Fueron fusilados por romper la ley eclesial un 18 de agosto, día del celibato opcional Rufo González: "La historia de Ladislao y Camila, casados ante Dios, mártires del Amor"
“Camila mía: Acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios. Te abraza... Tu Gutiérrez”
Ladislao Gutiérrez y Camila O´Gorman, a mediados del siglo XIX, aceptaron su amor como don de Dios y buscaron un lugar donde vivir libremente la voluntad divina. El 18 de agosto de 1848 fueron fusilados por romper la ley eclesial y por escándalo público
La Iglesia no celebra los mártires del Amor cuando brillan al margen de sus leyes. A pesar de que su fundador, Jesús de Nazaret, fue mártir del Amor, superando leyes de su religión. También hoy, leyes eclesiales impiden reconocer muchos dones del Creador, aunque sean manifestación magnífica del Espíritu de Jesús. ¿Quién recuerda alguna celebración solemne de la vida, por ejemplo, de Vicente Ferrer, promovida por la jerarquía eclesial? Esa vida fue, y sigue siendo en su obra, un testimonio claro del Amor divino. Como Vicente Ferrer fue un sacerdote casado, que realizó su obra y su ministerio en matrimonio, no tiene cabida en el corsé clerical de la Iglesia latina.
Vicente Ferrer “se entregó a Dios con corazón indiviso”. En su vida “descuella el más precioso don”, el Amor cristiano (1Cor 13, 1 ss). Casado, recibió del Padre el Amor, que lo capacitó para “entregarse a Dios con corazón indiviso... Su matrimonio fue también signo y estímulo de la caridad y fuente peculiar de fecundidad espiritual...” (LG 42). Como Vicente Ferrer, el obispo argentino Jerónimo Podestá, y muchos miles de sacerdotes casados, siguiendo su conciencia, dejaron el ministerio oficial, pero no su entrega a Dios y al Hijo, Jesús, con “corazón indiviso”: “han amado a Dios con todo su corazón, con toda su alma, con todas sus fuerzas y con toda su mente. Y al prójimo como a ellos mismos”. Ellos demuestran en la práctica que se puede amar a Dios “con todo el corazón” y amar matrimonialmente a otra persona humana. Son amores de órbitas distintas. Dios y Jesús no son rivales del ser humano. El ministerio eclesial “no exige por su propia naturaleza el no estar casado” (PO 16). Nadie niega que el célibe, en teoría, puede estar más libre para estudiar e investigar, dar catequesis, medicar o enseñar... Pero Dios es libre para dotar de amor pastoral a un soltero/a o a un casado/a. La Iglesia debe reconocerlo y aceptarlo.
La Iglesia argentina guarda memoria de Ladislao y Camila, mártires del amor y de la libertad cristiana. Se saltaron la ley del celibato, y murieron por ello. Fueron fieles al amor que Dios había puesto en su espíritu. Antes que el compromiso religioso (voto de castidad) estaba el humanísimo enamoramiento, voz y vocación de Dios, actuante en la conciencia, “el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de ella” (GS 16).
Ladislao Gutiérrez y Camila O´Gorman, a mediados del siglo XIX,aceptaron su amor como don de Dios y buscaron un lugar donde vivir libremente la voluntad divina. El 18 de agosto de 1848 fueron fusilados por romper la ley eclesial y por escándalo público. Dos películas interpretan su historia. “Camila O'Gorman” de 1910 dirigida por Mario Gallo, con Blanca Podestá en papel de la joven. “Camila”, dirigida en 1984 por M. Luisa Bemberg, nominada al Oscar a la mejor película extranjera. Susú Pecoraro, Imanol Arias y Héctor Alterio interpretan los papeles estelares.
La historia del enamoramiento del sacerdote y de la joven argentina fue muy llamativa por tratarse de personas de la alta saciedad poscolonial. Camila, nacida el 9 de julio de 1825 en Buenos Aires, del matrimonio Adolfo O'Gorman y Joaquina Ximénez Pinto, de origen irlandés, francés y español. También Ladislao era de familia influyente y adinerada, originaria de Tucumán. Allí fue ordenado sacerdote, y realizó sus primeras tareas pastorales. En la iglesia del Socorro, de Buenos Aires, conoció a la familia de los O'Gorman, que tenían también un hijo sacerdote, Eduardo O’Gorman, compañero en el seminario.
