Sobre el gobierno y la gestión en nuestra Iglesia La extraordinaria ventaja de un pensamiento sistémico para abordar el cambio

Engranaje
Engranaje

"Seguimos atados, con especial referencia al pensamiento eclesial, al siglo XX que ya no existe …"

"Cuanto más complejo es un sistema, más probable es que se desencadene un «efecto mariposa»"

Un pensamiento sistémico las cosas se llaman por su nombre… cuando analizamos un sistema tenemos que buscar qué es lo que impide que funcione correctamente, el mejor equilibrio alternativo; una vez eliminado el enclavamiento, el engranaje gira

"Abordar la complejidad con el único recurso del análisis del ver, juzgar y actuar… corre el riesgo de aumentar el grado de confusión y frustración"

Existen dos tipos diferentes de cambio: uno que tiene lugar dentro de un determinado sistema, que en sí permanece inmodificado, y otro, cuya aparición cambia el sistema mismo” (Paul Watzlawick).

El viaje de tus sueños, con RD

Después de estos años de experiencia de gobierno, provincial y congregacional, en mi congregación claretiana, y también en algunas otras instituciones eclesiales, entiendo que las «clases dirigentes» (las voy a llamar así refiriéndome a Obispos, Superiores Mayores, Consejos...) parecen que no pueden dejar de alimentarse del pensamiento sistémico y estratégico en esta fase histórica en este mundo (no en el imaginario hipotético supuesto)

"Necesitamos desarrollar una cultura sistémica y de síntesis, capaz de comprender los procesos históricos, los condicionantes recíprocos (no inevitables) y los límites y potencialidades que de ellos se derivan"

Perspectiva Sistémica: un abordaje diferente de la seguridad y salud  laboral - Cultura Preventiva Osarten

Nada de lo que ocurre, dentro de los sistemas eclesiales regionalizados (diocesanos, congregacionales…) y a escala mundial, puede ya abordarse, analizarse y gobernarse por separado del resto. Esto nos obliga a pensar sistémicamente, a trabajar cada vez más en las interrelaciones que conducen, al mismo tiempo, a la integración y a la desintegración. Necesitamos desarrollar una cultura sistémica y de síntesis, capaz de comprender los procesos históricos, los condicionantes recíprocos (no inevitables) y los límites y potencialidades que de ellos se derivan.

También necesitamos un pensamiento estratégico, abierto, complejo, crítico y libre. Junto al dato de la interrelación sistémica hay que añadir el de la imprevisibilidad que vemos crecer en el mundo desigual, a-polar y cada vez más marcado por complejidades (también amenazas y debilidades) a-simétricas.

En una expresión, el pensamiento sistémico y el pensamiento estratégico pueden resumirse como pensamiento de proyecto. La Iglesia, y en particular los «equipos eclesiales de gobierno» (salvo algunas excepciones de lo que yo he alcanzado a conocer y que es muy limitado), no tienen una mentalidad capaz de captar y acoger los «signos de los tiempos». Lo cual quiere decir, entre otras cosas, que seguimos atados, con especial referencia al pensamiento eclesial, al siglo XX que ya no existe, a la separación entre blanco y negro, amigo y enemigo, lo yuyo y o mío, lo nuestro y lo suyo. Todo ello mientras la realidad, la real, va en dirección obstinada y contraria. Cambiar nuestros paradigmas de referencia, pues, no es sólo una opción posible, sino la llamada de la realidad-en-nosotros. Ya no podemos permitirnos no atenderla.

"También necesitamos un pensamiento estratégico, abierto, complejo, crítico y libre"

Yo entiendo que un pensamiento sistémico las cosas se llaman por su nombre. Si una situación es complicada se trata como tal, evitando simplificarla artificialmente con el único fin de poder tomar una decisión rápida. La complejidad debe ser respetada y tratada como un elemento ineludible de la vida cristiana y eclesial. En otras palabras, la facilidad de una solución no se confunde con su bondad ni su eficacia con la eficiencia.

El pensamiento sistémico nos ayuda a identificar las fuerzas del sistema -que al fin y al cabo ha sido creado por todos nosotros- y las formas de intervenir en él; nos recuerda que la voluntad de los individuos se vierte en él con efectos a menudo contrarios a los deseados y, para conjurar estos peligros, nos revela sus leyes profundas y sus dinámicas ocultas. No importa quiénes seamos o a qué nos dediquemos, cuáles sean nuestras competencias o nuestra misión (profesión, trabajo…). Todo lo que hacemos y observamos, en nuestra vida individual, eclesial, congregacional…, en nuestro tiempo libre o en el trabajo, está inervado, marcado y dirigido por las leyes de los sistemas: el pensamiento sistémico es un meta-conocimiento necesario, una plataforma interdisciplinar indispensable en la que no se excluye ninguna dimensión.

