"La pretensión de lo masculino de ser el "quicio" para juzgar a varones y mujeres distorsiona la Buena Noticia" No Papa Francisco, no se trata de que la mujer quiera hacer el papel del hombre

La Universidad Católica de Lovaina contra el Papa
La Universidad Católica de Lovaina contra el Papa

"No siempre estoy seguro -tampoco lo he estado antes- de que estemos proponiendo como «depositum fidei» o como «doctrina» aquello que no es Evangelio sino propiamente aprioris o pre-juicios culturales"

"María fue excluida de la autoridad-poder públicos en el ámbito cristiano, como todas las demás mujeres. Antes y después de Ella. Su ejemplaridad y su santidad no se refieren a su sexualidad. Tampoco directa y, menos aún, exclusivamente a su virginidad. Sino a su fe"

"En una mentalidad esencialista-naturalista la mujer encaja solamente en aquellas "funciones naturales" como hija, hermana, madre, esposa"

"¿Por qué habría de ser ideología el que la mujer no sea a priori discriminada y excluida de todas las esferas del ejercicio eclesial público de la autoridad y, por ende, del ministerio ordenado por causa de su condición sexualmente femenina?"

Hace ya unos días, el 28 de septiembre, el Papa Francisco tuvo un encuentro con los estudiantes universitarios en el Aula Magna de la "Université Catholique de Louvain”. En realidad, yo no leí aquel discurso hasta que Religión Digital no se hizo eco de ello. Sí me detuve, entonces y sobretodo, en las palabras que el Papa Francisco sobre la mujer en su mencionado discurso.

Es verdad que, aquí y allá, de manera más formal o menos, se ha abierto un espacio de reflexión y diálogo sobre el papel de la mujer en la Iglesia. He de reconocer que no es un tema sobre el que yo haya reflexionado. Pero, al respecto de este tema, como de otros temas más o menos actuales en la reflexión y debate eclesiales, me pregunto si los cristianos en general, y los católicos en particular, tenemos algunos condicionantes, ¿limitaciones? Dicho con otras palabras, no siempre estoy seguro -tampoco lo he estado antes- de que estemos proponiendo como «depositum fidei» o como «doctrina» aquello que no es Evangelio sino propiamente aprioris o pre-juicios culturales. Incluso sin ser conscientes de ello podemos confundir modelos y parámetros culturales, más o menos tradicionales, con la alternativa, novedad,…, con la verdad del Evangelio.

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Papa, en el avión

De mis años de estudiante de teología y, más en particular, de docencia de teología dogmática, me quedó la ‘sospecha’ de que ciertos pre-juicios pueden ser asumidos a-críticamente y repetidos como «revelados», «definitivos», «sensus fidei»…. Es una ‘sospecha’ que, también hoy, me acompaña y con la que trato de hacer convivir la docilidad de mi fe y de mi obediencia.

Por poner un ejemplo al que alude el Papa Francisco en su mencionado discurso al que aludo, la Virgen María de Nazaret, Madre de Jesús y Madre de la Iglesia, no es un “principio mariano”. Aquella María fue excluida de la autoridad-poder públicos en el ámbito cristiano, como todas las demás mujeres. Antes y después de Ella. Su ejemplaridad y su santidad no se refieren a su sexualidad. Tampoco directa y, menos aún, exclusivamente a su virginidad. Sino a su fe.

Digo esto porque, también por ejemplo, pertenezco a una congregación mariana (valga la expresión) en la que, inconscientemente o no tanto, proyectamos sobre María, pre-juicios de nuestro mundo masculino como si fueran espirituales, inspirados, revelados, santos,…

Durante muchos siglos el carácter sacramental de la mujer ha estado, se ha centrado y limitado en el dormitorio, en la sala de partos, en el hogar. Incluso hubo un tiempo donde ni siquiera podía asistir a la celebración litúrgica del bautismo de sus hijos. Fuera de esos mencionados ámbitos, a la mujer no se le ha reconocido carácter sacramental. Ni, mucho menos aún, se la concedido autoridad sacramental.

