"Cuando rezamos hablamos con Dios, pero cuando leemos es Dios quien habla con nosotros" (San Agustín) Una carta papal sin precedentes: Por qué Bergoglio vuelve a dar en el clavo

Papa Francisco
Papa Francisco

"El domingo 4 de agosto, el Papa Francisco publicó una larga carta dirigida a sus sacerdotes, pero mejor aún no sólo para ellos, sino para todos los cristianos, sobre la importancia de la lectura de novelas y poesía en la formación"

"Si no me equivoco, el texto no tiene precedentes en las cartas papales, y el Papa comienza subrayando que la obra literaria, la escritura creativa, es una coproducción entre el escritor y el lector"

"Aprendemos a ver a través de los ojos de los demás. El Papa Francisco nos ayuda así a comprender mucho también de la Gracia de Dios"

"¿Para qué sirve la literatura? El Papa Francisco lo explica así: 'La literatura es como un laboratorio fotográfico, en el que es posible elaborar las imágenes de la vida para que revelen sus contornos y matices. Para esto sirve la literatura: para elaborar las imágenes de la vida, para interrogarnos sobre su sentido'"

El domingo 4 de agosto, cuando comienza realmente para muchos el verano en el sentido del período estival dedicado al descanso, al tiempo para uno mismo, el Papa Francisco publicó una larga carta dirigida a sus sacerdotes, pero mejor aún no sólo para ellos, sino para todos los cristianos, sobre la importancia de la lectura de novelas y poesía en la formación.  

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"A menudo, en el aburrimiento de las vacaciones, en el calor y la soledad de algunos barrios desiertos, encontrar un buen libro para leer se convierte en un oasis que nos aleja de otras opciones que no nos hacen bien. Luego están los momentos de cansancio, de rabia, de decepción, de fracaso, y cuando ni siquiera en la oración conseguimos encontrar la quietud del alma, un buen libro al menos nos ayuda a capear el temporal, hasta que podamos tener un poco más de serenidad. Y tal vez esa lectura nos abra nuevos espacios interiores que nos ayuden a no encerrarnos en esas pocas ideas obsesivas que nos atrapan inexorablemente. Antes de la omnipresencia de los medios de comunicación, las redes sociales, los teléfonos móviles y otros dispositivos, esta era una experiencia frecuente, y quienes la han vivido saben de lo que hablo. No es algo pasado de moda." 

Cómo ponerse en contacto con el Papa

Si no me equivoco, el texto no tiene precedentes en las cartas papales, y el Papa comienza subrayando que la obra literaria, la escritura creativa, es una coproducción entre el escritor y el lector: "De algún modo [el lector] reescribe la obra, la amplifica con su imaginación, crea un mundo, utiliza sus habilidades, su memoria, sus sueños, su propia historia llena de dramatismo y simbolismo, y de este modo lo que surge es una obra muy distinta de la que el autor pretendía escribir. Una obra literaria es un texto vivo y siempre fértil, capaz de volver a hablar de muchas maneras y de producir una síntesis original con cada lector que encuentra. Al leer, el lector se enriquece con lo que recibe del autor, pero esto le permite al mismo tiempo florecer en la riqueza de su propia persona, de modo que cada nueva obra que lee renueva y amplía su universo personal".

Mientras leía, intenté recordar una novela y enseguida me acordé de "Las escalas del Levante", de Amin Maaluf, el gran escritor libanés que ahora es secretario perpetuo de la Academia Francesa. Ese libro entró en mi imaginación, lo reescribí dentro de mí cien veces, imaginando esa historia de amor entre una persona de Haifa y otra de Beirut divididas de repente por una frontera infranqueable. El Papa observa que "para un creyente que quiera sinceramente entrar en diálogo con la cultura de su tiempo, o simplemente con la vida de personas concretas, la literatura se hace indispensable. Con razón, el Concilio Vaticano II sostiene que la literatura y las artes [...] buscan expresar el carácter propio del hombre" e "ilustrar sus miserias y alegrías, sus necesidades y capacidades. En efecto, la literatura se inspira en la cotidianidad de la vida, en sus pasiones y en los acontecimientos reales, como la acción, el trabajo, el amor, la muerte y todas las pobrezas que llenan la vida"

¿No ocurre lo mismo con los no creyentes? Creo que sí, pero para el creyente es decisiva la siguiente referencia a Jesús, contenida en un párrafo titulado Nunca Jesús sin carne: "Antes de profundizar en las razones concretas por las que se debe promover la atención a la literatura en el itinerario de formación de los futuros sacerdotes, permítaseme recordar aquí una reflexión sobre el contexto religioso actual: El retorno a lo sagrado y la búsqueda espiritual que caracterizan nuestra época son fenómenos ambiguos. Pero más que el ateísmo, hoy nos enfrentamos al reto de responder adecuadamente a la sed de Dios de muchas personas, para que no intenten saciarla con propuestas alienantes o con un Jesucristo sin carne. La urgente tarea de anunciar el Evangelio en nuestro tiempo exige, por tanto, de los creyentes y de los sacerdotes en particular, el compromiso de que todos puedan encontrarse con un Jesucristo hecho carne, hecho hombre, hecho historia. Todos debemos estar atentos a no perder nunca de vista la "carne" de Jesucristo: esa carne hecha de pasiones, emociones, sentimientos, historias concretas, manos que tocan y curan, miradas que liberan y animan, hospitalidad, perdón, indignación, valentía, intrepidez: en una palabra, amor".