Todo lo que sea verdad: El efecto mariposa

Seguramente hemos oído hablar del «efecto mariposa», el principio por el que un aleteo de alas de mariposa en Brasil puede desencadenar un tornado en Texas. Quizá incluso merezca la pena mencionarlo en este momento. Nos guste o no, cada uno de nosotros vive dentro de algún sistema (y seguramente todos compartimos al menos uno, ¿verdad?).

Además, es igualmente cierto que nuestro sistema, nuestro entorno, nuestro espacio y tiempo vitales son cada vez más complejos, interconectados, difíciles de desentrañar; añadamos a esto la sobre-especialización del conocimiento y el enfoque sintomático de los problemas, una combinación que ciertamente no mejora las cosas... ¿Realmente somos conscientes de las decisiones micro y macro tomadas, y de su transcendencia, en los últimos años en nuestras instituciones eclesiales -diocesanas, congregacionales,…-? Hay incluso quien en el ámbito de gobierno dice: “no importa esta decisión, este endeudamiento,…, patada a seguir”.

Los gobiernos eclesiales, diocesanos, congregacionales,…, disponen hoy de una cantidad de información cada vez mayor, pero distinguir cuál de ella es realmente útil es un reto difícil; ser pragmático y previsor es una ambición loable, pero cómo conseguirlo es otro asunto totalmente distinto.

"Cuanto más complejo es un sistema, más probable es que se desencadene un «efecto mariposa» y que éste sea especialmente significativo"

El pensamiento sistémico nos proporciona reglas y modelos que nos permiten comprender de qué está compuesto un sistema y cómo funcionan los vínculos entre los acontecimientos que lo animan: esto es especialmente importante porque cuanto más complejo es un sistema, más probable es que se desencadene un «efecto mariposa» y que éste sea especialmente significativo.

Trato de finalizar. Un pensamiento sistémico eclesial - diocesano, congregacional…- significa cambiar algunos (¿muchos?) hábitos de pensamiento y adoptar varios comportamientos nuevos. No quiero citar ejemplos. Lo siento. Pero tengo muchos y diversos ejemplos en mi mente después de casi 18 años de gobierno en mi congregación. Ciertamente un pensamiento sistémico:

1.- debe determinar cuáles son los límites de nuestro sistema actual,

2.- debe descubrir qué conexiones existen con otros puntos del sistema y cómo actúan éstos,

3.- debe identificar el punto de apalancamiento y de impulso.

La extraordinaria ventaja que tiene un pensamiento sistémico sobre un pensamiento analista es que mientras este último centra su atención y sus esfuerzos en el problema y su pensamiento «aquí y ahora», el pensamiento sistémico identifica un punto, aunque sea un punto lejano del sistema en (o a partir de) el que llevar a cabo una intervención para que el propio sistema la amplifique en la medida necesaria.

Porque cuando analizamos un problema solemos buscar cómo resolverlo, mientras que cuando analizamos un sistema tenemos que buscar qué es lo que impide que funcione correctamente, el mejor equilibrio alternativo; una vez eliminado el enclavamiento, el engranaje gira.

Las decisiones y actividades eclesiales son sistemas, pero tantas veces nos centramos en instantáneas de partes del sistema: luego nos preguntamos por qué nunca se resuelven nuestros desafíos, retos,…, problemas.

Desde la escuela nos enseñan a «analizar» lo complejo, es decir, a descomponerlo en sus distintas partes, porque el todo es demasiado «difícil». Al hacerlo, podemos acabar perdiendo no sólo la visión de conjunto, sino también el sentido, el significado y el alcance de ese mismo elemento en su contexto: lo observamos como si fuera una entidad separada. Pero desgraciadamente no es así: sería como pensar en curar un corazón enfermo sin molestarse en comprobar si el organismo que tendrá que seguir albergándolo está sano.

Abordar la complejidad con el único recurso del análisis del ver, juzgar y actuar… corre el riesgo de aumentar el grado de confusión y frustración. De hecho, los sistemas eclesiales son dinámicos, precisamente porque están compuestos por personas (individuos, grupos…), y no responden a las «reglas de la lógica» ni siguen ecuaciones o funciones matemáticas: la lógica tradicional es inadecuada para tratarlos porque utiliza secuencias causa-efecto en lugar de considerar las múltiples combinaciones de factores que, influyéndose mutuamente, dan vida y mantienen el sistema eclesial.

¿Cómo se generan los problemas en nuestra vidas y cómo podemos solucionarlos? ¿Es la solución acertada hacer más de lo mismo?” (Paul Watzlawick).

Abordar la complejidad.

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