Después de atacar a Scicluna-Bertomeu, arremeten contra el cardenal Prevost Desvelamos la estrategia del Sodalicio: Desacreditar al Papa y a sus colaboradores más directos
Los sodálites acaban de lanzar un misil en plena línea de flotación del Papa, acusando nada menos que al prefecto del dicasterio de Obispos, cardenal Robert Prevost, de encubrimiento
El primer frente lo orquesta Sebastián Blanco, secretario de Asociación Origen; El segundo frente lo dirige el sacerdote Ricardo Coronado Arrascue, que también acusó a Prévost, sin base para hacerlo, por encubrir casos de abusos en los agustinos
El tercer frente del ataque sodálite lo encarna el ex arzobispo de Piura, en el norte de Perú, José Antonio Eguren Anselmi, que se vería obligado a presentar la renuncia después de las acusaciones de casos de abusos y otras irregularidades económicas por parte de miembros del Sodalicio de Vida Cristiana, institución la que pertenece
Queda patente, pues, que tanto Prevost como otros obispos peruanos se han esforzado en promover una cultura del cuidado y superar la visión corporativista anterior
El tercer frente del ataque sodálite lo encarna el ex arzobispo de Piura, en el norte de Perú, José Antonio Eguren Anselmi, que se vería obligado a presentar la renuncia después de las acusaciones de casos de abusos y otras irregularidades económicas por parte de miembros del Sodalicio de Vida Cristiana, institución la que pertenece
Queda patente, pues, que tanto Prevost como otros obispos peruanos se han esforzado en promover una cultura del cuidado y superar la visión corporativista anterior
Saben que tienen los días contados en la Iglesia, saben que se les acaba el ‘chollo’ económico, van a por todas y está claro que quieren morir matando. Los sodálites acaban de lanzar un misil en plena línea de flotación del Papa, acusando nada menos que al prefecto del dicasterio de Obispos, cardenal Robert Prevost, de encubrimiento. Primero fueron a por los enviados papales, Scicluna-Bertomeu, y ahora le toca a los prefectos del Papa y al propio Francisco.
En una clara táctica mafiosa, pretenden embarrar el campo y ensuciarlo lo máximo posible. Y ésta es su estrategia: Desacreditar al Papa y a sus colaboradores más directos.
En concreto, el acoso e intento de derribo del cardenal Prevost tiene tres frentes y un solo ordenante: El Sodalicio de Vida Cristiana. El primer frente lo orquesta Sebastián Blanco, cercano a Germán Doig y que trabaja con total connivencia con Ignacio Blanco, un teólogo que fue secretario de Figari y junto a su socia en la Asociación Origen, Giuliana Caccia, son la punta de lanza de los ataques encubiertos del Sodalicio. En teoría, no son sodálites, pero están a su servicio incondicionalmente.
Por eso, como cuenta Pedro Salinas, los periodistas que asediaban la nunciatura en julio de 2023 vieron entrar en ella, el primer día de la investigación sobre el Sodalicio, a Blanco y a Caccia. Luego, estos mismos periodistas supieron, por las preguntas que Scicluna y Bertomeu les hicieron el día siguiente a Paola Ugaz y Pedro Salinas (sin decirles nunca los nombres de Blanco y Caccia, aunque lo dedujeron fácilmente pues solo vinieron entrar a ellos dos aquel primer día) que "Blanco y Caccia se habían hecho pasar por víctimas… pero no del Sodalicio, sino de los periodistas que denunciaron al Sodalicio. Su objetivo era embarrar la investigación".
El segundo frente lo dirige el sacerdote Ricardo Coronado Arrascue, que también acusó a Prévost, sin base para hacerlo, por encubrir casos de abusos en los agustinos, la congregación a la que pertenecía antes de ser obispo.
Hay que precisar que la credibilidad del canonista peruano está por los suelos. Primero, porque el padre Coronado es reo acusado ante el dicasterio del Clero por gravísimos ilícitos y, a pesar de eso, quiere erigirse en ‘defensor de los abusados’.
