Cordero de Dios I - (Que quitas el pecado del mundo)
Fue en el coloquio posterior a una charla sobre la Redención. En ella resumí lo que tantas veces he escrito:
- Que no se trata de un sacrificio expiatorio.
- Que no tiene nada que ver con el perdón y menos con "un precio" por el perdón.
- Que no fue un sangriento holocausto estático y puntual para abrirnos las puertas del cielo.
- Que fue y es un proceso de "iluminación" y "conversión" que continúa y continuará hasta que "Dios lo sea todo en todos" (1Cor 15,28) y al que estamos todos invitados, incluso los no creyentes, etc.
El primero en preguntar fue un joven:
Andrés: Permíteme el tuteo cercano y fraternal hermano Jairo. Me llamo Andrés y...
Jairo: No podría ser de otra manera querido Andrés, le corté. Esta es una reunión de amigos, hermanos, buscadores de las huellas del Señor. No cabe más que la cercanía, la fraternidad y la sinceridad. Y gracias por llamarme hermano. Eso es lo que intento ser para vosotros y para toda la humanidad aunque no ostente más título que el de "cristiano de a pie". Así que pregunta con toda libertad.
Andrés: Soy profesor de Religión y otras asignaturas en un colegio de religiosos. Lo que has expuesto me ha convencido. Lo explicas con mucha claridad, lo mismo que cuando escribes tus meditaciones. Pero tengo un importante escollo.
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El Bautista se refirió a Jesús como "el cordero de Dios que quita el pecado del mundo" (Jn 1,29). Eso está en el Evangelio y, por tanto, es palabra de Dios. Además la Iglesia lo ha incorporado a la liturgia desde hace siglos y lo repetimos en la Eucaristía. Es, pues, tradición también. Esas palabras contradicen tus explicaciones y confirman que Cristo fue realmente "el cordero de Dios", la víctima propiciatoria "para quitar los pecados del mundo".
Jairo: Muy aguda tu pregunta. Esa denominación está esculpida en nuestra liturgia y en nuestra mente desde siempre, como muchas otras citas bíblicas. Te haré una pregunta: ¿El Bautista era judío?
Andrés: ¡Es evidente que sí!
Jairo: ¡Pues ahí tienes la primera explicación! Tanto el primo Juan como el resto de protagonistas y escritores del NT eran judíos. No podían "arrancarse" su mentalidad judía. Hablan y escriben desde esa perspectiva. No podían "mirar" la vida de Jesús más que con ese cristal de color judío. Para ellos existía una secuencia cierta y fija:
Pecado - Expiación - Justificación - Perdón. Era imposible llegar al perdón si no era pasando por esos escalones. Esas gafas no se las podían quitar.
Nosotros somos cristianos y contamos con la revelación del Señor, mucho más avanzada. En el NT, escrito por judíos, se mezclan las percepciones judías y cristianas.
Ellos escribieron cosas que no pudieron digerir porque su mentalidad judía hacía de filtro. Recuerda las discusiones sobre la circuncisión, por ejemplo. O lo que le costó a Pedro el "mata y come" (He 10,13) o su claudicación por "respetos humanos" ante los judíos, etc.
En otras ocasiones interpretan los hechos con su mentalidad judía. El hecho de la pasión y muerte del Señor quizá sea el ejemplo cumbre de esa mezcla judeocristiana. Esto es muy importante a la hora de interpretar el NT.
Andrés: ¿Me quieres decir, entonces, que esas palabras del "Agnus Dei" son falsas y hay que olvidarlas totalmente? Quizás hasta retirarlas de la liturgia...
Jairo: ¡De ninguna manera, hermano mío! Lo que intento decirte es que debemos interpretar como cristianos y con las luces que hoy tenemos. El Espíritu no permanece congelado dos siglos, ni dos minutos...
Ese es uno de los mayores pecados que podemos cometer como individuos y como Iglesia: "Pensar que ya tenemos bien sujeto al Espíritu Santo en una jaula de oro -que llamamos verdad- y negarnos a avanzar para encontrar nuevas luces". Esa es la causa principal de que, en muchos temas, no hayamos superado las viejas visiones judías. La Redención es uno de esos temas, probablemente el más importante.
Caemos también en otro pecado: "Utilizar la Tradición -la otra fuente- como ancla y no como velamen que nos permite captar los vientos del Espíritu y avanzar". Además, incluimos en esa "tradición" viejas costumbres, rutinas y hasta errores evidentes, lo que yo llamo la "tradición de barro".
Andrés: Comprendo esas explicaciones. Creo haber leído algo parecido en tus escritos. Pero no me has respondido a mi pregunta concreta: ¿Hay que suprimir el "Agnus Dei" por falso?
Jairo: Ten un poco de paciencia conmigo, Andrés. A veces me extiendo para hacerme comprender mejor. Voy a concretar. Empecemos por el final que es más fácil de ver: "Que quitas el pecado del mundo". ¿Tú que interpretas?
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Andrés: Pues justo lo que tú rechazas. Que Cristo en la cruz se convirtió en expiación por nuestros pecados, nos redimió con su sangre derramada y fue la víctima que obtuvo el perdón borrando así el pecado del mundo.
