¿Quo vadis, Israel? Una deriva peligrosa
A los pocos meses del inicio de su Pontificado, y después de su visita a Tierra Santa, el Papa Francisco, entusiasta, convocó a israelíes y palestinos a una oración conjunta en los jardines del Vaticano. Allí acudieron Simón Peres, Mahmud Abbas y algunos líderes religiosos. Parecía que algo se movía en la dirección del acuerdo y de la paz. Al final no ha sido así. Por eso, desde entonces, el Papa, en más de una ocasión, ha insistido en pedir por los cristianos de esas tierras y por la anhelada paz, ya que la situación, a todas luces se ha agravado. La vida cotidiana de unos y de otros se ha deteriorado.
Desde el 11 de octubre de 1981, que llegué por primera vez al viejo aeropuerto de Tel Aviv, hasta hoy, sigo diariamente los avatares de Tierra Santa. Allí viví durante tres años, y he regresado, por distintas razones, fundamentalmente con grupos de peregrinos, más de un centenar de ocasiones. Además he publicado un par de libros sobre el conflicto palestino-israelí, y decenas de artículos sobre el tema en distintos medios. Por eso, sin miedo a equivocarme puedo afirmar que, en estos momentos, probablemente, nos encontramos en una de las peores etapas del interminable litigio entre israelíes y palestinos. Las conversaciones están desde hace años estancadas. Y los negociadores ni están, ni se les espera. Aunque oficialmente no se quiere reconocer, estamos ante una tercera intifada, que ha producido más de 200 ataques con cuchillos, 80 con arma de fuego y 40 con vehículos usados como arietes en cinco meses. Esto ha supuesto 30 vidas israelíes, 190 palestinos, dos terceras partes de éstos, considerados agresores. es la mayor ola de violencia desde la segunda Intifada (2000-2005). Y suma y sigue. La respuesta gubernamental -judía- ha sido aumentar la represión. Desde el pasado 1 de octubre, que se inició la denominada “Intifada de los lobos solitarios”, se han llevado a cabo órdenes de demolición de las casas de las familias de los atacantes, y se han acelerado los plazos para ejecutar estas acciones. Además de la retención, durante semanas, de los cadáveres de los agresores o el bloqueo por las fuerzas de seguridad de poblaciones o barrios enteros. La propuesta de completar la barrera de seguridad en Jerusalén este y Cisjordania ya había sido expuesta por el líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, es decir, más muro de la vergüenza. Todos de acuerdo. En consecuencia, en una encuesta reciente, un 77% de los israelíes consideran que el Gobierno no está haciendo lo suficiente para contener la espiral de violencia. A lo mejor es que está equivocando el camino. Y que quede claro: criticar al gobierno actual de Israel no es antisemitismo, sino simplemente “criticar” legítimamente la acción de un gobierno que actúa con riesgo de equivocarse. No se pretende agitar fantasmas, ni historias de otro tipo. El victimismo, en este caso, no es creíble.
Pero lo más preocupante: un reciente estudio, publicado por un rotativo español, refleja que casi la mitad de los israelíes, en torno al 48%, está a favor de la expulsión del Estado de los ciudadanos árabes, que representan una quinta parte de la población. Hasta un 71% de los judíos que se declaran ultraortodoxos, ortodoxos o tradicionales apoyan la idea, solo defendida por un 36% de los sectores no religiosos. El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha alertado ante “la peligrosa división en la sociedad” que muestra la encuesta. “La idea de un Estado de Israel democrático solo para judíos es imposible”. Muy preocupante. Esto me recuerda aquello de los palestinos, en la época de los inicios de la OLP de Arafat, que pretendían tirar a todos los judíos al mar. Al final el Raïs tuvo que ceder ante este postulado irreal e injusto. Pero, sorprendentemente, Israel, hoy, postula, al menos teóricamente, ni más ni menos que la expulsión de los ciudadanos árabes…Esperemos que, a causa de esto, no aumente el número de refugiados abandonados y desamparados por los gobiernos. Ya estamos bastante contristados con las imágenes que día a día nos sirven los medios.
Otro tema preocupante, en una línea parecida, son las declaraciones del Gran Rabino de Israel: "Matar a un terrorista es un mandamiento". El rabino jefe sefardí, Itzhak Yosef, manifestó que los israelíes no deben temer a los tribunales o las opiniones de los jefes de seguridad cuando se enfrentan a los terroristas; sino que deben matarlos directamente. Yosef sugirió que la muerte del terrorista sirve como elemento disuasivo para futuros ataques, y no sólo como un medio para neutralizar una amenaza inmediata. Muy discutible que estas palabras salgan de un hombre de Dios, que debe dirigir la vida moral de su pueblo.
Un postulado aceptado en el ámbito diplomático es que ambos pueblos son incapaces de encontrar el camino de la negociación. Necesitan padrinazgo. El fallido y frustrante liderazgo de Obama en este conflicto es clamoroso. Muchas expectativas que al final se han ido diluyendo. Por eso, ahora, a la espera de las nuevas elecciones norteamericanas, nada sustancial se va a mover. El nivel de violencia tendrá, lamentablemente sus picos, pero a la hora de la verdad, todo continuará, no igual, sino peor. Y la solución, la paz y el entendimiento, de nuevo, cada vez más lejanos. ¿Dónde está esa ciudadanía israelí abierta, pacífica, plural, integradora y amante de la paz?
