La madurez de la vida y de la fe con Francisco en América Latina
En este artículo, vamos a presentar una crónica y síntesis de lo que ha sido el último viaje del Papa Francisco por nuestra querida Latinoamérica, a Chile y a Perú. Sin duda, como por ejemplo nos muestra Z. Bauman o tantos otros, en este viaje Francisco ha testimoniado una vez más que es referente moral y espiritual de la humanidad, de la fe e iglesia. Nuestro querido Papa Francisco, sucesor de Pedro, llevó su mensaje espiritual: la alegría de la fe, la paz, la justicia con los pobres de la tierra y la ecología integral en el Dios de la Vida. Ya al iniciar el vuelo, afirmó que "estamos en el límite, estoy realmente asustado. Debemos eliminar las armas nucleares". En este sentido, el Papa ha querido que se difunda la imagen de un niño, que espera para llevar a su hermano pequeño hasta el crematorio, tras la masacre de Nagasaki. Este es "El fruto de la guerra", afirma el Papa, "tengo miedo de la guerra nuclear, estamos al límite. Encontré esta imagen por casualidad, y me conmovió cuando la vi. Quería imprimirlo y dárselo, porque una imagen mueve más que mil palabras".
En Chile, ante numerosos jóvenes, el Papa nos dejó un maravilloso, bello y profundo mensaje para vivir una fe adulta, madura y comprometida en el seguimiento de Jesús. Francisco nos transmite que "madurar es hacer crecer los sueños y las ilusiones, no bajar la guardia y dejarse comprar por dos chirolas (...). Madurar no es aceptar la injusticia ni creer que nada podemos hacer, que todo siempre fue así. ¿Para qué vamos a cambiar si siempre se hizo así? Eso es corrupción. La verdadera madurez es llevar adelante los sueños e ilusiones, juntos, confrontándose, discutiendo, pero siempre mirando hacia adelante. No vendan esas ilusiones, ¿está claro?.. Con la fe nos pasa lo mismo (...) Después de un tiempo, hay momentos en que empieza a bajar nuestro ancho de banda, despacito...y aquel entusiasmo, el querer estar conectados con Jesús, se empieza a perder, y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería. Y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe. Y entonces quedamos desconectados de la realidad y de lo que está pasando en el mundo. Y sentimos que quedamos fuera del mundo, en 'mi mundito', donde estamos tranquilos, en mi sofá porque no tienen nada que aportar. Nunca pienses que no tienes nada que aportar, o que no le haces falta a nadie. Le haces falta a mucha gente, pensadlo en vuestro corazón. Yo le hago falta a mucha gente. El 'No le hago falta a nadie' es el consejo del diablo, para que nada cambie".
En su último momento en Chile, el Papa nos manifestó la verdadera “alegría del Evangelio” con una enseñanza y denuncia profética, en la línea de sus mensajes a los movimientos populares. En la tierra de la inmigración, Francisco denunció "las nuevas formas de explotación", desde la precarización del trabajo a las injusticias que algunos cometen contra los sin papeles. "Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias" El Papa nos pide estar atentos y reconocer a aquellos que tienen la vida aguada, que han perdido o les han robado las razones para celebrar, los tristes de corazón. Y que no tengamos miedo de alzar nuestra voces para decir, 'no tienen vino'". Es, ni más ni menos, que "el clamor del pobre, que tiene forma de oración y ensancha el corazón", y que "nos enseña a esta atentos a todas formas de injusticia y a las nuevas formas de explotación".
Francisco nos sigue exhortando a que "estemos atentos a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares; a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos migrantes porque no conocen el idioma o no tienen sus papeles en regla; a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias, y como María digamos 'No tienen vino'", clamó el Papa. “Aportemos lo que tengamos, por poco que parezca, que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que hoy podamos entonarle a nuestro Señor. Aprovechemos para aprender y dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que los migrantes traen consigo. No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar. Y después, dejemos que Jesús termine el milagro. Transformando nuestras comunidades y corazones en signo vivo de su presencia, que es alegre y festiva, porque hemos experimentado que Dios está con nosotros, porque hemos aprendido a hospedarlo en medio de nuestro corazón". Toda una enseñanza espiritual, solidaria, ética e inter-cultural en solidaridad y justicia con los pobres como son los hermanos migrantes o refugiados. El Papa la culminó instando a "transmitir todo lo bueno que hay de nuestra cultura originaria, para que el que viene encuentre y dé sabiduría. Estamos invitados a cuidar y defender a la belleza en el rostro cuneiforme de sus pueblos", concluyó. "Qué más puedo desearles que decir al Señor: mira la fe de tu pueblo, regálale unidad y paz".
