¿Homosexualidad y homofobia en el Vaticano?
Hace unos meses, a raíz de la publicación de su libro “La primera piedra”, Krzysztof Charamsa, sacerdote, ex-oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, afirmaba que el 50 % del clero del Vaticano son homosexuales. Una afirmación bastante mediática ¿Posible? Dice el mismo: "Es una intuición que sale de mi experiencia, de mi conocimiento de este ambiente”. Sin duda, este hombre ha estado en una atalaya, que le ha permitido observar de cerca muchos comportamientos humanos, por eso su cifra puede aproximarse a la realidad o no, ya que puede ser también intencionada. Otra cosa es que, ciertamente, se trate de un club bastante numeroso. Esto es una sospecha ya tradicional.
No obstante, la discusión no es sobre el porcentaje, sino sobre el sufrimiento, que muchas de esas personas soportan, libremente, cada día al no poder vivir su sexualidad, de acuerdo con los principios establecido por la Santa Madre Iglesia. Porque ese es su pensamiento, pero no sus sentimientos, ni sus acciones. Viven en una esquizofrenia absoluta, que tiene un coste psicológico terrible. Y, además todo eso lo viven en el centro neurálgico de la Iglesia: el Vaticano. Aunque ni ayer, ni hoy le han faltado escándalos de esta índole…Estos hombres asumen el remordimiento con total lucidez, por eso es más sangrante. Aunque sarna con gusto, dicen que no pica.
Todos ellos son absolutamente conscientes de arrastrar una doble vida. Una, aparentemente de santidad y, sin duda de un buen hacer profesional; y la otra, de oscuridad y vergüenza. Por eso el problema no es la homosexualidad, sino cómo se vive o, mejor dicho, se malvive la realización personal, y más en concreto la sexual. Y esto por su formación moral, sacerdotal o religiosa, a la que no quieren, ni pueden renunciar.
Pero, los más fríos e inteligentes ante lo inevitable de la llamada de la naturaleza, sin duda se inventarán racionalizaciones para poder aguantar el tirón vital. La famosa salida del armario les condena a dar un giro total en sus vidas. Para la mayoría, seguramente, esto es algo ya casi imposible e impensable. No aceptarían pasar, de la gloria pequeña o grande, al ostracismo y la marginación. Prefieren sobrevivir de esa manera, a golpe de confesionario. Eso decía hace unas semanas un cura italiano, que lo pillaron frecuentando prostíbulos, que después se confesaba…Un desprestigio para el sacramento de la reconciliación.
Todo esto supone un montón de sufrimiento y de hipocresía. Apariencias, guardar las formas, silencios, sobornos. Todo un mundo, cercano a lo divino, pero “humano, demasiado humano”. La “casta meretriz” del Santo Padre Justino. Y, todo esto salpicado, como decía el Papa Francisco, recientemente, de corrupción. El dinero para tantas cosas raras…Deprimente. Triste.
Otro problema es que muchos de estos señores, a pesar de vivir como viven, en sus pronunciamientos públicos ante las cuestiones de “sexto y nono” mantienen las posiciones más fosilizadas y conservadoras, sin un ápice de mirarse a sí mismos. Resulta increíble, pero cierto. Por un lado está ese mundo escondido, que malviven como pueden; y, por otro sus manifestaciones públicas. Se consideran la quintaesencia de la moral.
Al final el quid de la cuestión estriba, no tanto en la vivencia de la opción sexual por parte de cada uno, sino en la forma de vivirla y las consecuencias que eso tiene para ellos personalmente y para la Iglesia. Y, sobre todo que no salga a la luz pública, sino se mantenga en la oscuridad. Pero: ¿Quien mueve ficha y qué ficha hay que mover…?
De ahí la existencia de “homofobia”, que denuncia Charamsa. Es la condena por haber abandonado el club, saliendo del armario y pegando un portazo. Si, al menos lo hubiera hecho “mutis y por el foro”, es decir, calladito y sin ruido. Estos señores no toleran la personalización pública del asunto. Mientras sea genérico, es decir se hable de porcentajes o de “lobbies” se sienten a salvo y sin problemas. Los nombres y apellidos es lo peligroso, aunque se sepan, pero no se pronuncian en plaza pública. Siempre “soto voce”…Fulanito, menganito…
La imagen de una Iglesia muy dañada, justamente por aquellos temas, que ella ha defendido desde siempre, como muy importantes, sobre todo en relación con el sacramento de la reconciliación, hace que se resienta notablemente su credibilidad. Estas miserias humanas de la doble vida, no desde el punto de vista moral -allá cada uno ante su conciencia-, sin duda, comprometen la fe de mucha gente sencilla, que no entienden estos comportamientos, a escondidas, en hombres de Dios, maduros y adultos. Pero quién le pone el cascabel al gato… Por otro lado, sin duda hay muchos hombres y mujeres que trabajan dentro de los muros de San Pedro y que llevan una vida intachable e impecable. y, gracias a ellos, la factoría funciona y produce, no sin estridencias.
