El cardenal marca en la Iglesia estadounidense un ejemplo de misericordia y compasión Donald Wuerl, el "hombre de Francisco" en EEUU, celebra 50 años de sacerdocio

(Cameron Doody).- Como el Papa Francisco, el cardenal Donald Wuerl celebró la pasada semana el aniversario de su ordenación sacerdotal. En la misa que ofició para la ocasión vistió la misma casulla modesta que usó para su primera misa, hace ya 50 años, y sus fieles le regalaron una cruz pectoral con un diseño del Buen Pastor. 

Sencillez que no solo está inspirada en la del actual pontífice, sino que atestigua, además, toda una sintonía en pensamiento y práctica entre Francisco y su hombre de confianza en EEUU.

La hemeroteca más reciente da una idea del trabajo incansable de Wuerl, el actual arzobispo de Washington, por una Iglesia más misericordiosa, más pastoral y más humana, muy en la línea de Francisco.

El 20 de noviembre trascendieron noticias de que la archidiócesis de Washington perdonaría las deudas de 27 de sus parroquias, las cuales sumaban más de 10 millones de dólares. Según explicó el obispo auxiliar Barry Knestout en el periódico diocesano, aquella iniciativa era un gesto tangible de la misericordia extendida por el cardenal Wuerl al final del Año Jubilar.

La idea del purpurado, dijo Knestout, fue la de "retirarles a las parroquias una carga que les pesaba encima, para que tengan recursos disponibles como para dirigirse a la sustancia de la vida y actividades parroquiales",es decir "la oportunidad de tener un nuevo comienzo".

Como notaba el Catholic Standard, en aquel momento, el perdón del cardenal fue gratamente agradecido por los fieles, y sobre todo por los del templo de Nuestra Señora de los Dolores en Takoma Park, quienes ovacionaron al cardenal su iniciativa durante una visita pastoral en octubre.

El 23 de noviembre apareció en ese mismo periódico un comunicado en el que Wuerl pedía disculpas personalmente a Tim Bendig, una víctima de abusos sexuales a manos de un sacerdote a la que, admitió el cardenal, no había creído en un primer momento.

"Yo estaba entre los que no estábamos persuadidos de sus denuncias", escribió el cardenal, antes de reconocer que "Tim Bendig dijo la verdad acerca de un cura que representaba un peligro terrible para los niños". Su valentía no solo hizo que el sacerdote depredador fuera apartado de su cargo, sino que este coraje supuso un ejemplo para todos los fieles: "Decir (Bendig) la verdad nos ayudó a todos a convertirnos en una Iglesia mejor".

Generosidad y compasión aparte, el episodio en el que la sintonía entre Francisco y Wuerl se dejó ver de forma más clara fue en los elogios que le hizo al cardenal la última elección del Papa para la jerarquía estadounidense, el obispo electo de Dallas, Edward Burns. El hasta ahora obispo de Juneau había trabajado junto con Wuerl como director de formación y secretario personal del ahora cardenal cuando éste era obispo de Pittsburgh, desde 1988 y 2006, y el miércoles pasado compartió sus impresiones sobre su ex-jefe en una entrevista con Crux.

"Siempre va en la línea de las doctrinas de la Iglesia", dijo Burns de Wuerl. "Tiene una aptitud estupenda para la teología y la necesidad del catecismo efectivo, además de una capacidad fenomenal para la evangelización". Es más, el cardenal de Washington se ha perfilado como un modelo para los obispos estadounidenses: "Haber trabajado con él me ha ayudado de muchas formas, ahora que soy obispo ordinario. Tiene una muy buena mente administrativa, un corazón de pastor, interés y empatía para todos y un deseo de hacer la voluntad de Dios en la Iglesia".

"Un diplomático y pensador consumado". Aunque Wuerl ostenta importantes cargos en el Vaticano -trabajó, por ejemplo, en el comité de redacción del escrito que sería Amoris laetitia, y trabaja hasta hoy día en congregaciones como la de Obispos o la de Doctrina de la Fe- este encomio que le dedicó hace poco John L. Allen quizás se entienda mejor en el contexto de la generosidad, compasión y sabiduría de las que da ejemplo día tras día.

Es por todas estas capacidades, además de por su peso político, que se ha convertido en "una de las figuras más influyentes entre los obispos estadounidenses": alguien que "se ha cosechado un respeto amplio por su intelecto, su capacidad de gestión y su aspecto imperturbable de calma", como escribió el conocido vaticanista.

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