Ya en Perú, ante los poderosos y enriquecidos que están constantemente corrompiendo la justicia, la misma democracia, el Papa exigió que “la corrupción es evitable, exige el compromiso de todos. La corrupción es un virus social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre Tierra los más perjudicados". En la línea de su encíclica LS, que nos presenta una ecología integral, el Papa señaló que "la degradación del medio ambiente no se puede separar de la degradación moral. Hay una sombra, se cierne una amenaza: la manera en cómo estamos despojando a la Tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de vida. Unidos para defender la esperanza, prosiguió, significa impulsar y desarrollar una ecología integral como alternativa a un modelo de desarrollo caduco. Pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental. Y esto exige escuchar, reconocer a los pueblos locales como interlocutores válidos, a las principales víctimas de los efectos catastróficos que, en nombre del desarrollo, provocan muchos proyectos". En concreto, añadió, "la minería informal" que se ha convertido "en un peligro que destruye la vida de personas". En un "proceso de degradación" promovido por organizaciones que "someten a hermanos nuestros a la trata, al trabajo informal y a otros males que afectan a su dignidad, y a la vez a la dignidad de los pueblos".
En Puerto Maldonado, el Papa nos transmite todo una espiritualidad y ética femenina, profética y liberadora por la que denuncia que"no se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres. Sosteniendo una cultura machista, que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades". Una mística y moral femenina, matrimonial y familiar. En donde el Papa reivindicó el papel de la familia y de la comunidad; frente a los que quieren "una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar". Nuevas víctimas de la cultura del descarte, "una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses". Una "cultura anónima, sin lazos, sin rostros. Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir" y que trata igual a la tierra, devastando bosques, ríos y quebradas. También a las personas, "usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles»"...
Con este compromiso ético, por la justicia con los pobres y con los movimientos populares en la ecología integral, Francisco nos llama de nuevo a luchar contra la trata de personas y la "esclavitud. Esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. Hay que asegurar los derechos de las 3 T, "techo, tierra y trabajo, para un futuro mejor de las personas con sus familias". Un trabajo digno frente al precario", como es el de la extracción del oro. Un oro que "se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humano. Con su enseñanza profética, el Papa denuncia y combate "los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder que lo corrompen todo. Corrompen a la persona y a las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos".
Y hace un llamado a una espiritualidad de la esperanza que "no es genérica, ni abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias. Todas las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad". Francisco pidió que se "ame a esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra, comprométanse y cuídenla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos. Como se observa, la iglesia con el Papa Francisco y sus misioneros promueven la defensa de la vida y dignidad de los pueblos, de los indígenas y los pobres de la tierra. En la promoción de las culturas y la ecología integral, con la oposición a los ídolos del capital y la riqueza-ser rico, del poder y toda dominación.
El Papa con su discurso "dio duro", como él dice. Francisco denunció la gran complicidad que permite las diversas formas de trata de personas, esclavitud sexual o laboral. Y cargó contra el neo-extractivismo (petróleo, madera, oro, monocultivos) que degrada la naturaleza y asfixia a los pueblos originarios. El Papa pidió espacios de respeto y diálogo intercultural, protección para los pueblos indígenas en aislamiento voluntario. Calificó a los indígenas de "memoria viva de la misión que Dios ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común"; los llamó interlocutores y protagonistas en la preservación de sus culturas originarias ante los nuevos colonialismos. Les dice el Papa a los indígenas que "muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren sus identidad". Habló de los misioneros, que se han comprometido con estos pueblos "y han defendido sus culturas", inspirados en el Evangelio. "Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las iglesias locales amazónicas", para plasmar "una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena".
Por último, ya en Lima, se expresó la fe de un pueblo y una ciudad con más de un millón de personas junto el Papa Francisco al servicio de la fe, misión y solidaridad en la justicia con los pobres de la tierra. Frente a la globalización de la indiferencia ante el sufrimiento e injusticia de los pobres, afirma el Papa Francisco, hay que salir a la misión y a las periferias: llevar la salvación liberadora que nos regala Jesús; comprometerse y luchar por un mundo más fraterno, justo y solidario, por la dignidad y la vida. Ese amor fraterno y esperanza que, en la lucha solidaria por la justicia liberadora con los pobres, culmina en la vida plena-eterna, en los cielos nuevos y tierra nueva. Gracias a Dios y a él.
