Tierra Santa, una experiencia fontal para los jóvenes
En estos últimos días de agosto he tenido ocasión de peregrinar a Tierra Santa con un grupo parroquial muy eclesial, en el que dominaban los jóvenes. Y los que no lo éramos tanto nos sentíamos perfectamente integrados y empujados por el impulso evangélico del “lobby” de los chavales. No obstante, una comunidad, jóvenes y mayores, altamente sensibilizada en la vivencia de una fe, perfectamente encarnada en su cultura y en su lengua, y con una sana espiritualidad. Sin olvidar, las guitarras y las flautas, que nos han transportado en las celebraciones al mismísimo cielo. Una liturgia viva y vivificadora en cada uno de los lugares. Sin duda el trabajo de varios años por parte del párroco está dando sus frutos. De ahí que haya sido para todos una peregrinación repleta de magníficas experiencias, sin olvidar lo lúdico y el buen humor.
Pero ¿qué ha hecho diferente esta peregrinación de muchas otras y que me decida a escribir algunos pensamientos? Sin duda, una vez más, las personas. Las piedras, los santuarios están ahí, y conseguir que nos hablen, unas veces es más sencillo, y otras más complicado, pero las experiencias y las vivencias son las que al final conforman nuestra historia personal y nuestra fe. Durante unos días, un grupo de personas, de distintas edades, han dado testimonio de que una Iglesia viva, en la que cabemos todos, es posible. La narrativa de la fe de los jóvenes y mayores cuando Jesucristo está en medio es complementaria, porque los caminos de Dios, cuando son auténticos son convergentes. Los más mayores nos hemos sentido alentados por el entusiasmo de esos chavales, que llevan años de entrega a su Iglesia Parroquial de Algemesí (Valencia). Nos han ayudado a renovar nuestra esperanza en una Iglesia, que con ellos y otros miles tiene futuro. La naturalidad y la espontaneidad con la que han vivido y viven su fe ha marcado de manera totalmente positiva la peregrinación. Y eso la he hecho distinta.
Una decidida apuesta por una Iglesia joven y de jóvenes normales, espontáneos y libres es la mejor manera de iniciar un camino de renovación serio en la Iglesia, ya que ellos, sin dejar de ser lo que son y como son, nos preceden en una vivencia seria y profunda, a pesar de las dificultades de su día a día. Me preguntaba una de las jóvenes, cómo le podría transmitir a una amiga que no cree, sus vivencias y sus experiencias en Tierra Santa. Simplemente, házle ver, que algo muy importante para tí ha acontecido en tu vida durante estos días. Es muy complicado que te entienda, pero se preguntará y te interrogará. Respóndele con total naturalidad, aunque no tenga contexto para entenderte. Para los jóvenes, muchas veces, la vivencia de la fe, en el mundo de hoy, en el que están insertos, es muy complicado. Aquí se cumplen las palabras de San Pablo: estamos en el mundo, pero de forma distinta.
Después de esta experiencia, animo a muchos párrocos a que posibiliten esta experiencia en Tierra Santa a sus comunidades, jóvenes y mayores juntos. Me comentaba uno de los chicos, que cuando se planteó la peregrinación a Tierra Santa, en sus coordenadas no entraba este viaje, ya que espontáneamente lo ponía en relación con personas mayores. Era algo así como la “senda de los elefantes” para entonar el “Nunc Dimitis” con sentido. Sin embargo, esta experiencia en Tierra Santa para esa comunidad parroquial, jóvenes y mayores, se ha convertido en una experiencia eclesial de renovación.
¿Cómo es posible que en los tiempos que corren esos jóvenes manifiesten un entusiasmo imparable por la Iglesia? ¿Cómo es posible que dediquen cada uno de ellos, a distintos servicios en su comunidad, tantas horas de manera absolutamente gratuita? Y así, muchos jóvenes en tantas parroquias. Tenemos que, definitivamente, trabajar para que en las parroquias hayan jóvenes espiritualmente sanos y, en consecuencia comprometidos por la causa de Jesús. Estoy convencido que lo vivido en Tierra Santa reforzará y enriquecerá de manera muy decisiva su proyecto vital cristiano y su comunidad cristiana.