Papa, en Lovaina

Cierta teología esencialista o naturalista, con un modelo limitado de pensar sobre las mujeres, hasta puede llevarnos a pensar que la mujer que se siente llamada a ejercer la autoridad sacramental en público "quiere hacer el papel del hombre". No, no es para mí una frase afortunada la del Papa Francisco. En realidad, es un pensamiento des-afortunado y equivocado.

No, no creo que la mujer sea ni principalmente ni, mucho menos aún, exclusivamente "acogida fecunda, cuidado, entrega vital". Ese planteamiento, esencialista y naturalista, sospecho que lo hemos confundido, ¿seguimos confundiéndolo?, con la revelación divina en la Palabra hecha carne de Jesucristo. Por eso expresaba antes mi cautela, mi precaución, de no con-fundir Evangelio con nuestros pre-juicios culturales. 

En una mentalidad esencialista-naturalista la mujer encaja solamente en aquellas "funciones naturales" como hija, hermana, madre, esposa. En ese planteamiento, la comprensión de mujer se produce en referencia al varón. De hecho, la mujer ha tenido sentido en tanto en cuanto ha tenido un varón a su lado. De hija a esposa y a madre. En realidad, la mujer, como el varón, se define por muchas y diversas dimensiones y relaciones que forman parte de su esencia abierta, histórica, libre, no predefinida. Por eso esa mentalidad esencialista-naturalista es tan débil como in-completa. Y, por lo tanto, falaz.

El "género femenino" de la palabra Iglesia, en el que solemos insistir los miembros del clero, no sirve de mucho para comprender la identidad femenina, mucho menos en la perspectiva de la novedad del Evangelio del Reino de Dios. Porque en ese horizonte el género femenino de la Iglesia se adaptaba -como anillo al dedo- al género masculino de los ministros ordenados exclusivamente varones. En toda analogía, también en ésta, la desemejanza es siempre mayor que la semejanza. Y, por eso también, hay que tener cierta precaución a la hora de extraer consecuencias de toca o cualquier analogía.  

Papa, en Lovaina

Es verdad, no podemos confiar lo "femenino" a las ideologías por más que éstas sean consensuadas. Mucho menos, si son occidentales, europeas,… La dignidad de la mujer está por encima y más allá de cualquier ideología y de cualquier ley humana. Pero no es menor la ideología que se esconde y se asoma en nuestros aprioris o pre-juicios.

Si no tiene el marchamo de ideología el que la mujer pueda practicar deportes, pueda ejercer el derecho al voto, pueda opositar en concursos públicos, pueda acceder a las orquestas como directora, pueda ser primera ministra o presidenta de un país, ¿por qué habría de ser ideología el que la mujer no sea a priori discriminada y excluida de todas las esferas del ejercicio eclesial público de la autoridad y, por ende, del ministerio ordenado por causa de su condición sexualmente femenina?

El reconocimiento de la autonomía de la mujer, de su emancipación, no va contra ninguna ley natural, sino que es resultado de una nueva lectura del sujeto, del mundo y de la historia. De aquella misma lectura que San Pablo, reclamando con novedosa libertad la dignidad, decía en la Carta a los Gálatas “no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay hombre ni mujer; porque todos sois uno en Cristo Jesús” (Gál 3,28). También en esto el mensaje cristiano supuso de hecho una alternativa de frescura y novedad en la historia.

Las formas a-históricas de pensar han solido alimentar, a lo largo de los siglos, las formas de discriminación y de exclusión de los absolutismos, despotismos, totalitarismos. Somos seres históricos, como hombres y como mujeres. El Evangelio del Reino no desarrolla una cultura propia a partir de un pre-juicio esencialista que confina a las mujeres en determinados ámbitos, sino que contribuye, con todas las demás culturas, al descubrimiento de una dignidad que le es propia porque ha sido igualmente amada, pensada y diseñada por el Creador. La pretensión de lo masculino de ser el "quicio" para juzgar a varones y mujeres distorsiona la Buena Noticia.

El Papa en Lovaina
El Papa en Lovaina

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