¿Dónde están tus demonios? (La necesaria e higiénica increencia en el mito tentador)
(Esta meditación es larga y densa pero muy gratificante. Necesitarás tiempo y relectura)
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No deja de sorprenderme que todavía haya católicos y clérigos de distinto rango que insistan en hablar del demonio (el enemigo) y nos alerten sobre su peligrosa y oculta actividad.
Me incomoda enormemente la falta de actualización de esas personas y me duele que se sigan contando "cuentos" al Pueblo de Dios para amedrentarlo con una imaginación tenebrista, "la loca de la casa" según nuestra santa Teresa.
¡¡Por favor, señores sembradores de demonios, no me hagan daño a la Iglesia y, sobre todo, no me asusten a los niños!! ¿Les parecen pocos los peligros y daños de esta vida terrena para que tengan que importar cornudos e invisibles extraterrestres que nos acosen?
No niego que puedan existir una o varias "especies superiores" que hayan pervertido su libertad y se hayan rebelado contra su Creador. ¡Puede! Muchas criaturas humanas -consciente o inconscientemente- lo hacen. Lo que no creo de ninguna manera es que esos "diablos" circulen ocultamente por nuestro mundo tentando a los humanos. Es ilógico, irracional y -una vez más insisto en este argumento- contrario al rostro de Dios revelado por Cristo.
No conozco, ni puedo imaginar, un padre que tenga una jauría de mastines por los pasillos de su casa, con la finalidad de morder, intimidar o confundir a sus propios hijos. ¿Tú puedes imaginar una situación así, aunque las mordeduras fuesen pequeñitas?
Si no puedes imaginar esa escena por irreal… ¿Cómo puedes creer que Dios Padre -infinita Bondad- nos ha soltado a todos los "demonios" en esta nuestra casa provisional para tentarnos e inducirnos al mal? ¡Qué absurdo y qué infamante!
Bajemos, si quieres, un peldaño más. Supongamos que para el Creador solo somos mascotas que le acompañan y divierten. ¿Quién de vosotros pone un nido de pulgas (además invisibles, indestructibles y malignas) en la caseta del perro para que le irriten y le provoquen actuaciones erráticas y contra su naturaleza? ¿Entonces?
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Más de uno ya estará pensando en replicarme que la Escritura menciona al demonio, a la fiera, al dragón, a la serpiente, etc., e incluso relata las "tentaciones del Señor". ¡Ay la Escritura! Lo que se escribió para iluminar nuestra razón y no para confundirla, lo hemos utilizado como cárcel de la luz. Hemos pretendido congelar toda evolución del pensamiento tras los barrotes cruzados de la "literalidad" y la "sacralización". La hemos leído como los niños un cuento de hadas. Nos hemos quedado con su contenido mágico, mítico e imaginario, y tal vez se nos ha escapado el subterráneo sentido pedagógico.
En la etapa mítica, por la que discurren la mayoría de los escritos sagrados, toda enfermedad, todo acontecimiento o pensamiento negativo, todo fenómeno incomprensible y luctuoso eran atribuidos al demonio (por eso se habla profusamente de endemoniados) o al castigo de Dios. Extremos ambos absurdos e incompatibles. ¡Qué horrible ceguera poner la mano de Dios en paralelo con el mal!
Pero el demonio no es más que la mítica (ficticia, irreal, literaria) personalización del mal, la figura antropomórfica o zoomórfica del mal. No es una persona real que nos sople al oído todas las atrocidades de que es capaz el ser humano. Sino "un personaje", una figuración simbólica del MAL, especialmente del que no encontramos explicación racional. De esto habla la Escritura y no de otra cosa.
Dios no tiene ni puede tener antagonistas, ni opositores, ni aspirantes a usurpar su trono. Esos son paralelismos humanos. Dios solo tiene "hijos equivocados" que yerran el camino de la felicidad que Él les ofrece y se causan daño (mal) a sí mismos y a otros. Ese es nuestro drama: la ceguera (limitación) y la posibilidad de perjudicarnos (libertad).
