como toda obra humana) nos proporciona unas claves, principios y orientaciones para promover toda una filosofía humanista, crítica, ética social y liberadora con los pobres de la tierra. Es una filosofía del Don, con autores igualmente como J. L. Marion, que acoge el regalo de la realidad del amor y de los otros, “soy amado luego existo”, por el que nos constituimos como personas. En esta experiencia y “ciencia del amor”, en la línea de Ortega, que debe ser la reflexión filosófica. El Don (Gracia) del amor de los otros y del Otro, Dios desde la fe, nos lleva a realizar ese amor con los demás (otros) que se realiza en el principio-misericordia, memoria compasiva y justicia con los pobres.
Y es que, en este sentido, las personas, todos los seres humanos y los pobres tienen una vida y dignidad sagrada e inviolable, unos deberes y derechos naturales, humanos e inalienables. El amor se efectúa en esta misericordia y ética de la com-pasión, memoria “passionis”, por la que se asume el sufrimiento e injusticia que padecen los otros, los pobres que, de igual forma, lleva al compromiso por la justicia y liberación integral. El amor y misericordia es inseparable de la promoción de la paz, del bien común y de la justicia que se realiza en la opción por los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral de todo mal, desigualdad e injusticia.
Como se observa, es un amor, misericordia y justicia real, concreta, social e histórica que, debido a este inherente carácter sociable o público y ético-político del ser humano en la historia, supone esta búsqueda de la liberación integral del mal común e injusticia. La filosofía tiene, por tanto, esta inherente dimensión social, crítica, pública, política y liberadora de las raíces y causas de los males e injusticias humanas, sociales e históricas. Lo que se une inseparablemente a esta promoción del bien común, universal, civilización del amor y justicia socio-histórica con los pobres. Lejos de toda ingenuidad y asistencialismo paternalista, la filosofía ejerce así de forma inherente su función profética, humanista, social, crítica-ética y política. En la promoción de que las personas, los pueblos y los pobres sean los sujetos protagonistas de su desarrollo y liberación integral de toda dominación, opresión, desigualdad e injusticia.
Debido a esta naturaleza social e histórica del ser humano y de la filosofía, la inteligencia crítica, ética y política con sus mediaciones socio-analíticas como son las ciencias sociales lleva al análisis, negación y transformación de estas raíces y causas estructurales del mal e injusticia. El mal personal e histórico se retroalimentan mutuamente dando lugar a unas relaciones inhumanas y estructuras sociales injustas. A unos sistemas políticos y económicos opresores, a mecanismos laborales, comerciales y financieros perversos. Por lo que es necesario e imprescindible tanto el discernimiento y cambio (conversión) personal, la santidad espiritual-mística con la civilización de la pobreza frente la riqueza. Como el análisis y transformación socio-estructural, con la civilización del trabajo contra la del capital.
El ver-conocer (hacerse cargo), juzgar-valorar (cargar) y actuar transformador (encargarte) de la realidad expresan una inteligencia teórica-científica, ética y práctica. Lo cual implica toda esta renovación personal, comunitaria, social, estructural e histórica. La promoción del bien común, de los derechos humanos y de la justicia orientan a toda esta transformación socio-estructural. Para el trabajo vivo, digno y decente con una economía del don y comunión solidaria. Al servicio de las necesidades, capacidades y desarrollo humano integral; frente a la civilización idolátrica del capital, del mercado y competitividad, de las guerras y destrucción ecológica. Una comunión solidaria que mueve al cambio (conversión) personal con una santidad espiritual-mística en el amor fraterno y solidaridad de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. En oposición al egoísmo e individualismo insolidario y posesivo con los ídolos de la riqueza-ser rico, propiedad, poseer, consumir y tener que esclaviza: a todo este ser persona; al ser humano, fraterno, solidario, comprometido y militante en la justicia con los pobres.
