La Iglesia, las izquierdas rancias, y de paso, los Acuerdos Iglesia-Estado
En estas últimas semanas hemos sido, gracias a los medios, espectadores de varias declaraciones y actuaciones de un producto autóctono reciente: la izquierda rancia y obsoleta de este país. No quiero citar nombres y apellidos, ni tampoco hacerles publicidad. Al buen lector pocas palabras le bastan. Ni quiero mencionar lo que está en la mente de todo el mundo, justamente, para no servir de altavoz de sus sandeces y desatinos. Simplemente decir que en el área de lo “religioso” esas izquierdas presentan unos síntomas muy graves de ignorancia y de revancha. El producto final de sus actuaciones es tan malo, que avergonzaría a sus “inspiradores”. En cualquier caso es triste que esa “fijación”, les lleve a expresiones y espectáculos no solo de falta de respeto, sino esperpénticos. El problema es que en otros sectores del ámbito político se muestran como bolcheviques y sectarios, enchufistas y otras cosas,… el tiempo lo dirá. En lo que respecta a la Iglesia Católica cifran toda su “progresía” en atacarla en aspectos perfectamente resueltos en un Estado aconfesional como el nuestro. Y en los que no lo están, es por cuestiones más bien personalistas. Su anticlericalismo es tan trasnochado como enfermizo. Eso tendrían que mirárselo.
Los que vivimos los últimos coletazos del franquismo y anhelamos, en su momento, la libertad de expresión, nos preguntamos muchas veces por las palabras y hechos de estos señores: ¿El respeto a las propias convicciones y a las de los demás es un impedimento para la libertad de expresión? ¿Necesitan “pasarse” y transgredir para sentirse realizados? ¿Acaso son incompatibles el valor de la convivencia cívica y la libertad de expresión? ¿Educar en la libertad a nuestros hijos e hijas es transigir con la burla y el insulto para que los niños expresen sinceramente sus sentimientos a sus compañeros y profesores? ¿Es esto extensible a la sociedad? Son cosas a reflexionar. Sin límites, cualquier realidad positiva se puede convertir en un arma mortal. Apelo a la historia.
El problema es que la izquierda “civilizada”, que coyunturalmente quiere recolectar votos en este vivero, corea los planteamientos de esa izquierda cerril. Y es preocupante, porque da a entender que no tiene un discurso serio y riguroso en este campo que afecta a millones de ciudadanos creyentes. Por eso, en caso de gobiernos con esa izquierda ultra, difícilmente la izquierda civilizada podrá erigirse en árbitro de una posible conflictividad con las Instituciones Religiosas. Porque, según su manera de actuar, un posible diálogo se convertiría en una imposición. Preocupante.
Es evidente que la legitimidad democrática de los gobiernos les habilita para legislar en los campos que considere oportunos para el bien común de los ciudadanos. En esta línea, incluso, muchas veces los gobiernos legislan en contra de las convicciones religiosas de muchos creyentes. En España, en estos último años, hemos visto circular leyes éticamente inaceptables para muchos creyentes. Pero eso no es óbice para que éstos y las Instituciones que les representan protesten o presenten alternativas: “Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral. Si el cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales, también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son negociables”. (Nota de la Congregación por la Doctrina de la Fe, 24 de noviembre de 2002, cardenal Ratzinger). Dicho esto, en una sociedad plural y democrática, todos tenemos que someternos al imperio del Estado de Derecho, sin embargo en conciencia cada uno regulará su acatamiento o no una determinada ley. La objeción de conciencia, es, también un derecho de los ciudadanos.
En cualquier caso, las posibles huellas del nacional-catolicismo, hoy, son rechazadas por la inmensa mayoría de creyentes católicos. Y no creo que la Santa Sede tenga miedo de revisar y actualizar los Acuerdos con el Estado Español, estandarte de los programas de izquierdas en relación con la Iglesia. El miedo de la Iglesia católica o de cualquier institución religiosa - si lo tiene- es saber a quién tiene como interlocutor para realizar esta tarea. Sobre todo, porque a las mencionadas izquierdas, sedientas de venganza, su totalitarismo les lleva a olvidar Derechos Humanos elementales. La Iglesia Católica, en estos momentos, ni está interesada, ni en condiciones de pedir prebendas o privilegios, sino el mismo trato que a otras Instituciones similares y derechos para sus creyentes. Estos son algunos mimbres de una España en los umbrales de un nuevo gobierno, o de unas nuevas elecciones.