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Estas palabras de Santiago pueden darnos alguna luz: "Nadie diga en la tentación que es tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie" (San 1,13). No tienta a nadie ni directa, ni indirectamente enviando diabólicos tentadores. Santiago además lo explica: "Sino que cada uno es tentado por su propio deseo, que lo atrae y lo seduce. Después su propio deseo, una vez consentido, engendra el pecado; y el pecado, una vez cometido, produce la muerte" (San 1,14).
Son pues las actitudes internas, que elegimos y cultivamos, las que construyen o corrompen al hombre. No el imaginario rabudo. "Lo que sale de la boca procede del corazón y eso es lo que mancha al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias. Eso es lo que mancha al hombre…" (Mt 15,18).
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El verdadero "demonio" nace de nuestra LIBERTAD y de nuestra LIMITACIÓN. Somos nosotros los que engendramos el MAL con nuestra libertad abusada y nuestra escasa capacidad para percibir lo que nos hace daño. Todos los humanos buscamos la felicidad, eso es una evidencia. Sin embargo somos la criatura que más yerra, porque tenemos el privilegio de conducir libremente la vida. Ninguna especie viva de la creación (vegetal o animal) confunde su felicidad con su daño, su madurez con su perdición. Están guiadas por un instinto certero que las conduce sin error a su plenitud como individuos y como especie.
El ser humano es medio animal y medio ángel. Somos una especie híbrida (Dios sabrá por qué). Tenemos instintos animales pero no predeterminados, sino iluminados por el "libre albedrío". Es decir, asistidos por una inteligencia (que piensa y discierne), conducidos por una libertad (que elige) y una voluntad (que mueve). Es un privilegio, un enorme regalo, un hermoso velero a nuestra disposición para timonear hacia la felicidad.
Pero si nuestra libertad se empeña en conducirlo a los pantanos de la irracionalidad, quedaremos atrapados en la ciénaga. El ejemplo de los fumadores ilustra bien esta realidad. Buscan ser felices y fuman. Pero en realidad caminan hacia el sufrimiento. Lo mismo ocurre con quienes comen sin discernir o se suben al innecesario riesgo, etc.
Detrás de todas esas desviaciones de la felicidad no hay diablillos juguetones, ni demonios terribles, simplemente están los "malos funcionamientos" de la persona (desequilibrios o desórdenes) en sus cuatro niveles: ser, cuerpo, sensibilidad y centro cerebral (inteligencia, libertad y voluntad). Imagina, por ejemplo, un coche en el que sus distintas partes no estén perfectamente colocadas y atornilladas. ¡Imposible dirigirlo y llegar al destino! Lo mismo ocurre en la persona.
Y ya advierto que entre los "malos funcionamientos" está el "funcionamiento imaginativo" -uno de los más frecuentes y desequilibrantes-, que es precisamente el que promueven los sembradores de demonios. Empujar hacia la fabulación desde la religión supone un doble pecado: desequilibrar a las personas y corromper la religión.
Es totalmente absurdo pensar que para unirnos con Dios -fin de la religión y la creación- Él mismo ha soltado en nuestro camino "invisibles monstruos infernales" que nos lo impiden. Estoy convencido de todo lo contrario: el Padre-Madre que nos creó ha jalonado la creación de innumerables señales que nos conducen a Él. Y además nos ha dotado de un potentísimo radar individual para no perdernos.
Lo que ocurre es que, montados en el potente auto de la LIBERTAD, nos creemos dioses y nos saltamos el orden de nuestra propia naturaleza. Bien por nuestra LIMITACIÓN o por la LIMITACIÓN del "ambiente humano" en que hemos vivido o vivimos. Así surgen los "malos funcionamientos", nuestros desequilibrios (nuestros verdaderos y reales demonios), los que originan nuestras "malas obras" y con ellas nuestra infelicidad y la de otros. Es decir, los sumandos del MAL del mundo.
Hay quienes eligen conscientemente esos "malos funcionamientos" porque creen que así llegarán antes a la felicidad -siquiera sea puntual- y trucan el motor, desmontan las luces o hinchan las ruedas a reventar. Antes o después se darán la galleta, caerán en el sufrimiento. Esa es una de las causas de nuestras desgracias: la LIBERTAD mal usada.
