Los atentados en Cataluña: paradigma de la irracionalidad
Los seres humanos se comportan, con demasiada frecuencia, de manera absolutamente irracional. El horror de las Ramblas clama al cielo. ¿Se les puede llamar humanos a los que cometen esas barbaridades? Las imágenes y los testimonios eran lo suficientemente elocuentes, como en otras ocasiones, para mostrar hasta que punto la barbarie terrorista degrada la humanidad de esos seres.
Cuando las personas pierden la capacidad de razonar, y su conciencia es sustituida, de manera deliberada por pseudoideologías de corte político-religioso, dejan de ser ellas mismas y se convierten en títeres malignos e instrumentos de matar indiscriminadamente. Esa es la clave para interpretar esas acciones destructoras de la vida. Sin embargo, no hay ninguna ideología, ni ninguna religión que justifique el horror del terrorismo. La falsa imagen de Dios y del Paraíso prometido es un cáncer introducido en las mentes de muchos jóvenes ignorantes, que sacan valor de esas mentiras para cometer atrocidades o, incluso inmolarse, llevándose por delante vidas humanas inocentes, cuyo único fin era disfrutar de una tarde de verano en las Ramblas de Barcelona o en el paseo marítimo de Cambrils.
La quimera de “Al-Andalus” es un anacronismo histórico peligroso, cuya única finalidad es revestir un período histórico de una densidad sin sentido, ya que no se pueden inventar historias paralelas, ni ideologías caducas. Estamos simplemente ante atentados irracionales, que conllevan intereses políticos y económicos, incluso ajenos y al margen de los mismos actores que los cometen, que son víctimas, a su vez, de los manipuladores profesionales, que probablemente nunca darán el paso de mojarse o inmolarse como sus pupilos. A estos, probablemente, les gustan las sombras y el lujo, que es donde ellos se mueven muy bien.
El resultado es una buena cantidad de familias destrozadas, como consecuencia de la incalificable e injustificable acción terrorista. La sana doctrina coránica no permite, ni autoriza este tipo de comportamientos de los fieles musulmanes. El Islam es una religión de paz y de concordia. Por eso, el que comete atentados en nombre de “Alá el Grande” es un blasfemo y un sacrílego. Así nos lo cuentan los buenos teólogo de la religión musulmana.
Sin duda, estas acciones son, también, una mala noticia para la convivencia multirracial. En nuestros países europeos la convivencia “Multi” es un hecho inexorable. Vivimos en sociedades abiertas a una convivencia pacífica a todos los niveles, que pretende el enriquecimiento mutuo, desde la propia identidad y el diálogo. Compartir las riquezas y pobrezas de cada uno desde el punto de vista racial, cultural, religioso es una apuesta arriesgada, pero necesaria, si no queremos caer en la exclusión y el racismo. Desde esta perspectiva, sin duda, una minoría de descerebrados, se aprovechan de nuestra hospitalidad y acogida.
Por eso, una amplia colaboración entre los servicios secretos de los países europeos y los países de procedencia de muchas personas que desean residir en nuestros países se impone. Tolerancia cero al terrorismo, significa vivir en alerta contínua. La sociedad no puede bajar la guardia. La vigilancia ciudadana es necesaria muchas veces, pero sin caer en la sospecha injusta y la intolerancia sistemática. Estos equilibrios se imponen para no quebrar una convivencia cordial entre la mayoría que nos aceptamos distintos. Pero es triste que una minoría nos imponga un sistema de vida colectivo, presidido por la sospecha y la alerta.
Finalmente, cuando la sangre de muchas vidas inocentes todavía está en las calles, manifestamos la solidaridad con todas las víctimas de estos atentados. Nuestra oración al Dios de la paz y del amor, que no dejará de hacer justicia ante esta barbarie innecesaria, paradigma de la irracionalidad humana.
Cuando las personas pierden la capacidad de razonar, y su conciencia es sustituida, de manera deliberada por pseudoideologías de corte político-religioso, dejan de ser ellas mismas y se convierten en títeres malignos e instrumentos de matar indiscriminadamente. Esa es la clave para interpretar esas acciones destructoras de la vida. Sin embargo, no hay ninguna ideología, ni ninguna religión que justifique el horror del terrorismo. La falsa imagen de Dios y del Paraíso prometido es un cáncer introducido en las mentes de muchos jóvenes ignorantes, que sacan valor de esas mentiras para cometer atrocidades o, incluso inmolarse, llevándose por delante vidas humanas inocentes, cuyo único fin era disfrutar de una tarde de verano en las Ramblas de Barcelona o en el paseo marítimo de Cambrils.
La quimera de “Al-Andalus” es un anacronismo histórico peligroso, cuya única finalidad es revestir un período histórico de una densidad sin sentido, ya que no se pueden inventar historias paralelas, ni ideologías caducas. Estamos simplemente ante atentados irracionales, que conllevan intereses políticos y económicos, incluso ajenos y al margen de los mismos actores que los cometen, que son víctimas, a su vez, de los manipuladores profesionales, que probablemente nunca darán el paso de mojarse o inmolarse como sus pupilos. A estos, probablemente, les gustan las sombras y el lujo, que es donde ellos se mueven muy bien.
El resultado es una buena cantidad de familias destrozadas, como consecuencia de la incalificable e injustificable acción terrorista. La sana doctrina coránica no permite, ni autoriza este tipo de comportamientos de los fieles musulmanes. El Islam es una religión de paz y de concordia. Por eso, el que comete atentados en nombre de “Alá el Grande” es un blasfemo y un sacrílego. Así nos lo cuentan los buenos teólogo de la religión musulmana.
Sin duda, estas acciones son, también, una mala noticia para la convivencia multirracial. En nuestros países europeos la convivencia “Multi” es un hecho inexorable. Vivimos en sociedades abiertas a una convivencia pacífica a todos los niveles, que pretende el enriquecimiento mutuo, desde la propia identidad y el diálogo. Compartir las riquezas y pobrezas de cada uno desde el punto de vista racial, cultural, religioso es una apuesta arriesgada, pero necesaria, si no queremos caer en la exclusión y el racismo. Desde esta perspectiva, sin duda, una minoría de descerebrados, se aprovechan de nuestra hospitalidad y acogida.
Por eso, una amplia colaboración entre los servicios secretos de los países europeos y los países de procedencia de muchas personas que desean residir en nuestros países se impone. Tolerancia cero al terrorismo, significa vivir en alerta contínua. La sociedad no puede bajar la guardia. La vigilancia ciudadana es necesaria muchas veces, pero sin caer en la sospecha injusta y la intolerancia sistemática. Estos equilibrios se imponen para no quebrar una convivencia cordial entre la mayoría que nos aceptamos distintos. Pero es triste que una minoría nos imponga un sistema de vida colectivo, presidido por la sospecha y la alerta.
Finalmente, cuando la sangre de muchas vidas inocentes todavía está en las calles, manifestamos la solidaridad con todas las víctimas de estos atentados. Nuestra oración al Dios de la paz y del amor, que no dejará de hacer justicia ante esta barbarie innecesaria, paradigma de la irracionalidad humana.