LAS ESCALAS DE LEVANTE | AMIN MAALOUF | Segunda mano | ALIANZA EDITORIAL |  Casa del Libro

Aquí estamos, en la actualidad, ante este Jesús abstracto, sin carne, tan extendido. Con esta "abstracción" en mente entiendo la poderosa cita de Jorge Luis Borges: "Cuando mis pensamientos se vuelven hacia la literatura, me acuerdo de lo que el gran escritor argentino Jorge Luis Borges solía decir a sus alumnos: lo más importante es leer, entrar en contacto directo con la literatura, sumergirse en el texto vivo que tenemos delante, en lugar de fijarse en ideas y comentarios críticos. Y Borges explicaba esta idea a sus alumnos diciéndoles que tal vez al principio entenderían poco de lo que estaban leyendo, pero que en cualquier caso oirían "la voz de alguien". He aquí una definición de la literatura que me gusta mucho: escuchar la voz de alguien. ¡Y no olvidemos lo peligroso que es dejar de escuchar la voz del otro que nos interpela! Caemos inmediatamente en el autoaislamiento, entramos en una especie de sordera "espiritual", que también afecta negativamente a nuestra relación con nosotros mismos y a nuestra relación con Dios, por mucha teología o psicología que hayamos podido estudiar".

"A medida que leía, tenía la sensación de que su carta me acompañaba realmente al misterioso mundo de la escritura creativa, que amplía nuestra realidad con personajes, historias, destinadas a permanecer en ella para siempre"

A medida que leía, tenía la sensación de que su carta me acompañaba realmente al misterioso mundo de la escritura creativa, que amplía nuestra realidad con personajes, historias, destinadas a permanecer en ella para siempre:" T.S. Eliot, el poeta a quien el espíritu cristiano debe obras literarias que han marcado la época contemporánea, describió con razón la crisis religiosa moderna como la de una "incapacidad emocional" generalizada. A la luz de esta lectura de la realidad, el problema de la fe hoy no es, en primer lugar, el de creer más o creer menos en las proposiciones doctrinales. Es más bien el de la incapacidad de tantos de conmoverse ante Dios, ante su creación, ante los demás seres humanos. He aquí, pues, la tarea de sanar y enriquecer nuestra sensibilidad. Por eso, a mi regreso del Viaje Apostólico a Japón, cuando me preguntaron qué tiene que aprender Occidente de Oriente, respondí: 'Creo que a Occidente le falta un poco de poesía'".

El Papa Francisco, en mi opinión, vuelve a dar en el clavo, capta el punto de hoy, de nuestra relación con los demás, con la creación y, por tanto, también con la poesía. ¿Qué quería decir el teólogo jesuita Karl Rahner cuando hablaba de una profunda afinidad entre el sacerdote y el poeta? He aquí la explicación del Papa: Las palabras del poeta -escribe Rahner- están llenas de nostalgia, son puertas que se abren al infinito, puertas que se abren de par en par a la inmensidad. Evocan lo inefable, tienden a lo inefable. Esta palabra poética se asoma al infinito, pero no puede darnos este infinito, ni puede llevar o esconder en sí a Aquel que es el Infinito. Esto es propio de la Palabra de Dios, de hecho, y -continúa Karl Rahner- la palabra poética invoca, por tanto, la Palabra de Dios. Para los cristianos, la Palabra es Dios y todas las palabras humanas llevan en sí el rastro de un anhelo intrínseco de Dios, que tiende hacia esa Palabra. Puede decirse que la palabra verdaderamente poética participa analógicamente de la Palabra de Dios, tal como la Carta a los Hebreos nos la presenta de forma disruptiva. Y así es como Karl Rahner puede establecer un hermoso paralelismo entre el sacerdote y el poeta: 'sólo la palabra es íntimamente capaz de liberar lo que mantiene cautivas todas las realidades no expresadas: el mutismo de su tendencia hacia Dios'.

Poesía bíblica. Ensayo de Stuart Park – Tiberíades

Esto nos lleva al lector y a su discernimiento, esencial en la visión de un jesuita como el Papa Francisco. Para él, el lector está "directamente implicado en el proceso de lectura". Aquí se despliega el escenario del discernimiento espiritual personal en el que no faltan las angustias e incluso las crisis. De hecho, son numerosas las páginas literarias que pueden responder a la definición ignaciana de "desolación": "Se entiende por desolación [...] las tinieblas del alma, la turbación interior, el estímulo hacia las cosas bajas y terrenas, la inquietud debida a diversas agitaciones y tentaciones: así el alma se inclina a desconfiar, está sin esperanza y sin amor, y se encuentra aletargada, tibia, triste y como separada de su Creador y Señor". El dolor o el aburrimiento que uno siente al leer ciertos textos no son necesariamente sentimientos feos, malos o inútiles.