Hay quienes querrían acertar, conducir seguros hacia la felicidad, pero se equivocan inconscientemente y caen en "malos funcionamientos" subconscientes. No se preocuparon por aprender el funcionamiento básico de la persona o no hicieron las revisiones necesarias. Ahí tenemos la otra causa de nuestras desgracias: la LIMITACIÓN. Es la "desnudez" de que habla el Génesis: "Entonces se abrieron sus ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Gen 3,7).
Lo cuenta Pablo: "No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero" (Rom 7,19). Limitación humana pura y dura, pequeñez de nuestra luz y fuerza. Por eso nos advierte: "Es necesario que seáis constantes en el cumplimiento de la voluntad de Dios, para que alcancéis lo que os está prometido" (Heb 10,36). Eso prometido no es otra cosa que la felicidad célica y la terrenal por añadidura.
¿Y cómo se evitan las averías de la LIBERTAD y la LIMITACIÓN?
Con DICERNIMIENTO, aprendiendo a distinguir lo que me lleva a la felicidad de lo que me lleva a la desgracia (aunque puntualmente me reporte satisfacción). Y con FORMACIÓN personal (espiritual y sicológica) para ensanchar nuestra capacidad de consciencia y desarrollarnos como personas.
Es imprescindible poner los MEDIOS para aprender a conducir nuestra vida, estudiar el "manual de instrucciones" del ser humano y enfilar el éxito evitando el fracaso, es decir, el dolor, el sufrimiento, la decepción, la ausencia de paz… Nuestra limitación humana no desaparecerá pero disminuirá. Los llamados "manuales de autoayuda" apuntan en esa dirección aunque son insuficientes.
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En conclusión, que nadie nos meta miedo con supuestos demonios imaginarios. Bastantes demonios tenemos con los "malos funcionamientos" (desequilibrios en lenguaje sicológico) o con los "pecados capitales" (en lenguaje eclesial): soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Esas son las siete bestias que patean el mundo y lo corrompen. Ese es el MAL que nos acecha y puede asfixiarnos.
Esos son nuestros auténticos demonios -engendrados por nuestra estupidez- que emponzoñan el mundo y lo llenan de dolor. Ese es el MAL, que se expande desde la LIBERTAD y la LIMITACIÓN humanas, y que nos devorará si no lo combatimos permanentemente. De eso habla la Escritura y no de otra cosa.
No busques ni diablos ni tentaciones de seres extraterrestres. Busca tu "manual de funcionamiento" como persona, busca en tu interior, aprende a identificar la felicidad auténtica, no quieras coger las estrellas reflejadas en inmundas charcas. Eso sólo lo hacen los rematadamente bobos. Y no consientas en convertirte en un demonio para los demás, en causante de mal y dolor. De ésos sí hay muchos, por desgracia, en nuestro "ambiente humano".
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P.D. 1
Algunos timoratos me contraponen que el demonio es dogma católico y punto. Incluso me llaman "hereje" por escribir lo que he escrito. ¡Vaya razonamiento y vaya dogma!
Vuelvo a aclarar que no niego que existan "ángeles rebeldes" (demonios) aunque tal existencia no esté amparada por ningún dogma.
Lo que niego rotundamente es que a tales criaturas se les haya concedido "licencia para matar" a los terrestres hijos de Dios. Lo opuesto a mi negación me parece una evidente "apostasía" porque niega la naturaleza de Dios revelada por Cristo. ¿O es que pertenece a la esencia del Amor dar puñal al enemigo -embozado en inmaterial clandestinidad- para perseguir y degollar a los propios hijos?
Es de tal gravedad el disparate que no entiendo cómo los "sabios y entendidos" han podido contribuir a tamaña divulgación. Para mí, desde luego, esto pertenece a esa "tradición de barro" -de la que ya he escrito- que emponzoña y mancha nuestro pasado y nuestro presente. Haremos bien en sacudirnos estos barros y no seguir manteniendo patrañas.