La Buena Noticia del Evangelio, escuchada y compartida en Tierra Santa, es creadora de comunidad. No olvidemos que, como decían los antiguos, la “gracia” de Tierra Santa abre caminos de esperanza. Una peregrinación terapéutica para los que, alguna vez, sentimos el desánimo y la desazón en la Iglesia.
Pero ¿qué ha hecho diferente esta peregrinación de muchas otras y que me decida a escribir algunos pensamientos? Sin duda, una vez más, las personas. Las piedras, los santuarios están ahí, y conseguir que nos hablen, unas veces es más sencillo, y otras más complicado, pero las experiencias y las vivencias son las que al final conforman nuestra historia personal y nuestra fe. Durante unos días, un grupo de personas, de distintas edades, han dado testimonio de que una Iglesia viva, en la que cabemos todos, es posible. La narrativa de la fe de los jóvenes y mayores cuando Jesucristo está en medio es complementaria, porque los caminos de Dios, cuando son auténticos son convergentes. Los más mayores nos hemos sentido alentados por el entusiasmo de esos chavales, que llevan años de entrega a su Iglesia Parroquial de Algemesí (Valencia). Nos han ayudado a renovar nuestra esperanza en una Iglesia, que con ellos y otros miles tiene futuro. La naturalidad y la espontaneidad con la que han vivido y viven su fe ha marcado de manera totalmente positiva la peregrinación. Y eso la he hecho distinta.
Una decidida apuesta por una Iglesia joven y de jóvenes normales, espontáneos y libres es la mejor manera de iniciar un camino de renovación serio en la Iglesia, ya que ellos, sin dejar de ser lo que son y como son, nos preceden en una vivencia seria y profunda, a pesar de las dificultades de su día a día. Me preguntaba una de las jóvenes, cómo le podría transmitir a una amiga que no cree, sus vivencias y sus experiencias en Tierra Santa. Simplemente, házle ver, que algo muy importante para tí ha acontecido en tu vida durante estos días. Es muy complicado que te entienda, pero se preguntará y te interrogará. Respóndele con total naturalidad, aunque no tenga contexto para entenderte. Para los jóvenes, muchas veces, la vivencia de la fe, en el mundo de hoy, en el que están insertos, es muy complicado. Aquí se cumplen las palabras de San Pablo: estamos en el mundo, pero de forma distinta.
Después de esta experiencia, animo a muchos párrocos a que posibiliten esta experiencia en Tierra Santa a sus comunidades, jóvenes y mayores juntos. Me comentaba uno de los chicos, que cuando se planteó la peregrinación a Tierra Santa, en sus coordenadas no entraba este viaje, ya que espontáneamente lo ponía en relación con personas mayores. Era algo así como la “senda de los elefantes” para entonar el “Nunc Dimitis” con sentido. Sin embargo, esta experiencia en Tierra Santa para esa comunidad parroquial, jóvenes y mayores, se ha convertido en una experiencia eclesial de renovación.
¿Cómo es posible que en los tiempos que corren esos jóvenes manifiesten un entusiasmo imparable por la Iglesia? ¿Cómo es posible que dediquen cada uno de ellos, a distintos servicios en su comunidad, tantas horas de manera absolutamente gratuita? Y así, muchos jóvenes en tantas parroquias. Tenemos que, definitivamente, trabajar para que en las parroquias hayan jóvenes espiritualmente sanos y, en consecuencia comprometidos por la causa de Jesús. Estoy convencido que lo vivido en Tierra Santa reforzará y enriquecerá de manera muy decisiva su proyecto vital cristiano y su comunidad cristiana.
La Buena Noticia del Evangelio, escuchada y compartida en Tierra Santa, es creadora de comunidad. No olvidemos que, como decían los antiguos, la “gracia” de Tierra Santa abre caminos de esperanza. Una peregrinación terapéutica para los que, alguna vez, sentimos el desánimo y la desazón en la Iglesia.