En Chile, ante numerosos jóvenes, el Papa nos dejó un maravilloso, bello y profundo mensaje para vivir una fe adulta, madura y comprometida en el seguimiento de Jesús. Francisco nos transmite que "madurar es hacer crecer los sueños y las ilusiones, no bajar la guardia y dejarse comprar por dos chirolas (...). Madurar no es aceptar la injusticia ni creer que nada podemos hacer, que todo siempre fue así. ¿Para qué vamos a cambiar si siempre se hizo así? Eso es corrupción. La verdadera madurez es llevar adelante los sueños e ilusiones, juntos, confrontándose, discutiendo, pero siempre mirando hacia adelante. No vendan esas ilusiones, ¿está claro?.. Con la fe nos pasa lo mismo (...) Después de un tiempo, hay momentos en que empieza a bajar nuestro ancho de banda, despacito...y aquel entusiasmo, el querer estar conectados con Jesús, se empieza a perder, y empezamos a quedarnos sin conexión, sin batería. Y entonces nos gana el mal humor, nos volvemos descreídos, tristes, sin fuerza, y todo lo empezamos a ver mal. Sin conexión, sin la conexión con Jesús, terminamos ahogando nuestras ideas, nuestros sueños, nuestra fe. Y entonces quedamos desconectados de la realidad y de lo que está pasando en el mundo. Y sentimos que quedamos fuera del mundo, en 'mi mundito', donde estamos tranquilos, en mi sofá porque no tienen nada que aportar. Nunca pienses que no tienes nada que aportar, o que no le haces falta a nadie. Le haces falta a mucha gente, pensadlo en vuestro corazón. Yo le hago falta a mucha gente. El 'No le hago falta a nadie' es el consejo del diablo, para que nada cambie".
En su último momento en Chile, el Papa nos manifestó la verdadera “alegría del Evangelio” con una enseñanza y denuncia profética, en la línea de sus mensajes a los movimientos populares. En la tierra de la inmigración, Francisco denunció "las nuevas formas de explotación", desde la precarización del trabajo a las injusticias que algunos cometen contra los sin papeles. "Estemos atentos a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias" El Papa nos pide estar atentos y reconocer a aquellos que tienen la vida aguada, que han perdido o les han robado las razones para celebrar, los tristes de corazón. Y que no tengamos miedo de alzar nuestra voces para decir, 'no tienen vino'". Es, ni más ni menos, que "el clamor del pobre, que tiene forma de oración y ensancha el corazón", y que "nos enseña a esta atentos a todas formas de injusticia y a las nuevas formas de explotación".
Francisco nos sigue exhortando a que "estemos atentos a la precarización del trabajo que destruye vidas y hogares; a los que se aprovechan de la irregularidad de muchos migrantes porque no conocen el idioma o no tienen sus papeles en regla; a la falta de techo, tierra y trabajo de tantas familias, y como María digamos 'No tienen vino'", clamó el Papa. “Aportemos lo que tengamos, por poco que parezca, que nuestra solidaridad y nuestro compromiso con la justicia sean parte del baile o la canción que hoy podamos entonarle a nuestro Señor. Aprovechemos para aprender y dejarnos impregnar por los valores, la sabiduría y la fe que los migrantes traen consigo. No nos privemos de todo lo bueno que tienen para aportar. Y después, dejemos que Jesús termine el milagro. Transformando nuestras comunidades y corazones en signo vivo de su presencia, que es alegre y festiva, porque hemos experimentado que Dios está con nosotros, porque hemos aprendido a hospedarlo en medio de nuestro corazón". Toda una enseñanza espiritual, solidaria, ética e inter-cultural en solidaridad y justicia con los pobres como son los hermanos migrantes o refugiados. El Papa la culminó instando a "transmitir todo lo bueno que hay de nuestra cultura originaria, para que el que viene encuentre y dé sabiduría. Estamos invitados a cuidar y defender a la belleza en el rostro cuneiforme de sus pueblos", concluyó. "Qué más puedo desearles que decir al Señor: mira la fe de tu pueblo, regálale unidad y paz".
Ya en Perú, ante los poderosos y enriquecidos que están constantemente corrompiendo la justicia, la misma democracia, el Papa exigió que “la corrupción es evitable, exige el compromiso de todos. La corrupción es un virus social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre Tierra los más perjudicados". En la línea de su encíclica LS, que nos presenta una ecología integral, el Papa señaló que "la degradación del medio ambiente no se puede separar de la degradación moral. Hay una sombra, se cierne una amenaza: la manera en cómo estamos despojando a la Tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de vida. Unidos para defender la esperanza, prosiguió, significa impulsar y desarrollar una ecología integral como alternativa a un modelo de desarrollo caduco. Pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental. Y esto exige escuchar, reconocer a los pueblos locales como interlocutores válidos, a las principales víctimas de los efectos catastróficos que, en nombre del desarrollo, provocan muchos proyectos". En concreto, añadió, "la minería informal" que se ha convertido "en un peligro que destruye la vida de personas". En un "proceso de degradación" promovido por organizaciones que "someten a hermanos nuestros a la trata, al trabajo informal y a otros males que afectan a su dignidad, y a la vez a la dignidad de los pueblos".