El Dios Amor en quien yo creo todo lo hizo y hace bien: "Vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que todo estaba muy bien" (Gen 1,31). Imponer, o recomendar siquiera, la creencia en una criatura invisible e indetectable, a la que Dios permite corretear por el mundo obstaculizando nuestra vuelta al Padre, sería el colmo de la necedad.
Querer inculcar el amor a Dios por el terror a su "personaje" contrario es un gravísimo error. Inducir a los niños a temer al fantasma tentador es, además de antipedagógico, un gravísimo pecado (daño). Las catequesis de la "nueva evangelización" deben transcurrir -en mi convencida opinión- por la racionalidad y responsabilidad que he intentado describir.
También hay quienes me señalan las "tentaciones del Señor" como prueba bíblica de la existencia del Tentador. Debo recordar que en los Evangelios persiste el lenguaje figurado, las creencias míticas, el estilo oriental de los relatos y la pedagogía cuasi infantil, como en el resto de la Escritura (1).
En ese relato lo de menos es el mítico "bicho tentador". Lo que se nos está afirmando -me parece a mí- es la naturaleza humana del Señor, sometida como la nuestra y durante toda su vida (simbolismo del cuarenta) a las tentaciones típicamente terrenales:
- La tentación del cuerpo (primacía de los instintos) y su remedio: "No solo de pan vive el hombre…" (Mt 4,4).
- La tentación del alma (la ambición humana -los ídolos- de poder, saber, tener, hacer, dominar) y su remedio: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás" (Mt 4,10).
- La tentación de la religión (pretender poner a Dios a nuestro servicio) y su remedio: "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4,7). Es la tentación de los excesos: fanatismo, integrismo y credulidad infantil.
A veces me pregunto si la actual hiperinflación de "oraciones de petición" (personales y oficiales) no nos lleva a caer en esa tentación de querer "reconducir" a Dios según nuestra voluntad. En vez de buscar la suya, siempre racional, sanadora y pacificadora. Su voluntad es justamente la que nos lleva a vivir en orden y a disfrutar de la felicidad que conlleva.
Esta última tentación (segunda en el relato evangélico) es la más peligrosa porque infecta nuestra profunda aspiración a vivir en relación con Dios y muchas veces lleva implícita la otra: dominar, en nombre de Dios, nada menos.
Me he explicado razonando para ser comprendido. Pero la certeza de lo que he escrito no me viene de la cabeza sino de la intuición profunda.
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(1) Para mayor abundamiento ver el capítulo: El rio de la Palabra en mi libro "Meditaciones desde la calle" (Ed. KHAF) o en el archivo de este Blog.
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P.D. 2
¿Y los exorcismos?
Me pregunta un amable lector por mi opinión sobre los exorcismos y los "fenómenos inexplicables" que a veces les rodean. Por si pudiera interesar a otros, hago aquí pública mi respuesta.
A tu pregunta, amigo, permite que responda primero con otra pregunta: ¿Cómo crees que reaccionarían los humanos de primeros del siglo XX (anteayer...) si les mostrases un televisor, un móvil, un vídeo o un avión moderno, etc.? Sin duda se alarmarían muchísimo y te considerarían un extraterrestre o un demonio.
En mi opinión, ante los fenómenos "comprobados" (hay mucho camelo peliculero en este terreno) a los que no encontramos explicación racional -incluidos los milagros- hay que ser muy humildes. Hay que empezar aceptando que desconocemos todos los poderes de la mente humana (en positivo y en negativo). "Lo que conocemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano" (Isaac Newton). En el Evangelio se dice: "Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se trasladaría; nada os sería imposible" (Mt 17,20). ¿Afirmación figurada o real? Todavía no he logrado mover la montaña para comprobarlo...
Por otro lado sabemos de la influencia de los pensamientos positivos y negativos en la persona, incluso en el cuerpo, científicamente comprobada. ¿Hasta dónde puede llegar esa influencia? También lo desconocemos. Este solo argumento "real y comprobado" debería bastarnos para eliminar de nuestra mente toda creencia en diabólicos tentadores. ¿O será que la fe en un ladino, imaginario y oculto tentador, constituye un saludable pensamiento positivo? De ahí que yo insista en no contaminar a los niños -los más frágiles y crédulos- con imaginaciones negativas.
