El dulce Corazón de María
“María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 1, 19). “Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres” (Lc 2, 51-52).
Comentario
En el Evangelio de la infancia de Jesús, San Lucashace una doble referencia al corazón de María; la primera, en el momento del nacimiento de Jesús, como reacción a lo que le dicen los pastores. La segunda, cuando vuelve a Nazaret, después de haber encontrado el Niño Jesús en el Templo. Por esta concurrencia, podemos afirmar la especial ternura con la que María envolvió toda la infancia de Jesús.
La actitud de María se convierte en enseñanza a la hora de acoger la Palabra de Dios. En los pasos de la lectura creyente y orante de la Biblia, uno de los tiempos o peldaños más significativos es el que se refiere a meditar la Palabra que, según los maestros espirituales, es dar vueltas, “rumiar” el texto sagrado, para saber qué desea decirnos Dios a través de la Revelación.
Celebrar la memoria del Dulce Corazón de María es reavivar la experiencia de sabernos amados, acompañados, recomendados por la Madre de Jesús a lo largo de toda la existencia. Una jaculatoria muy repetida, que rezan los fieles desde las apariciones de Fátima, invoca: “Dulce Corazón de María, sed la salvación del alma mía”.
Propuesta
Madre Teresita, de Buenafuente, rezaba: “Quiero mirar con tus ojos, hablar con tu boca, oír con tu oído y amar con tu corazón.”