En segundo lugar, el propio episcopado peruano le retiró sus licencias de abogado canonista, tal y como relata esta nota de prensa de la CEP del pasado 24 de agosto:
“En la 127ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Peruana, los obispos de todas las circunscripciones eclesiásticas del país han constatado que, según el can. 1483 CIC, el Rev. Ricardo Coronado Arrascue, del clero de la diócesis de Cajamarca, no puede recibir la aprobación para fungir como abogado eclesiástico y se le debe prohibir el ejercicio del patrocinio en las causas ya en curso, según cuanto previsto en el art. 111 §2 de la instrucción Dignitas connubii”.
Por último, el tercer frente del ataque sodálite lo encarnaría el ex arzobispo de Piura, en el norte de Perú, José Antonio Eguren Anselmi, que se vería obligado a presentar la renuncia después de las acusaciones de casos de abusos y otras irregularidades económicas por parte de miembros del Sodalicio de Vida Cristiana, institución a la que pertenece.
Por ejemplo, los miembros de la comunidad campesina de Catacaos dirigidos por Marcelino Ynga, acusaron a las empresas del Sodalicio de robarles sus tierras y acosarlos con procesos judiciales; denuncias que hicieron ante la comisión formada por el obispo Charles Scicluna y monseñor Jordi Bertomeu.
Por eso, ahora Eguren estaría tirando la piedra (por medio de Blanco) contra Prevost, acusándole de encubrir abusos, y escondiendo la mano, porque no le perdonaría que le haya sacado de la archidiócesis que regentaba, tras demostrarse, en la investigación Scicluna-Bertomeu, los ilícitos en los que habría incurrido contra los comuneros de Piura.
Un acto de venganza puro y duro de monseñor Eguren, a través de las terminales sodálites, contra el cardenal Prévost, porque la diferencia entre ellos, a la hora de abordar los casos de abusos, es abismal. Prevost (y los agustinos), como la mayor parte de obispos peruanos, no son excelentes a la hora de abordar los casos de abusos (aún hoy les cuesta poner a las víctimas en el centro), pero han empezado a actuar. Y Prevost lo hizo antes de ser llamado por el Papa a la Curia. Eguren y los sodálites, en cambio, aún pillados in fraganti, continúan con su política de negar las evidencias y ensuciar a todos.
Por eso, es injusto decir que Prevost encubrió, porque, a pesar de contar con pocos medios canónicos, ya antes de viajar a Roma, dejó los casos de abusos que tenía en Chiclayo o resueltos o bien encaminados, como demuestra la nota de petición de rectificación a 'Cuarto poder' enviada por la diócesis de Chiclayo.
En la larga nota de réplica a las acusaciones de 'Cuarto poder' y del Sodalicio, la diócesis de Chiclayo explica los casos de abusos en los que intervino monseñor Prevost, aporta datos, fechas y resoluciones del Dicasterio para Doctrina de la Fe, donde se enviaron siguiendo el protocolo exigido a los obispos y concluye asegurando que "no corresponde a la verdad lo afirmado por el programa Cuarto Poder que el cardenal Robert Prevost habría encubierto".
Queda patente, pues, que tanto Prevost como otros obispos peruanos se han esforzado en promover una cultura del cuidado y superar la visión corporativista anterior. Les queda camino por recorrer a los prelados peruanos, pero este ataque de los sodálites se revela absolutamente injusto. Y más, viendo del Sodalicio y de Eguren, que continúan maltratando a las víctimas, negando la mayor, poniendo en marcha el ventilador de la porquería y, lo que es peor, atacando al Papa a través de Prevost y a sus enviados de la comisión de investigación.
La cultura del cuidado está empezando a cuajar en Perú. El problema de fondo del país andino en el tema de los abusos es la falta de buenos canonistas expertos en penal. Por eso, para promover la cultura de la prevención, el propio Jordi Bertomeu estuvo en el país más de seis veces, en los últimos cuatro años, dando conferencias en la Universidad Católica de Lima, en la Universidad Ruiz Montoya de los jesuitas, en el seminario de Lima y en Iquitos a los agentes de pastoral, asi como a los obispos de la CEP.
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