Desde la época más ancestral se han venido achacando al "demonio"los fenómenos inexplicables, especialmente los tétricos. Es la explicación irracional de los tiempos mágicos que se ha ido trasmitiendo de generación en generación. Por eso tiene tanta fuerza. Pero si reflexionamos "razonadamente" y no nos dejamos atrapar por el "mito ancestral", es más fácil salir del cuento.
Si, por otro lado, añadimos "el rostro del Dios revelado por Jesús", nos daremos cuenta que tal rostro, que tal realidad (un Dios Padre que es Amor) es incompatible con el mito del demonio tentador, como he explicado en mi artículo. La realidad del Dios verdadero levanta, la ficción del Maligno hunde. Lo mismo que los "dioses terribles y sádicos" que corrompen la religión auténtica. Esa experiencia interior puede ayudarnos a discernir. Me sorprende muchísimo que personas religiosas se aferren a una "creencia negativa" en vez de inundarse del rostro positivo de Dios, revelado en el Evangelio.
Los exorcistas de hoy más que "expulsar demonios" lo que hacen es orar intensamente para que una persona se aleje del Mal (sus pensamientos, acciones y actitudes negativas), tal como yo lo he explicado. Conozco a personas que frecuentan a un sacerdote exorcista justo para eso. De hecho, en ese sentido, todos debemos ser "exorcistas" y no sembradores de demonios.
Finalmente te diré que los verdaderos y desconocidos exorcistas son los de bata blanca, es decir, los médicos que asisten y curan (cuando es posible) en los siquiátricos, manicomios o cárceles, sacando a las personas "endemoniadas" de sus alucinaciones, desvaríos o desequilibrios. En ocasiones, la influencia subconsciente del "mítico y diabólico tentador" constituye una de las causas del despegue de la realidad. Los siquiatras podrían contarnos hasta qué extremos puede llegar la influencia del ancestral imaginario diabólico.
Desde mi personal certeza te diré que, aunque viera los mayores fenómenos extraordinarios (algunos conozco), NO me volvería atrás de cuanto he escrito. Y no por cabezonería -como algunos acusan- sino porque la luz del Abba de Jesús es incompatible con la oscuridad de embrujos y hechicerías por muy ocultos que vengan en "tradiciones religiosas de barro".
A los que me acusan de salirme del magisterio oficial les diría que la religión es para UNIR (religare) con Dios y no para promocionar imaginaciones que SEPARAN o dificultan. Mi firme adhesión a la Iglesia católica me llevará a amar su Catedral (lugar de fe y adoración auténticas). Pero nadie podrá exigirme que crea a pies juntillas en todas las fantasmagóricas escenas de sus archivoltas y capiteles.
Espero que este resumen te haya servido para reflexionar con libertad y racionalidad, atributos esenciales del ser humano. La síntesis es: menos imaginación y más responsabilidad racional.
Paz y Bien (lejos de imaginaciones diabólicas; bastante tenemos con luchar contra la realidad negativa de dentro y fuera).
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No deja de sorprenderme que todavía haya católicos y clérigos de distinto rango que insistan en hablar del demonio (el enemigo) y nos alerten sobre su peligrosa y oculta actividad.
Me incomoda enormemente la falta de actualización de esas personas y me duele que se sigan contando "cuentos" al Pueblo de Dios para amedrentarlo con una imaginación tenebrista, "la loca de la casa" según nuestra santa Teresa.
¡¡Por favor, señores sembradores de demonios, no me hagan daño a la Iglesia y, sobre todo, no me asusten a los niños!! ¿Les parecen pocos los peligros y daños de esta vida terrena para que tengan que importar cornudos e invisibles extraterrestres que nos acosen?
No niego que puedan existir una o varias "especies superiores" que hayan pervertido su libertad y se hayan rebelado contra su Creador. ¡Puede! Muchas criaturas humanas -consciente o inconscientemente- lo hacen. Lo que no creo de ninguna manera es que esos "diablos" circulen ocultamente por nuestro mundo tentando a los humanos. Es ilógico, irracional y -una vez más insisto en este argumento- contrario al rostro de Dios revelado por Cristo.