No obstante, la discusión no es sobre el porcentaje, sino sobre el sufrimiento, que muchas de esas personas soportan, libremente, cada día al no poder vivir su sexualidad, de acuerdo con los principios establecido por la Santa Madre Iglesia. Porque ese es su pensamiento, pero no sus sentimientos, ni sus acciones. Viven en una esquizofrenia absoluta, que tiene un coste psicológico terrible. Y, además todo eso lo viven en el centro neurálgico de la Iglesia: el Vaticano. Aunque ni ayer, ni hoy le han faltado escándalos de esta índole…Estos hombres asumen el remordimiento con total lucidez, por eso es más sangrante. Aunque sarna con gusto, dicen que no pica.
Todos ellos son absolutamente conscientes de arrastrar una doble vida. Una, aparentemente de santidad y, sin duda de un buen hacer profesional; y la otra, de oscuridad y vergüenza. Por eso el problema no es la homosexualidad, sino cómo se vive o, mejor dicho, se malvive la realización personal, y más en concreto la sexual. Y esto por su formación moral, sacerdotal o religiosa, a la que no quieren, ni pueden renunciar.
Pero, los más fríos e inteligentes ante lo inevitable de la llamada de la naturaleza, sin duda se inventarán racionalizaciones para poder aguantar el tirón vital. La famosa salida del armario les condena a dar un giro total en sus vidas. Para la mayoría, seguramente, esto es algo ya casi imposible e impensable. No aceptarían pasar, de la gloria pequeña o grande, al ostracismo y la marginación. Prefieren sobrevivir de esa manera, a golpe de confesionario. Eso decía hace unas semanas un cura italiano, que lo pillaron frecuentando prostíbulos, que después se confesaba…Un desprestigio para el sacramento de la reconciliación.
Todo esto supone un montón de sufrimiento y de hipocresía. Apariencias, guardar las formas, silencios, sobornos. Todo un mundo, cercano a lo divino, pero “humano, demasiado humano”. La “casta meretriz” del Santo Padre Justino. Y, todo esto salpicado, como decía el Papa Francisco, recientemente, de corrupción. El dinero para tantas cosas raras…Deprimente. Triste.
Otro problema es que muchos de estos señores, a pesar de vivir como viven, en sus pronunciamientos públicos ante las cuestiones de “sexto y nono” mantienen las posiciones más fosilizadas y conservadoras, sin un ápice de mirarse a sí mismos. Resulta increíble, pero cierto. Por un lado está ese mundo escondido, que malviven como pueden; y, por otro sus manifestaciones públicas. Se consideran la quintaesencia de la moral.
Al final el quid de la cuestión estriba, no tanto en la vivencia de la opción sexual por parte de cada uno, sino en la forma de vivirla y las consecuencias que eso tiene para ellos personalmente y para la Iglesia. Y, sobre todo que no salga a la luz pública, sino se mantenga en la oscuridad. Pero: ¿Quien mueve ficha y qué ficha hay que mover…?
De ahí la existencia de “homofobia”, que denuncia Charamsa. Es la condena por haber abandonado el club, saliendo del armario y pegando un portazo. Si, al menos lo hubiera hecho “mutis y por el foro”, es decir, calladito y sin ruido. Estos señores no toleran la personalización pública del asunto. Mientras sea genérico, es decir se hable de porcentajes o de “lobbies” se sienten a salvo y sin problemas. Los nombres y apellidos es lo peligroso, aunque se sepan, pero no se pronuncian en plaza pública. Siempre “soto voce”…Fulanito, menganito…
La imagen de una Iglesia muy dañada, justamente por aquellos temas, que ella ha defendido desde siempre, como muy importantes, sobre todo en relación con el sacramento de la reconciliación, hace que se resienta notablemente su credibilidad. Estas miserias humanas de la doble vida, no desde el punto de vista moral -allá cada uno ante su conciencia-, sin duda, comprometen la fe de mucha gente sencilla, que no entienden estos comportamientos, a escondidas, en hombres de Dios, maduros y adultos. Pero quién le pone el cascabel al gato… Por otro lado, sin duda hay muchos hombres y mujeres que trabajan dentro de los muros de San Pedro y que llevan una vida intachable e impecable. y, gracias a ellos, la factoría funciona y produce, no sin estridencias.