Desde el 11 de octubre de 1981, que llegué por primera vez al viejo aeropuerto de Tel Aviv, hasta hoy, sigo diariamente los avatares de Tierra Santa. Allí viví durante tres años, y he regresado, por distintas razones, fundamentalmente con grupos de peregrinos, más de un centenar de ocasiones. Además he publicado un par de libros sobre el conflicto palestino-israelí, y decenas de artículos sobre el tema en distintos medios. Por eso, sin miedo a equivocarme puedo afirmar que, en estos momentos, probablemente, nos encontramos en una de las peores etapas del interminable litigio entre israelíes y palestinos. Las conversaciones están desde hace años estancadas. Y los negociadores ni están, ni se les espera. Aunque oficialmente no se quiere reconocer, estamos ante una tercera intifada, que ha producido más de 200 ataques con cuchillos, 80 con arma de fuego y 40 con vehículos usados como arietes en cinco meses. Esto ha supuesto 30 vidas israelíes, 190 palestinos, dos terceras partes de éstos, considerados agresores. es la mayor ola de violencia desde la segunda Intifada (2000-2005). Y suma y sigue. La respuesta gubernamental -judía- ha sido aumentar la represión. Desde el pasado 1 de octubre, que se inició la denominada “Intifada de los lobos solitarios”, se han llevado a cabo órdenes de demolición de las casas de las familias de los atacantes, y se han acelerado los plazos para ejecutar estas acciones. Además de la retención, durante semanas, de los cadáveres de los agresores o el bloqueo por las fuerzas de seguridad de poblaciones o barrios enteros. La propuesta de completar la barrera de seguridad en Jerusalén este y Cisjordania ya había sido expuesta por el líder de la oposición, el laborista Isaac Herzog, es decir, más muro de la vergüenza. Todos de acuerdo. En consecuencia, en una encuesta reciente, un 77% de los israelíes consideran que el Gobierno no está haciendo lo suficiente para contener la espiral de violencia. A lo mejor es que está equivocando el camino. Y que quede claro: criticar al gobierno actual de Israel no es antisemitismo, sino simplemente “criticar” legítimamente la acción de un gobierno que actúa con riesgo de equivocarse. No se pretende agitar fantasmas, ni historias de otro tipo. El victimismo, en este caso, no es creíble.
Pero lo más preocupante: un reciente estudio, publicado por un rotativo español, refleja que casi la mitad de los israelíes, en torno al 48%, está a favor de la expulsión del Estado de los ciudadanos árabes, que representan una quinta parte de la población. Hasta un 71% de los judíos que se declaran ultraortodoxos, ortodoxos o tradicionales apoyan la idea, solo defendida por un 36% de los sectores no religiosos. El presidente de Israel, Reuven Rivlin, ha alertado ante “la peligrosa división en la sociedad” que muestra la encuesta. “La idea de un Estado de Israel democrático solo para judíos es imposible”. Muy preocupante. Esto me recuerda aquello de los palestinos, en la época de los inicios de la OLP de Arafat, que pretendían tirar a todos los judíos al mar. Al final el Raïs tuvo que ceder ante este postulado irreal e injusto. Pero, sorprendentemente, Israel, hoy, postula, al menos teóricamente, ni más ni menos que la expulsión de los ciudadanos árabes…Esperemos que, a causa de esto, no aumente el número de refugiados abandonados y desamparados por los gobiernos. Ya estamos bastante contristados con las imágenes que día a día nos sirven los medios.
Otro tema preocupante, en una línea parecida, son las declaraciones del Gran Rabino de Israel: "Matar a un terrorista es un mandamiento". El rabino jefe sefardí, Itzhak Yosef, manifestó que los israelíes no deben temer a los tribunales o las opiniones de los jefes de seguridad cuando se enfrentan a los terroristas; sino que deben matarlos directamente. Yosef sugirió que la muerte del terrorista sirve como elemento disuasivo para futuros ataques, y no sólo como un medio para neutralizar una amenaza inmediata. Muy discutible que estas palabras salgan de un hombre de Dios, que debe dirigir la vida moral de su pueblo.
Un postulado aceptado en el ámbito diplomático es que ambos pueblos son incapaces de encontrar el camino de la negociación. Necesitan padrinazgo. El fallido y frustrante liderazgo de Obama en este conflicto es clamoroso. Muchas expectativas que al final se han ido diluyendo. Por eso, ahora, a la espera de las nuevas elecciones norteamericanas, nada sustancial se va a mover. El nivel de violencia tendrá, lamentablemente sus picos, pero a la hora de la verdad, todo continuará, no igual, sino peor. Y la solución, la paz y el entendimiento, de nuevo, cada vez más lejanos. ¿Dónde está esa ciudadanía israelí abierta, pacífica, plural, integradora y amante de la paz?