No conozco, ni puedo imaginar, un padre que tenga una jauría de mastines por los pasillos de su casa, con la finalidad de morder, intimidar o confundir a sus propios hijos. ¿Tú puedes imaginar una situación así, aunque las mordeduras fuesen pequeñitas?
Si no puedes imaginar esa escena por irreal… ¿Cómo puedes creer que Dios Padre -infinita Bondad- nos ha soltado a todos los "demonios" en esta nuestra casa provisional para tentarnos e inducirnos al mal? ¡Qué absurdo y qué infamante!
Bajemos, si quieres, un peldaño más. Supongamos que para el Creador solo somos mascotas que le acompañan y divierten. ¿Quién de vosotros pone un nido de pulgas (además invisibles, indestructibles y malignas) en la caseta del perro para que le irriten y le provoquen actuaciones erráticas y contra su naturaleza? ¿Entonces?
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Más de uno ya estará pensando en replicarme que la Escritura menciona al demonio, a la fiera, al dragón, a la serpiente, etc., e incluso relata las "tentaciones del Señor". ¡Ay la Escritura! Lo que se escribió para iluminar nuestra razón y no para confundirla, lo hemos utilizado como cárcel de la luz. Hemos pretendido congelar toda evolución del pensamiento tras los barrotes cruzados de la "literalidad" y la "sacralización". La hemos leído como los niños un cuento de hadas. Nos hemos quedado con su contenido mágico, mítico e imaginario, y tal vez se nos ha escapado el subterráneo sentido pedagógico.
En la etapa mítica, por la que discurren la mayoría de los escritos sagrados, toda enfermedad, todo acontecimiento o pensamiento negativo, todo fenómeno incomprensible y luctuoso eran atribuidos al demonio (por eso se habla profusamente de endemoniados) o al castigo de Dios. Extremos ambos absurdos e incompatibles. ¡Qué horrible ceguera poner la mano de Dios en paralelo con el mal!
Pero el demonio no es más que la mítica (ficticia, irreal, literaria) personalización del mal, la figura antropomórfica o zoomórfica del mal. No es una persona real que nos sople al oído todas las atrocidades de que es capaz el ser humano. Sino "un personaje", una figuración simbólica del MAL, especialmente del que no encontramos explicación racional. De esto habla la Escritura y no de otra cosa.
Dios no tiene ni puede tener antagonistas, ni opositores, ni aspirantes a usurpar su trono. Esos son paralelismos humanos. Dios solo tiene "hijos equivocados" que yerran el camino de la felicidad que Él les ofrece y se causan daño (mal) a sí mismos y a otros. Ese es nuestro drama: la ceguera (limitación) y la posibilidad de perjudicarnos (libertad).
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Estas palabras de Santiago pueden darnos alguna luz: "Nadie diga en la tentación que es tentado por Dios. Porque Dios ni puede ser tentado al mal ni tienta a nadie" (San 1,13). No tienta a nadie ni directa, ni indirectamente enviando diabólicos tentadores. Santiago además lo explica: "Sino que cada uno es tentado por su propio deseo, que lo atrae y lo seduce. Después su propio deseo, una vez consentido, engendra el pecado; y el pecado, una vez cometido, produce la muerte" (San 1,14).
Son pues las actitudes internas, que elegimos y cultivamos, las que construyen o corrompen al hombre. No el imaginario rabudo. "Lo que sale de la boca procede del corazón y eso es lo que mancha al hombre. Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, robos, falsos testimonios, blasfemias. Eso es lo que mancha al hombre…" (Mt 15,18).
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El verdadero "demonio" nace de nuestra LIBERTAD y de nuestra LIMITACIÓN. Somos nosotros los que engendramos el MAL con nuestra libertad abusada y nuestra escasa capacidad para percibir lo que nos hace daño. Todos los humanos buscamos la felicidad, eso es una evidencia. Sin embargo somos la criatura que más yerra, porque tenemos el privilegio de conducir libremente la vida. Ninguna especie viva de la creación (vegetal o animal) confunde su felicidad con su daño, su madurez con su perdición. Están guiadas por un instinto certero que las conduce sin error a su plenitud como individuos y como especie.
