Treinta artistas, en la parroquia limeña de Nuestra Señora de Fátima Exposición colectiva 'Arte y espiritualidad 2016'
Alrededor de treinta artistas se presentan en la exposición: "Arte y Espiritualidad 2016". En esta muestra colectiva, se propicia el diálogo de los artistas y el público en general, a propósito de la secular vinculación de la pintura, la fotografía, el grabado y la escultura con la espiritualidad.
El arte brinda respuestas que da el ser humano en la vida cotidiana y en las situaciones límites, desde su capacidad de trascendencia y que son expresadas en la creación plástica y en la fotografía.
Se inauguró el lunes 21 a las 7 PM. La exhibición estará abierta desde el 21 de noviembre al 2 de diciembre en el horario de 9 -12 AM y de 4 a 7 PM de lunes a domingo.
El acceso a la Sala Bernardo Bitti, se encuentra al costado izquierdo de la puerta de la Iglesia de Fátima (Av. Armendáriz 350, Miraflores - A dos cuadras de Larcomar).
Ingreso libre.
Informaciones:
P. José Francisco Navarro. S. J. - Susy Zucchetti - Paulo Palomino - Rochi Camborda.
porelcaminodelabelleza@gmail.com
Artistas Participantes:
Alayza, Apaza, Barrionuevo, Chávez, Córdova, Dorich, Espinoza, Franco, Gálvez, Gallegos, Herrera, Huapaya, Huisa, Ledgard, Leindinger, Miranda, Navarro, J.F., Navarro, P., Orams, Pazos, Peña, Rebagliati, Sevilla, Toledo, Torrejón, Valeriano, Valle Riestra, Villarreyes, Zanatti, Zarauz.
El camino de la belleza
Inauguración de la Exposición Arte y Espiritualidad 2016
Carlos Cardó Franco, S. J.
Establecer en una parroquia jesuita una galería de arte es recoger el legado de la rica tradición humanista de la Compañía, y rendir homenaje a la obra de los jesuitas en nuestro continente que impulsaron las artes como parte esencial de la evangelización. El nombre "Sala Bernardo Bitti" nos recuerda el aporte de este eximio jesuita que trajo a nuestro país las técnicas de la pintura italiana, en particular del estilo manierista, y formó generaciones de pintores que formaron nuestra escuela cuzqueña de pintura.
"Lo bello es el esplendor de lo verdadero" (Platón, Fedro). La verdad de nuestra fe resplandece en la belleza de la creación y habla del Creador. Leemos en el Génesis que, acabada la creación, "vio Dios que era bueno". Se puede traducir: "Vio Dios que era bello", porque en hebreo bueno significa también bello.
Dios es belleza suprema y fuente de vida. Es él quien con su luz nos hace conocer y apreciar la belleza de las criaturas. Él "ilumina a todo hombre que viene a este mundo" (Jn 1), "Porque en ti está la fuente de la vida y tu luz nos hace ver la luz" (Sal 35)". En este sentido, vida, luz y belleza se identifican (decimos: dar a luz, sacar a la luz y esto es lo propio del crear artístico).
El santo es el prototipo de la humanidad lograda. El santo oye a Dios que le dice: "Te has hecho bello por haberte acercado a mi luz". Estar en la luz es estar con Dios. Al contrario, el que no aprecia la belleza no se deja iluminar por Dios. El hombre vulgar que no ha desarrollado su capacidad de contemplar y admirar, vive en la noche. Dios le dirá: Te has vuelto feo por no acercarte a mi luz".
El Apocalipsis nos dice que el final se unirá al origen. Y entonces "ya no habrá noche y los hombres no tendrán necesidad de la luz de lámparas, ni de la luz del sol, porque el Señor Dios los alumbrará" (Ap 22).
La filosofía griega definió la belleza, la bondad y la verdad como las características transcendentales del ser. Cada una de ellas trasciende las limitaciones del espacio y del tiempo, y está enraizada en el ser. No dependen de la diversidad cultural, de la doctrina religiosa o de las ideologías personales, sino que son las propiedades objetivas de todo lo que existe.
Platón es quien más desarrolla esta antigua doctrina, cuyo origen se remonta a la sabiduría hindú del Bhagavad Gita, que ya en torno al año 3100 a. C se interesó en describir el contenido de las palabras "bueno", "bello" y verdadero" (Ch.17, v.15).
Platon, en el Fedro (24), habla de "la habilidad que posee el alma humana de elevarse de la tierra hasta el cielo para contemplar la belleza, la sabiduría y la bondad". Y en el Symposium (211) afirma que "El recto modo de proceder consiste en utilizar las bellezas de la tierra como escalones para ascender a otras bellezas: de las formas justas a las prácticas justas, y de las prácticas justas a las nociones justas hasta alcanzar la idea de la belleza plena y absoluta".