En Puerto Maldonado, el Papa nos transmite todo una espiritualidad y ética femenina, profética y liberadora por la que denuncia que"no se puede «naturalizar» la violencia hacia las mujeres. Sosteniendo una cultura machista, que no asume el rol protagónico de la mujer dentro de nuestras comunidades". Una mística y moral femenina, matrimonial y familiar. En donde el Papa reivindicó el papel de la familia y de la comunidad; frente a los que quieren "una tierra anónima, sin hijos, una tierra infecunda. Un lugar fácil de comercializar y explotar". Nuevas víctimas de la cultura del descarte, "una cultura que no se conforma solamente con excluir, sino que avanzó silenciando, ignorando y desechando todo lo que no le sirve a sus intereses". Una "cultura anónima, sin lazos, sin rostros. Una cultura sin madre que lo único que quiere es consumir" y que trata igual a la tierra, devastando bosques, ríos y quebradas. También a las personas, "usadas hasta el cansancio y después dejadas como «inservibles»"...
Con este compromiso ético, por la justicia con los pobres y con los movimientos populares en la ecología integral, Francisco nos llama de nuevo a luchar contra la trata de personas y la "esclavitud. Esclavitud para el trabajo, esclavitud sexual, esclavitud para el lucro. Duele constatar cómo en esta tierra, que está bajo el amparo de la Madre de Dios, tantas mujeres son tan desvaloradas, menospreciadas y expuestas a un sinfín de violencias. Hay que asegurar los derechos de las 3 T, "techo, tierra y trabajo, para un futuro mejor de las personas con sus familias". Un trabajo digno frente al precario", como es el de la extracción del oro. Un oro que "se puede convertir en un falso dios que exige sacrificios humano. Con su enseñanza profética, el Papa denuncia y combate "los falsos dioses, los ídolos de la avaricia, del dinero, del poder que lo corrompen todo. Corrompen a la persona y a las instituciones, también destruyen el bosque. Jesús decía que hay demonios que, para expulsarlos, exigen mucha oración. Este es uno de ellos".
Y hace un llamado a una espiritualidad de la esperanza que "no es genérica, ni abstracta. Nuestro Padre mira personas concretas, con rostros e historias. Todas las comunidades cristianas han de ser reflejo de esta mirada, de esta presencia que crea lazos, genera familia y comunidad". Francisco pidió que se "ame a esta tierra, siéntanla suya. Huélanla, escúchenla, maravíllense de ella. Enamórense de esta tierra, comprométanse y cuídenla. No la usen como un simple objeto descartable, sino como un verdadero tesoro para disfrutar, hacer crecer y transmitirlo a sus hijos. Como se observa, la iglesia con el Papa Francisco y sus misioneros promueven la defensa de la vida y dignidad de los pueblos, de los indígenas y los pobres de la tierra. En la promoción de las culturas y la ecología integral, con la oposición a los ídolos del capital y la riqueza-ser rico, del poder y toda dominación.
El Papa con su discurso "dio duro", como él dice. Francisco denunció la gran complicidad que permite las diversas formas de trata de personas, esclavitud sexual o laboral. Y cargó contra el neo-extractivismo (petróleo, madera, oro, monocultivos) que degrada la naturaleza y asfixia a los pueblos originarios. El Papa pidió espacios de respeto y diálogo intercultural, protección para los pueblos indígenas en aislamiento voluntario. Calificó a los indígenas de "memoria viva de la misión que Dios ha encomendado a todos: cuidar la Casa Común"; los llamó interlocutores y protagonistas en la preservación de sus culturas originarias ante los nuevos colonialismos. Les dice el Papa a los indígenas que "muchos han escrito y hablado sobre ustedes. Está bien que ahora sean ustedes mismos quienes se autodefinan y nos muestren sus identidad". Habló de los misioneros, que se han comprometido con estos pueblos "y han defendido sus culturas", inspirados en el Evangelio. "Necesitamos que los pueblos originarios moldeen culturalmente las iglesias locales amazónicas", para plasmar "una Iglesia con rostro amazónico y una Iglesia con rostro indígena".
Por último, ya en Lima, se expresó la fe de un pueblo y una ciudad con más de un millón de personas junto el Papa Francisco al servicio de la fe, misión y solidaridad en la justicia con los pobres de la tierra. Frente a la globalización de la indiferencia ante el sufrimiento e injusticia de los pobres, afirma el Papa Francisco, hay que salir a la misión y a las periferias: llevar la salvación liberadora que nos regala Jesús; comprometerse y luchar por un mundo más fraterno, justo y solidario, por la dignidad y la vida. Ese amor fraterno y esperanza que, en la lucha solidaria por la justicia liberadora con los pobres, culmina en la vida plena-eterna, en los cielos nuevos y tierra nueva. Gracias a Dios y a él.