José Luis Ferrando Lada
Los que vivimos los últimos coletazos del franquismo y anhelamos, en su momento, la libertad de expresión, nos preguntamos muchas veces por las palabras y hechos de estos señores: ¿El respeto a las propias convicciones y a las de los demás es un impedimento para la libertad de expresión? ¿Necesitan “pasarse” y transgredir para sentirse realizados? ¿Acaso son incompatibles el valor de la convivencia cívica y la libertad de expresión? ¿Educar en la libertad a nuestros hijos e hijas es transigir con la burla y el insulto para que los niños expresen sinceramente sus sentimientos a sus compañeros y profesores? ¿Es esto extensible a la sociedad? Son cosas a reflexionar. Sin límites, cualquier realidad positiva se puede convertir en un arma mortal. Apelo a la historia.
El problema es que la izquierda “civilizada”, que coyunturalmente quiere recolectar votos en este vivero, corea los planteamientos de esa izquierda cerril. Y es preocupante, porque da a entender que no tiene un discurso serio y riguroso en este campo que afecta a millones de ciudadanos creyentes. Por eso, en caso de gobiernos con esa izquierda ultra, difícilmente la izquierda civilizada podrá erigirse en árbitro de una posible conflictividad con las Instituciones Religiosas. Porque, según su manera de actuar, un posible diálogo se convertiría en una imposición. Preocupante.
Es evidente que la legitimidad democrática de los gobiernos les habilita para legislar en los campos que considere oportunos para el bien común de los ciudadanos. En esta línea, incluso, muchas veces los gobiernos legislan en contra de las convicciones religiosas de muchos creyentes. En España, en estos último años, hemos visto circular leyes éticamente inaceptables para muchos creyentes. Pero eso no es óbice para que éstos y las Instituciones que les representan protesten o presenten alternativas: “Sin embargo, la Iglesia tiene el derecho y el deber de pronunciar juicios morales sobre realidades temporales cuando lo exija la fe o la ley moral. Si el cristiano debe reconocer la legítima pluralidad de opiniones temporales, también está llamado a disentir de una concepción del pluralismo en clave de relativismo moral, nociva para la misma vida democrática, pues ésta tiene necesidad de fundamentos verdaderos y sólidos, esto es, de principios éticos que, por su naturaleza y papel fundacional de la vida social, no son negociables”. (Nota de la Congregación por la Doctrina de la Fe, 24 de noviembre de 2002, cardenal Ratzinger). Dicho esto, en una sociedad plural y democrática, todos tenemos que someternos al imperio del Estado de Derecho, sin embargo en conciencia cada uno regulará su acatamiento o no una determinada ley. La objeción de conciencia, es, también un derecho de los ciudadanos.
En cualquier caso, las posibles huellas del nacional-catolicismo, hoy, son rechazadas por la inmensa mayoría de creyentes católicos. Y no creo que la Santa Sede tenga miedo de revisar y actualizar los Acuerdos con el Estado Español, estandarte de los programas de izquierdas en relación con la Iglesia. El miedo de la Iglesia católica o de cualquier institución religiosa - si lo tiene- es saber a quién tiene como interlocutor para realizar esta tarea. Sobre todo, porque a las mencionadas izquierdas, sedientas de venganza, su totalitarismo les lleva a olvidar Derechos Humanos elementales. La Iglesia Católica, en estos momentos, ni está interesada, ni en condiciones de pedir prebendas o privilegios, sino el mismo trato que a otras Instituciones similares y derechos para sus creyentes. Estos son algunos mimbres de una España en los umbrales de un nuevo gobierno, o de unas nuevas elecciones.
José Luis Ferrando Lada