Quo usque tandem abutere, Burke, patientia nostra?
Las últimas noticias están en la línea de una conjura en toda regla, por parte del cardenal Burke, que quiere acabar con el Papado de Francisco. El Papa está teniendo mucha paciencia, pero ¿hasta cuándo? En su discurso a la Curia Romana, Francisco habló de “una resistencia maliciosa, que nace de mentes distorsionadas y que se da cuando el diablo, a menudo con piel de cordero, inspira malas intenciones”. Sin duda, un misil dirigido directamente a Burke y a los Cardenales, que le han dirigido la famosa carta de los “dubia”. Y añade el Papa Francisco: “una buena resistencia es necesaria y merece ser escuchada, aceptada y animo a expresarla. Es una señal de que todo el cuerpo está vivo”. En una palabra, el Papa, no rehuye la crítica constructiva y bien intencionada, sino todo lo contrario. Pero lo que es inaceptable es la crítica destructiva y la planificación de una ruptura grave de la comunión eclesial.
El pueblo de Dios no tenemos porqué soportar esos espectáculos deplorables. Burke and company, quieren dar la impresión de que son los auténticos guardianes de las esencias de la doctrina cristiana, los verdaderos cancerberos del sistema. Y la estrategia es el acoso, desde los medios de comunicación afines, al Papa Francisco. Sin duda le están provocando públicamente para que salte la chispa. Sólo deseo, como cristiano, que el Papa, que ya les ha calado, aguante el tirón. Entrar al trapo sería darles más cancha y servirles de altavoz. El problema es ¿hasta dónde quieren llegar? Desean crear un escándalo mayúsculo, para que todo el mundo se posicione. Esto no haría ningún bien a la Iglesia en estos tiempos. ¿Lo conseguirán? Esto ya es más complicado, pero que lo intentarán, seguro. ¿Qué trascendencia tendrá? Evidentemente. desde el punto de vista mediático, es un tema muy atractivo, pero eclesialmente muy triste. Las consecuencias, probablemente como en las Catilinarias, Catilina, en este caso Burke, tendrá que salir voluntariamente del Colegio Cardenalicio, si no logra su objetivo. El escándalo puede estar servido. Para la Iglesia Universal es un duro golpe. La figura del Papa Francisco, sin duda, podría salir reforzada, pero no es una situación deseable. Puede convertirse en un momento muy duro de descomunión eclesial. Y la Iglesia no puede permitirse una situación de esta índole. Algunas personas, cercanas a estos señores, deberían disuadirles de sus intenciones. El mal que pueden hacer, en algunos casos puede ser irreparable.