Se trata de articular el bien común, la solidaridad y la justicia social-global con los pobres, en contra del neoliberalismo con el capitalismo y su ídolo del mercado (elitismo-totalitarismo economicista), con la libertad personal y democracia real. Frente al comunismo colectivista o colectivismo con su ídolo del estado-partido (elitismo-totalitarismo político/burocrático). Asegurando a nivel mundial un estado social de derecho-s con los valores y principios del trabajo decente, con un salario justo, que está por encima del capital, de la ganancia, productividad y crecimiento competitivo. El destino universal de los bienes con la justa distribución de los recursos, como debe realizar asimismo un sistema fiscal justo, que tiene la primacía sobre el derecho (secundario) de propiedad. Las políticas sociales y los servicios públicos que aseguran los derechos humanos como son la cultura y la educación (crítica, ética y liberadora con los pobres), la salud, la vivienda, la alimentación, el agua, las energías y el transporte, los servicios sociales...
Es un desarrollo global y una ecología integral. Uniendo este cambio personal con los valores e ideales que nos dan sentido y felicidad (ecología mental), las relaciones de justicia con los gritos de los pobres de la tierra (ecología social) y de cuidados con el clamor de esa casa común que es el planeta (ecología ambiental). Lo que tiene su entraña en la ecología espiritual y mística por la que me religo o abro a la trascendencia, a la vida plena y eterna con el Dios de la vida, de los pobres y de la naturaleza-cosmos. La razón crítica, ética y trascendente se abre a la espera y esperanza de que el mal, muerte e injusticia que padecen los pobres-víctimas no tengan la última palabra. En esta línea, hay que desarrollar una filosofía femenina con la ética del cuidado en la promoción de la dignidad y protagonismo de la mujer empobrecida, oprimida y excluida. Una filosofía inter-cultural e inter-religiosa por la que entro en diálogo y encuentro con los otros pueblos, culturas y religiones. Asumiendo todo lo bueno, bello y verdadero de esas culturas y religiosidades populares como las obreras, rurales e indígenas que han sido colonizadas por la razón tecnocrática y economicista.
Una bioética global que defiende la vida en todas sus fases y dimensiones, desde el principio con la fecundación-concepción hasta el final, el matrimonio y la familia en el amor fiel de un hombre con una mujer: abierto a la vida e hijos; a la solidaridad y justicia con los pobres. Es la familia solidaria, pobre, comprometida y militante por la paz y justicia con los pobres, con las familias empobrecidas y con el planeta. Todo lo anterior es lo que puede fecundar mutuamente la fe y la razón, el cristianismo y la filosofía, la iglesia y la cultura al servicio de la vida, del bien común y de la justicia con los pobres. Iglesia pobre con los pobres en misión y salida hacia las periferias, que libera de la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte. Tal como nos enseña todo lo dicho hasta aquí, en su realidad propia, el magisterio de los Papas como Francisco.
Concluimos con estas palabras tan sabias y cristianas del filósofo y teólogo mártir Ellacuría, en su trabajo ya citado. “Para estar inmersa en la praxis de liberación, la filosofía debe relacionarse debidamente con el sujeto de la liberación. El sujeto de la liberación es idealmente el que es en sí mismo la víctima mayor de la dominación, el que realmente carga con la cruz de la historia, porque esa cruz es el escarnio, no de quien la sufre, sino de quien la impone. Y lleva en sí un proceso de muerte que puede y debe dar paso a una vida distinta. La cruz es la verificación del reino de la nada, del mal que definiéndose negativamente como no realidad, es el que aniquila y hace malas todas las cosas, pero que en razón de la víctima negada puede dar paso a una vida nueva, que tiene caracteres de creación”
Efectivamente filósofos y pensadores cristianos de todos los tiempos han aportado mucho y bueno para desarrollar toda una cultura, filosofía y ética del amor fraterno, la solidaridad y justicia con los pobres (empobrecidos, oprimidos, excluidos y víctimas de la historia). Ahí tenemos a nombres y testimonios como San Agustín, Santo Tomás de Aquino, San Buenaventura, F. de Vitoria, F. Suarez y la escuela de Salamanca con su proyección en América con A. de Montesinos o Bartolomé de las Casas. Y corrientes del pensamiento contemporáneo como el humanismo, personalismo y el latinoamericano con Mounier, Zubiri, Rovirosa, Malagón, S. Weil, L. Milani, D. Day, P. Ricoeur, P. Freire, el mismo Ellacuría, E. Dussel o J.C. Scannone. Por sólo hacer referencia a unos cuantos autores significativos. A los que podemos unir, por su significatividad e influencia, autores judíos, humanistas y críticos como H. Cohen, F. Rosenzweig, E. Lévinas, E. Bloch, M. Horkheimer, T. Adorno o W. Benjamin.
