"El cristianismo se presenta como un tratado sobre el cuerpo" Casa, banquete, mesa, pan… sinónimos de Vida

Cena
Cena

"En la Escritura no hay división entre vida espiritual y material, entre interioridad y sensibilidad"

"Jesús comparte la vida de todos: va de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, entra en las casas, llama, escucha, acoge, ama y se hace amar"

"El Reino es una mesa puesta, un banquete compartido donde justos y pecadores, fariseos y prostitutas se encuentran unidos, sin divisiones ni jerarquías, o mejor dicho, con jerarquías invertidas"

Durante estos Domingos la Iglesia está proclamando el Evangelio del Pan de Vida. Y es que, en realidad, el "Corpus Domini" se celebra en muchas partes, en muchos días. En no pocas de nuestras Iglesias, todos los días.

 Humanidad, cuerpo, carne de Jesús, pan de vida.

 Sí, el cuerpo, la humanidad de Jesús: no una imagen, un símbolo, sino la realidad del Verbo que se hace carne, lo eterno que se hace frágil, vulnerable, como toda carne. Es la encarnación inaudita, que cuestiona todo espiritualismo alienante y se refiere a la dignidad que el cristianismo atribuye a cada cuerpo.

El viaje de tus sueños, con RD

Pan para la vida del mundo
Pan para la vida del mundo

 En la Escritura no hay división entre vida espiritual y material, entre interioridad y sensibilidad, pero todo es uno, tanto es así que Pablo puede decir: "Ofreced vuestros cuerpos en sacrificio agradable a Dios; éste es vuestro culto espiritual" (Rom 12, 1), es decir, ofrecéis vosotros mismos, vuestras experiencias en las relaciones con los demás, con la creación y con Dios mismo, para hacer de vuestra vida una ofrenda a ejemplo de Cristo.

 En el cristianismo todo gira en torno al cuerpo. Del Verbo que se hizo carne, al prólogo del Cuarto Evangelio, a la Eucaristía, a las curaciones de Jesús, al cuerpo que es la Iglesia, de la creación a la resurrección y a la escatología... el cristianismo se presenta como un tratado sobre el cuerpo. Después del Nuevo Testamento no se puede hablar de Dios ni del hombre, ni de la moral, ni de la vida eterna sin hablar siempre del cuerpo.

 Jesús nació de una mujer joven, se hizo adulto en el anonimato, completamente similar a los demás.

 Vive plenamente su "historicidad", su "terrenalidad": nace de una joven llamada María, en un contexto específico, crece y se convierte en un adulto en el anonimato, completamente similar a los demás. En la vida pública no se retira del mundo, a diferencia del Bautista. No adopta técnicas particulares de ascetismo como las técnicas de los esenios y los "monjes" de Qumran. No está por encima de los demás, como los escribas, los fariseos, los saduceos o la casta sacerdotal, pero es un maestro, un gran maestro y habla con autoridad.

 Como los hombres en todo menos en el pecado.

 Jesús comparte la vida de todos: va de pueblo en pueblo, de ciudad en ciudad, entra en las casas, llama, escucha, acoge, ama y se hace amar, se inclina sobre los enfermos, siente compasión, participa de las debilidades físicas y espirituales de los hombres, da “todo a todos”.

 Jesús hizo suyo todo lo humano.

 Cristo no negó nada que fuera humano.

 Dios ama la carne y la sangre del hombre, el cuerpo, el comer y el beber; ama su placer y amor, su belleza y esfuerzo; ama sus días y sus noches, ama los años y los siglos que componen su historia.

La última cena
La última cena Juan de Juanes

 Y cuando nos presenta al Padre, lo hace a través de las figuras de la realidad cotidiana: las flores del campo y los pájaros del cielo, la higuera que anuncia el verano, los pescadores con sus redes, el pastor y las ovejas, la gallina que recoge los polluelos, el ama de casa que amasa la harina con la levadura, la tierra y la semilla...

 Y también el pan de vida.

El Reino es una mesa puesta, un banquete compartido donde justos y pecadores, fariseos y prostitutas se encuentran unidos, sin divisiones ni jerarquías, o mejor dicho, con jerarquías invertidas.

 La Eucaristía es la última mesa.

 Y es precisamente en una de estas "mesas", la Última Cena, ante la inminencia de la muerte, el momento culminante de la celebración del cuerpo.

 Aquí, a través de los alimentos consumidos junto con "su pueblo", ciertamente no especial, una Iglesia de pecadores frágiles y dudosos, Jesús expresa de manera real, concreta y radical su dedicación absoluta a los hombres al donar su cuerpo.

Un almuerzo normal y "banal" se convierte en un punto crucial en el encuentro entre el hombre y Dios.

 Así, un momento habitual y cotidiano, como sentarse a la mesa y comer juntos, se convierte en la cuestión crucial y decisiva en el encuentro entre Dios y el hombre.

 Este es mi cuerpo entregado por vosotros.

 El cuerpo del Señor es el don, que se convierte para nosotros en mandamiento absoluto: amar como Él amó, en el cuerpo de cada hermano, en un dinamismo continuo hasta que "el Señor Jesús transfigurará este cuerpo miserable, para conformarlo a su cuerpo glorioso" (Fil 3, 21).

 “Glorificad, pues, a Dios con vuestro cuerpo” (1Cor 6, 19).

 Que su Pan de Vida se convierta en nuestro Pan de Vida transfigurada para la salvación del mundo. Ésta es la verdad del sacramento.

Cena de Emaus. Caravaggio
Cena de Emaus. Caravaggio

Carne y cuerpo del Hijo de Dios… pan de vida… comer a Dios… O magnum mysterium! Tan bueno como un trozo de pan.

Volver arriba