Jairo: ¿Ves? Acabas de interpretar con las gafas judías, las que te pusieron desde niño. Eso es lo que te enseñaron y tú has venido aceptando acríticamente porque te dijeron que la fe es "aceptar sin pensar".
Pero si verdaderamente creemos que la Palabra es divina deberemos concluir que nos trasciende, que no la podemos abarcar, que no la podemos encerrar o congelar. Solo podemos abrirnos a ella y vislumbrar su brillo a la luz de nuestra capacidad de hoy.
El instrumento principal que Dios nos ha dado es la inteligencia. No nos neguemos a usarla, no nos aferremos a gafas del pasado. Por eso yo hablo de "revelación progresiva" porque la vamos descubriendo a medida que buscamos sinceramente. Lo importante no son las palabras sino "el mensaje" que nos quieren transmitir.
Andrés: ¿Quieres decir que la "revelación" no se cerró con Cristo, como afirma la Iglesia?
Jairo: Quiero decir que la "revelación" puede estar cerrada, pero no su alcance y comprensión. Lo dice el Evangelio: "Muchas cosas tengo que deciros todavía, pero ahora no estáis capacitados para entenderlas. Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará a la verdad completa. Pues no os hablará por su cuenta, sino que os dirá lo que ha oído y os anunciará las cosas venideras" (Jn 16,12).
Eso no está escrito solo para los que lo oyeron, también para nosotros. El Espíritu Santo no se derramó solo en Pentecostés, se sigue derramando y se seguirá entregando a medida que progresemos y nos abramos a su soplo.
Andrés: Eso que dices me resulta muy nuevo. Claro que tú siempre eres muy provocador porque sueles soltar cada "supernova"...
Jairo: No lo creas. Soy solo una brizna de yerba que crece en el prado de la Iglesia. Hay muchísimos -sean teólogos o simples creyentes- que sienten lo mismo, lo digan o no.
Ahora, si te parece, demos un pasito más a la luz de lo dicho. ¿Cómo se quitan los pecados (los errores) del mundo?
Andrés: Ya te lo he dicho. Es lo que me enseñaron desde niño. Por el sacrificio de la cruz de Cristo que expió todos los pecados, -pasados, presentes y futuros- y nos obtuvo el perdón definitivo, la salvación. Solo Él podía hacerlo porque era Dios y a la vez hombre.
Jairo: Efectivamente eso es lo que nos enseñaron a ti y a mí desde el secular enroque en la "expiación" judía. Pero hay otra forma de "quitar" (evitar, prevenir, limpiar) pecados: Por "iluminación". Arrojando luz sobre nuestras conciencias para acertar a descubrir el bien del mal y no caer en el error.
El pecado es un error con el que causamos daño (a nosotros mismos o a otros). Eso es lo que hay que evitar. A eso vino el Señor, a iluminarnos el Camino, la Verdad y la Vida.
No se trata de "conseguir" el perdón (pensamiento judío) sino de "evitar" el mal. El perdón lo tenemos preconcedido desde la eternidad, desde que Dios es Dios. Solo hay que abrirse a él, es decir, rectificar. Para eso hay que saber distinguir el camino que te aleja del que te acerca al Padre.
Andrés: Lo tendré que rumiar bien. Me convence mucho tu explicación.
Jairo: Te lo voy a poner fácil con un ejemplo: ¿El amanecer quita las sombras de la noche? (Ya te veo asentir). Pues de la misma manera el Cordero quita los pecados (las sombras) del mundo.
Nos redime, quita los pecados, por ILUMINACIÓN, no por EXPIACIÓN. Dios es Amor y es Gratuidad, no necesita expiaciones. Y que Dios es Amor sí que está clarísimo en el NT.
Andrés: ¿Pero entonces "el cordero", la víctima por excelencia de aquel tiempo? ¿Tampoco es víctima para ti?
Jairo: Te respondo preguntando: ¿Has tenido un cordero en tus brazos, lo has acariciado, lo has mirado a los ojos? ¿Alguna vez te mordió un cordero?
Andrés: ¡Los corderos no muerden!
Jairo: Pues ahí tienes la respuesta. El cordero, que para los judíos era "víctima expiatoria" habitual, para nosotros es "el icono de la paz, de la mansedumbre, de la ternura, de la inocencia..." ¿Crees que esas cualidades pueden aplicarse a nuestro Jesús de Nazaret?
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Andrés: Claro que sí. Sin duda.
Jairo: Pues entonces podemos cantar a pleno pulmón: "Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros". Y podemos hacerlo dejando atrás la vieja "expiación" judía y centrándonos en la "iluminación" redentora del Señor.
Si seguimos ese Camino, seremos corredentores y nuestro mundo seguirá iluminándose, humanizándose, apartándose del mal. Si nos empeñamos en mirar atrás, nos convertiremos en lastre de la Redención evolutiva y plena que el Señor desea para nuestro mundo.
Hay dos viñetas de Fano, al que admiro enormemente sin conocerle, que presentan al Cordero en versión cristiana.
En una lo pinta como esponja para limpiar las manchas (oscuridades) del mundo con el líquido limpiador del amor. En la otra lo dibuja como proveedor de lana virgen para hacer una bufanda que caliente la frialdad de nuestro mundo.
Estoy totalmente de acuerdo. Esas son visiones cristianas del Cordero cuya imagen podemos y debemos conservar.
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