Todo este caudal de filosofía y pensamiento judeocristiano, con sus luces o aciertos y límites o carencias (claro, como toda obra humana) nos proporciona unas claves, principios y orientaciones para promover toda una filosofía humanista, crítica, ética social y liberadora con los pobres de la tierra. Es una filosofía del Don, con autores igualmente como J. L. Marion, que acoge el regalo de la realidad del amor y de los otros, “soy amado luego existo”, por el que nos constituimos como personas. En esta experiencia y “ciencia del amor”, en la línea de Ortega, que debe ser la reflexión filosófica. El Don (Gracia) del amor de los otros y del Otro, Dios desde la fe, nos lleva a realizar ese amor con los demás (otros) que se realiza en el principio-misericordia, memoria compasiva y justicia con los pobres.
Y es que, en este sentido, las personas, todos los seres humanos y los pobres tienen una vida y dignidad sagrada e inviolable, unos deberes y derechos naturales, humanos e inalienables. El amor se efectúa en esta misericordia y ética de la com-pasión, memoria “passionis”, por la que se asume el sufrimiento e injusticia que padecen los otros, los pobres que, de igual forma, lleva al compromiso por la justicia y liberación integral. El amor y misericordia es inseparable de la promoción de la paz, del bien común y de la justicia que se realiza en la opción por los pobres como sujetos de su promoción liberadora e integral de todo mal, desigualdad e injusticia.
Como se observa, es un amor, misericordia y justicia real, concreta, social e histórica que, debido a este inherente carácter sociable o público y ético-político del ser humano en la historia, supone esta búsqueda de la liberación integral del mal común e injusticia. La filosofía tiene, por tanto, esta inherente dimensión social, crítica, pública, política y liberadora de las raíces y causas de los males e injusticias humanas, sociales e históricas. Lo que se une inseparablemente a esta promoción del bien común, universal, civilización del amor y justicia socio-histórica con los pobres. Lejos de toda ingenuidad y asistencialismo paternalista, la filosofía ejerce así de forma inherente su función profética, humanista, social, crítica-ética y política. En la promoción de que las personas, los pueblos y los pobres sean los sujetos protagonistas de su desarrollo y liberación integral de toda dominación, opresión, desigualdad e injusticia.
Debido a esta naturaleza social e histórica del ser humano y de la filosofía, la inteligencia crítica, ética y política con sus mediaciones socio-analíticas como son las ciencias sociales lleva al análisis, negación y transformación de estas raíces y causas estructurales del mal e injusticia. El mal personal e histórico se retroalimentan mutuamente dando lugar a unas relaciones inhumanas y estructuras sociales injustas. A unos sistemas políticos y económicos opresores, a mecanismos laborales, comerciales y financieros perversos. Por lo que es necesario e imprescindible tanto el discernimiento y cambio (conversión) personal, la santidad espiritual-mística con la civilización de la pobreza frente la riqueza. Como el análisis y transformación socio-estructural, con la civilización del trabajo contra la del capital.
El ver-conocer (hacerse cargo), juzgar-valorar (cargar) y actuar transformador (encargarte) de la realidad expresan una inteligencia teórica-científica, ética y práctica. Lo cual implica toda esta renovación personal, comunitaria, social, estructural e histórica. La promoción del bien común, de los derechos humanos y de la justicia orientan a toda esta transformación socio-estructural. Para el trabajo vivo, digno y decente con una economía del don y comunión solidaria. Al servicio de las necesidades, capacidades y desarrollo humano integral; frente a la civilización idolátrica del capital, del mercado y competitividad, de las guerras y destrucción ecológica. Una comunión solidaria que mueve al cambio (conversión) personal con una santidad espiritual-mística en el amor fraterno y solidaridad de vida, bienes y luchas por la justicia con los pobres de la tierra. En oposición al egoísmo e individualismo insolidario y posesivo con los ídolos de la riqueza-ser rico, propiedad, poseer, consumir y tener que esclaviza: a todo este ser persona; al ser humano, fraterno, solidario, comprometido y militante en la justicia con los pobres.