En 1847 se despertó el amor entre Camila y Ladislao. En el enamoramiento oyeron la voz del Creador que reconoce que “no es bueno que el hombre esté solo” (Gn 2,18) y mueve a procrear: “sed fecundos y multiplicaos” (Gn 1,28). Ladislao y Camila interpretan su amor desde su fe en el Amor de Dios. Se sintieron llamados a vivirlo en libertad. Decidieron salir de Buenos Aires, y emigrar hacia Río de Janeiro, Brasil, donde creían poder encontrar “la tierra prometida” a su amor.
El 12 de diciembre de 1847, salen en sendos caballos hacia Corrientes. Con ayudas diversas, llegan a la ciudad de Goya, donde creen que nadie les conoce. Para sobrevivir abren una escuela de niños. Durante unos meses encontraron la paz, a pesar de saber que les perseguían. El 23 de Diciembre de 1847, Adolfo O'Gorman, padre de Camila, había denunciado ante el gobernador que su hija había sido seducida y raptada por el sacerdote. El gobernador, Manuel Rosas, ordenó apresar a la pareja, y conducirlos a la cárcel. En agosto de 1848, un sacerdote irlandés, Michael Gannon, conocedor del caso, les descubrió y avisó a las fuerzas gubernamentales.
Camila negó rotundamente que hubiera sido violada o raptada y sostuvo su participación en el amor y la huida. Los llevaron hacia Buenos Aires para ser juzgados. La presión social precipitó un juicio sumarísimo. Condenados, son fusilados en la mañana del 18 de agosto en el Cuartel General de Santos Lugares de Rosas (actualmente localidad de San Andrés, General San Martín). Camila estaba embarazada de ocho meses. No les importó la Vida, sino la Ley. Ladislao hizo llegar a su ya mujer para animarla a dar la vida por amor, este mensaje: “Camila mía: Acabo de saber que mueres conmigo. Ya que no hemos podido vivir en la tierra unidos, nos uniremos en el cielo ante Dios. Te abraza... Tu Gutiérrez”.
Aún la Iglesia no ha asumido prácticamente este principio: “¿Es justo ante Dios que os obedezcamos a vosotros más que a él?” (He 4,19).“Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (He 5, 29). En este caso, la ley toleró la muerte de tres personas: Ladislao, Camila y el hijo “non nato”. Cuando hacemos de nuestras leyes humanas un absoluto, no reparamos en medios, llegamos a extremos inauditos. El poder encuentra justificación para imponerse y dar por bueno lo que en sí es perverso. El obispo de Buenos Aires, Mariano Medrano, acude al gobernador J. Manuel Rosas: “constituía un procedimiento enorme y escandaloso... contra el que fulminaban las penas más severas la moral divina y las leyes humanas... En cualquier punto que los encuentren a estos miserables, desgraciados infelices, sean aprehendidos y traídos, para que, procediendo en justicia, sean reprendidos por tan enorme y escandaloso procedimiento” (Nota del obispo y del provisor 21 y 24 diciembre. La Gaceta Mercantil 9 noviembre 1848). Juan Manuel Rosas, el gobernador, manifestó tiempo después que “todas las personas primeras del Clero me hablaron o escribieron sobre este atrevido crimen y la urgente necesidad de un ejemplar castigo, para prevenir otros escándalos semejantes o parecidos. Yo creí lo mismo. Y siendo mía la responsabilidad, ordené la ejecución” (Copia testimoniada por el señor Máximo Terrero y en el archivo de Adolfo Saldías).
Pidamos al Espíritu de Jesús quehaya libertad para el ministerio, don de Dios. Es justo humanamente, respetuoso de la voluntad divina, bueno para las comunidades. Libertad acorde con la Palabra de Dios: “Acerca de los célibes no tengo precepto del Señor” (1 Cor 7,25). “¿Acaso no tenemos derecho a llevar con nosotros una mujer hermana en la fe, como los demás apóstoles, y los hermanos del Señor y Cefas?” (1Cor 9,4-5). “Si no pueden sostenerse, que se casen; más vale casarse que quemarse” (1Cor 7,9). Esto es voluntad de Dios.
Jaén, 18 agosto 2020