La catedral de la “natura”: la “Laudato si”, químicamente pura
Las razones por las cuales abandonaron su aldea natal y su país son muy variadas. El Papa Francisco nos da una de las claves en la “Laudato si”: “Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales. No tienen otras actividades financieras y otros recursos que les permitan adaptarse a los impactos climáticos o hacer frente a situaciones catastróficas, y poseen poco acceso a servicios sociales y a protección. Los cambios del clima originan migraciones de personas y animales, que no siempre pueden adaptarse, lo que, a su vez afecta los recursos productivos de los más pobres, que también se ven obligados a migrar con gran incertidumbre por el futuro de sus vidas y de sus hijos”. Además de las guerras y las hambrunas, hoy, tenemos claro que el cambio climático es una de las causas más importantes de la inmigración. El avance de la “desertización” en muchos países de Africa es imparable. Muchos jóvenes huyen, porque no tienen ningún futuro en sus tierras.
El Papa Francisco denuncia claramente la falta de reconocimiento de esta situación y la indiferencia ante este problema tan serio: “Es trágico el aumento de los migrantes huyendo de la miseria empeorada por la degradación ambiental, que no son reconocidos como refugiados en las convenciones internacionales y llevan el peso de sus vidas abandonadas sin protección normativa alguna. Lamentablemente, hay una general indiferencia ante estas tragedias, que suceden ahora mismo en distintas partes del mundo. La falta de reacciones ante estos dramas de nuestros hermanos y hermanas es un signo de la pérdida de aquel sentido de responsabilidad por nuestros semejantes sobre el cual se funda toda sociedad civil”. Esto es un hecho. Los inmigrantes por los conflictos bélicos son claramente reconocidos, pero los que abandonan sus tierras por causas ambientales no tiene un estatuto claro y preciso, ni una protección jurídica.
Ante esto ¿qué podemos hacer? se preguntó en algún momento Jesús Belda. Un bosque familiar, prácticamente yermo, se ha convertido en un lugar pobre y sencillo, pero que ofrece un camino de integración a un grupo de muchachos. Están recuperando, con la ayuda de expertos, las formas ancestrales de cultivo integral y de construcción. Podemos ver a las gallinas, a los pavos y a las ocas, que se alternan con campos de cultivos de patatas, cebollas, habichuelas…Unas cuantas cabras y ovejas., y unos perros guardianes. Al mismo tiempo, unas placas solares les suministran el mínimo de electricidad que necesitan. Los edificios nuevos están construidos de adobe. El último trabajo importante, una gran balsa para retener agua de la lluvia y de una fuente cercana, para asegurar el abastecimiento para el regadío y necesidades domésticas. Una máquina excavadora habría hecho el “vaso” de la misma en unas pocas horas, pero ellos no tienen dinero, pero si tiempo y ganas, y lo consiguen con su esfuerzo.
Pero todo este proyecto se circunscribe en un amplio marco ecuménico, llamado la “catedral de la natura”. Un espacio de encuentro mensual para la oración compartida. Caminando entre pinos, en una mismo espacio, aparece una pequeña sinagoga, más adelante una mezquita y una cruz. Una cruz muy singular: integradora de la naturaleza y el mundo actual, por eso está construida con una piedra del lugar y un trozo de cemento, que nos habla del mundo de hoy. Un lugar para la tolerancia activa de las religiones, desde el respeto.
En una palabra, un proyecto sencillo, pero repleto de solidaridad fraterna, germen de humanidad nueva. ¡Animo, Jesús!