En la filosofía cristiana, sobre todo con Santo Tomás de Aquino, que recoge las ideas de Platón y Aristóteles, la verdad, bondad y hermosura, además de ser las características trascendentales de la realidad, se ven como las aspiraciones más profundas del ser humano. La persona, en última instancia, se esfuerza por la perfección, que toma forma a través del deseo de alcanzar por completo la verdad, la bondad y la belleza.
En el s. XX, Edith Stein, C.S. Lewis y Karl Rahner profundizan en esta doctrina y hacen ver que esas características trascendentales de la realidad son las que proporcionan al ser humano el fundamento de su esperanza y lo sostienen en los sufrimientos y en la muerte.
Partimos, pues, de la convicción de la validez de la "via pulchritudinis" -"vía de la belleza"- para encontrarse con lo trascendente y, en definitiva, con Dios. Al poner delante de ustedes un conjunto de obras artísticas, no les mostramos simplemente lienzos pintados, mármoles, bronces o maderas talladas, sino algo más grande, que "habla", que toca el corazón, y eleva el ánimo porque comunican un mensaje. Están hechas por hombres y mujeres con capacidad creativa, es decir, que se interrogan ante la realidad visible, intentan descubrir el sentido profundo y lo comunican a través del lenguaje de las formas y de los colores. Ellos, los artistas, sirven a la sociedad llenando esa necesidad esencial del hombre de ir más allá de lo que se ve; ellos contribuyen a saciar la sed y la búsqueda de lo infinito. Con sus obras nos abren puertas hacia la belleza, la bondad y la verdad que van más allá de lo cotidiano. Ellos nos abren los ojos de la mente y del corazón, empujándonos hacia lo alto.
Por esto hablamos de una relación entre el arte y la espiritualidad. Las expresiones artísticas son caminos hacia Dios, la Belleza suprema. No cabe duda, la gracia de Dios actúa en el corazón del artista.
Queridos amigos, los invito a redescubrir la importancia de este camino para la espiritualidad. Que la Sala Bernardo Bitti no sea sólo un espacio para el enriquecimiento cultural, sino para el encuentro con la fuente de la verdad, bondad y hermosura. Que su visita sea para ustedes un momento de gracia. Lo que la Palabra (Verbo) nos dice y escuchamos en su templo, la imagen nos lo hace ver silenciosamente... Lo que hemos oído, lo hemos visto (PP. de Oriente, VIII Conc.). Por eso, sea nuestro deseo el que expresa el Salmo 27: "Una sola cosa pido al Señor, y es lo que busco: habitar en la casa del Señor toda mi vida, contemplando la belleza del Señor examinando su templo".
La potencia espiritual de la materia transforma
El ojo que mira, el oído que escucha, la mano que toca, los pies que andan. Experiencias materiales de las que estamos constituidos en primera fase. Sin embargo, la mente, la maravillosa y compleja mente humana (que otros llaman alma), transforma aquella experiencia de lo material en evocación, en símbolo, en metáfora. ¿Qué misterio hay detrás de ello? ¿Cómo de la materialidad podemos acceder a lo espiritual?
Teilhard de Chardin SJ, decía que se trata de la "potencia espiritual de la materia". Y en aquel poema teodramático que es su Himno al Universo, escribió el teólogo y científico francés: "Oh materia, ya lo ves, mi corazón tiembla. Puesto que eres tú, di, ¿qué quieres que haga? "En esa interrogación sincera y honda, se nos abren infinitas respuestas. ¿No será, acaso, la materia, la que en su agreste dureza y conformación subatómica, atómica y molecular, nos llama para que la creadora mente humana la haga suya en la transformación?
Así la materia y la experiencia sensorial que nos brinda, se convierte en un salto hacia indeterminadas formas de evocación, de ensoñación, tanto para el creador artista como para el espectador. Para el primero, ofreciendo en la obra la adición entre la materia y la creación mental desde el saber hacer. Para el segundo, percibiendo a la materia transformada desde la complejidad de su propia experiencia vital. Una mente/alma que se deja conducir desde la materia transformada.
Trascender es ir más allá de lo inmediato. Por ello, en esta muestra de Arte y Espiritualidad 2016 , queremos que las potencias de la materia transformada permitan que alas de la imaginación nos dejen volar muy alto. Y desde ahí, reconocer las huellas honestas que los artistas nos proponen a modo de itinerario de una experiencia de vida.
Ricardo L. Falla Carrillo
Director de Programa de Humanidades
Universidad Antonio Ruiz de Montoya