Se trata de articular el bien común, la solidaridad y la justicia social-global con los pobres, en contra del neoliberalismo con el capitalismo y su ídolo del mercado (elitismo-totalitarismo economicista), con la libertad personal y democracia real. Frente al comunismo colectivista o colectivismo con su ídolo del estado-partido (elitismo-totalitarismo político/burocrático). Asegurando a nivel mundial un estado social de derecho-s con los valores y principios del trabajo decente, con un salario justo, que está por encima del capital, de la ganancia, productividad y crecimiento competitivo. El destino universal de los bienes con la justa distribución de los recursos, como debe realizar asimismo un sistema fiscal justo, que tiene la primacía sobre el derecho (secundario) de propiedad. Las políticas sociales y los servicios públicos que aseguran los derechos humanos como son la cultura y la educación (crítica, ética y liberadora con los pobres), la salud, la vivienda, la alimentación, el agua, las energías y el transporte, los servicios sociales...
Es un desarrollo global y una ecología integral. Uniendo este cambio personal con los valores e ideales que nos dan sentido y felicidad (ecología mental), las relaciones de justicia con los gritos de los pobres de la tierra (ecología social) y de cuidados con el clamor de esa casa común que es el planeta (ecología ambiental). Lo que tiene su entraña en la ecología espiritual y mística por la que me religo o abro a la trascendencia, a la vida plena y eterna con el Dios de la vida, de los pobres y de la naturaleza-cosmos. La razón crítica, ética y trascendente se abre a la espera y esperanza de que el mal, muerte e injusticia que padecen los pobres-víctimas no tengan la última palabra. En esta línea, hay que desarrollar una filosofía femenina con la ética del cuidado en la promoción de la dignidad y protagonismo de la mujer empobrecida, oprimida y excluida. Una filosofía inter-cultural e inter-religiosa por la que entro en diálogo y encuentro con los otros pueblos, culturas y religiones. Asumiendo todo lo bueno, bello y verdadero de esas culturas y religiosidades populares como las obreras, rurales e indígenas que han sido colonizadas por la razón tecnocrática y economicista.
Una bioética global que defiende la vida en todas sus fases y dimensiones, desde el principio con la fecundación-concepción hasta el final, el matrimonio y la familia en el amor fiel de un hombre con una mujer: abierto a la vida e hijos; a la solidaridad y justicia con los pobres. Es la familia solidaria, pobre, comprometida y militante por la paz y justicia con los pobres, con las familias empobrecidas y con el planeta. Todo lo anterior es lo que puede fecundar mutuamente la fe y la razón, el cristianismo y la filosofía, la iglesia y la cultura al servicio de la vida, del bien común y de la justicia con los pobres. Iglesia pobre con los pobres en misión y salida hacia las periferias, que libera de la globalización de la indiferencia y la cultura del descarte. Tal como nos enseña todo lo dicho hasta aquí, en su realidad propia, el magisterio de los Papas como Francisco.
Concluimos con estas palabras tan sabias y cristianas del filósofo y teólogo mártir Ellacuría, en su trabajo ya citado. “Para estar inmersa en la praxis de liberación, la filosofía debe relacionarse debidamente con el sujeto de la liberación. El sujeto de la liberación es idealmente el que es en sí mismo la víctima mayor de la dominación, el que realmente carga con la cruz de la historia, porque esa cruz es el escarnio, no de quien la sufre, sino de quien la impone. Y lleva en sí un proceso de muerte que puede y debe dar paso a una vida distinta. La cruz es la verificación del reino de la nada, del mal que definiéndose negativamente como no realidad, es el que aniquila y hace malas todas las cosas, pero que en razón de la víctima negada puede dar paso a una vida nueva, que tiene caracteres de creación”