El ser humano es medio animal y medio ángel. Somos una especie híbrida (Dios sabrá por qué). Tenemos instintos animales pero no predeterminados, sino iluminados por el "libre albedrío". Es decir, asistidos por una inteligencia (que piensa y discierne), conducidos por una libertad (que elige) y una voluntad (que mueve). Es un privilegio, un enorme regalo, un hermoso velero a nuestra disposición para timonear hacia la felicidad.
Pero si nuestra libertad se empeña en conducirlo a los pantanos de la irracionalidad, quedaremos atrapados en la ciénaga. El ejemplo de los fumadores ilustra bien esta realidad. Buscan ser felices y fuman. Pero en realidad caminan hacia el sufrimiento. Lo mismo ocurre con quienes comen sin discernir o se suben al innecesario riesgo, etc.
Detrás de todas esas desviaciones de la felicidad no hay diablillos juguetones, ni demonios terribles, simplemente están los "malos funcionamientos" de la persona (desequilibrios o desórdenes) en sus cuatro niveles: ser, cuerpo, sensibilidad y centro cerebral (inteligencia, libertad y voluntad). Imagina, por ejemplo, un coche en el que sus distintas partes no estén perfectamente colocadas y atornilladas. ¡Imposible dirigirlo y llegar al destino! Lo mismo ocurre en la persona.
Y ya advierto que entre los "malos funcionamientos" está el "funcionamiento imaginativo" -uno de los más frecuentes y desequilibrantes-, que es precisamente el que promueven los sembradores de demonios. Empujar hacia la fabulación desde la religión supone un doble pecado: desequilibrar a las personas y corromper la religión.
Es totalmente absurdo pensar que para unirnos con Dios -fin de la religión y la creación- Él mismo ha soltado en nuestro camino "invisibles monstruos infernales" que nos lo impiden. Estoy convencido de todo lo contrario: el Padre-Madre que nos creó ha jalonado la creación de innumerables señales que nos conducen a Él. Y además nos ha dotado de un potentísimo radar individual para no perdernos.
Lo que ocurre es que, montados en el potente auto de la LIBERTAD, nos creemos dioses y nos saltamos el orden de nuestra propia naturaleza. Bien por nuestra LIMITACIÓN o por la LIMITACIÓN del "ambiente humano" en que hemos vivido o vivimos. Así surgen los "malos funcionamientos", nuestros desequilibrios (nuestros verdaderos y reales demonios), los que originan nuestras "malas obras" y con ellas nuestra infelicidad y la de otros. Es decir, los sumandos del MAL del mundo.
Hay quienes eligen conscientemente esos "malos funcionamientos" porque creen que así llegarán antes a la felicidad -siquiera sea puntual- y trucan el motor, desmontan las luces o hinchan las ruedas a reventar. Antes o después se darán la galleta, caerán en el sufrimiento. Esa es una de las causas de nuestras desgracias: la LIBERTAD mal usada.
Hay quienes querrían acertar, conducir seguros hacia la felicidad, pero se equivocan inconscientemente y caen en "malos funcionamientos" subconscientes. No se preocuparon por aprender el funcionamiento básico de la persona o no hicieron las revisiones necesarias. Ahí tenemos la otra causa de nuestras desgracias: la LIMITACIÓN. Es la "desnudez" de que habla el Génesis: "Entonces se abrieron sus ojos y se dieron cuenta de que estaban desnudos" (Gen 3,7).
Lo cuenta Pablo: "No hago el bien que quiero sino el mal que no quiero" (Rom 7,19). Limitación humana pura y dura, pequeñez de nuestra luz y fuerza. Por eso nos advierte: "Es necesario que seáis constantes en el cumplimiento de la voluntad de Dios, para que alcancéis lo que os está prometido" (Heb 10,36). Eso prometido no es otra cosa que la felicidad célica y la terrenal por añadidura.
¿Y cómo se evitan las averías de la LIBERTAD y la LIMITACIÓN?