El mismo Ignacio de Loyola había señalado que en "los que van de mal en peor" el buen espíritu actúa causando inquietud, agitación, descontento. Esta sería la aplicación literal de la primera regla ignaciana del discernimiento de espíritus reservada a los que van de pecado mortal en pecado mortal y es que en tales personas el buen espíritu actúa aguijoneándoles y reconviniéndoles la conciencia con la sindéresis de la razón (es decir, la capacidad innata del hombre para conocer los principios universales) para conducirles al bien y a la belleza. Se entiende así que el lector no es el destinatario de un mensaje edificante, sino una persona a la que se insta activamente a pisar un terreno inestable en el que las fronteras entre la salvación y la perdición no están a priori definidas y separadas. El acto de leer es, pues, como un acto de "discernimiento" en el que el lector se implica en primera persona como "sujeto" de la lectura y, al mismo tiempo, como "objeto" de lo que lee. Al leer una novela o una obra poética, el lector experimenta realmente "ser leído" por las palabras que lee. Así, el lector se asemeja a un jugador en el campo: juega el partido, pero al mismo tiempo el partido se juega a través de él, en el sentido de que está totalmente implicado en lo que hace.

Pero entonces, ¿para qué sirve la literatura? El Papa Francisco lo explica así: "La literatura es como un laboratorio fotográfico, en el que es posible elaborar las imágenes de la vida para que revelen sus contornos y matices. Para esto "sirve" la literatura: para "elaborar" las imágenes de la vida, para "interrogarnos sobre su sentido".

Sirve, en definitiva, para experimentar efectivamente la vida. Pero, ¿qué significa esto, concretamente? La respuesta es muy clara, inmediata: "Al leer un texto literario, se nos permite 'ver a través de los ojos de los demás', adquiriendo una amplitud de perspectiva que ensancha nuestra humanidad. Esto activa en nosotros el poder empático de la imaginación, que es un vehículo fundamental para esa capacidad de identificación con el punto de vista, la condición, el sentimiento de los demás, sin la cual no hay solidaridad, compartir, compasión, misericordia. Leyendo descubrimos que lo que sentimos no es sólo nuestro, es universal, y así hasta la persona más abandonada no se siente sola".

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Extraordinario. El Papa Francisco explica en pocas palabras el misterio de tantos personajes que pueblan nuestra realidad, que son protagonistas, aunque sólo sean personajes de una novela que no podemos olvidar: "La originalidad de la palabra literaria consiste en que expresa y transmite la riqueza de la experiencia no objetivándola en la representación descriptiva del conocimiento analítico o en el examen normativo del juicio crítico, sino como contenido de un esfuerzo expresivo e interpretativo para dar sentido a la experiencia en cuestión".

Pero eso no es todo, no se trata sólo de que los demás entren en nuestra imaginación: "Al leer un cuento, gracias a la visión del autor, cada uno imagina a su manera el llanto de una niña abandonada, la anciana que cubre el cuerpo de su nieto dormido, la pasión de un pequeño empresario que intenta salir adelante a pesar de las dificultades, la humillación de alguien que se siente criticado por todos, el niño que sueña como única salida al dolor de una vida miserable y violenta. Al sentir huellas de nuestro mundo interior en medio de esas historias, nos volvemos más sensibles a las experiencias de los demás, salimos de nosotros mismos para entrar en sus profundidades, podemos comprender un poco más sus luchas y deseos, vemos la realidad a través de sus ojos y acabamos convirtiéndonos en compañeros de viaje. Así nos sumergimos en la existencia concreta e interior del vendedor de fruta, la prostituta, el niño que crece sin padres, la mujer del albañil, la anciana que aún cree que encontrará a su príncipe. Y podemos hacerlo con empatía y, a veces, con tolerancia y comprensión".

Sí, esto nos ocurre a cada uno de nosotros, leyendo una novela que consigue engancharnos. Aprendemos a ver a través de los ojos de los demás. El Papa Francisco nos ayuda así a comprender mucho también de la Gracia de Dios: "Al reconocer la inutilidad y quizá incluso la imposibilidad de reducir el misterio del mundo y del ser humano a una polaridad antinómica de verdadero/falso o bien/derecho, el lector acepta el deber de juzgar no como instrumento de dominación, sino como impulso hacia la escucha incesante y como disponibilidad a ponerse en juego en esa extraordinaria riqueza de la historia debida a la presencia del Espíritu, que se da también como Gracia: es decir, como acontecimiento imprevisible e incomprensible que no depende de la acción humana, sino que redefine lo humano como esperanza de salvación"

Su gracia es la que te sostiene - RCC

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