Con DICERNIMIENTO, aprendiendo a distinguir lo que me lleva a la felicidad de lo que me lleva a la desgracia (aunque puntualmente me reporte satisfacción). Y con FORMACIÓN personal (espiritual y sicológica) para ensanchar nuestra capacidad de consciencia y desarrollarnos como personas.
Es imprescindible poner los MEDIOS para aprender a conducir nuestra vida, estudiar el "manual de instrucciones" del ser humano y enfilar el éxito evitando el fracaso, es decir, el dolor, el sufrimiento, la decepción, la ausencia de paz… Nuestra limitación humana no desaparecerá pero disminuirá. Los llamados "manuales de autoayuda" apuntan en esa dirección aunque son insuficientes.
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En conclusión, que nadie nos meta miedo con supuestos demonios imaginarios. Bastantes demonios tenemos con los "malos funcionamientos" (desequilibrios en lenguaje sicológico) o con los "pecados capitales" (en lenguaje eclesial): soberbia, avaricia, lujuria, ira, gula, envidia y pereza. Esas son las siete bestias que patean el mundo y lo corrompen. Ese es el MAL que nos acecha y puede asfixiarnos.
Esos son nuestros auténticos demonios -engendrados por nuestra estupidez- que emponzoñan el mundo y lo llenan de dolor. Ese es el MAL, que se expande desde la LIBERTAD y la LIMITACIÓN humanas, y que nos devorará si no lo combatimos permanentemente. De eso habla la Escritura y no de otra cosa.
No busques ni diablos ni tentaciones de seres extraterrestres. Busca tu "manual de funcionamiento" como persona, busca en tu interior, aprende a identificar la felicidad auténtica, no quieras coger las estrellas reflejadas en inmundas charcas. Eso sólo lo hacen los rematadamente bobos. Y no consientas en convertirte en un demonio para los demás, en causante de mal y dolor. De ésos sí hay muchos, por desgracia, en nuestro "ambiente humano".
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Algunos timoratos me contraponen que el demonio es dogma católico y punto. Incluso me llaman "hereje" por escribir lo que he escrito. ¡Vaya razonamiento y vaya dogma!
Vuelvo a aclarar que no niego que existan "ángeles rebeldes" (demonios) aunque tal existencia no esté amparada por ningún dogma.
Lo que niego rotundamente es que a tales criaturas se les haya concedido "licencia para matar" a los terrestres hijos de Dios. Lo opuesto a mi negación me parece una evidente "apostasía" porque niega la naturaleza de Dios revelada por Cristo. ¿O es que pertenece a la esencia del Amor dar puñal al enemigo -embozado en inmaterial clandestinidad- para perseguir y degollar a los propios hijos?
Es de tal gravedad el disparate que no entiendo cómo los "sabios y entendidos" han podido contribuir a tamaña divulgación. Para mí, desde luego, esto pertenece a esa "tradición de barro" -de la que ya he escrito- que emponzoña y mancha nuestro pasado y nuestro presente. Haremos bien en sacudirnos estos barros y no seguir manteniendo patrañas.
El Dios Amor en quien yo creo todo lo hizo y hace bien: "Vio Dios todo lo que había hecho y he aquí que todo estaba muy bien" (Gen 1,31). Imponer, o recomendar siquiera, la creencia en una criatura invisible e indetectable, a la que Dios permite corretear por el mundo obstaculizando nuestra vuelta al Padre, sería el colmo de la necedad.
Querer inculcar el amor a Dios por el terror a su "personaje" contrario es un gravísimo error. Inducir a los niños a temer al fantasma tentador es, además de antipedagógico, un gravísimo pecado (daño). Las catequesis de la "nueva evangelización" deben transcurrir -en mi convencida opinión- por la racionalidad y responsabilidad que he intentado describir.
También hay quienes me señalan las "tentaciones del Señor" como prueba bíblica de la existencia del Tentador. Debo recordar que en los Evangelios persiste el lenguaje figurado, las creencias míticas, el estilo oriental de los relatos y la pedagogía cuasi infantil, como en el resto de la Escritura (1).
En ese relato lo de menos es el mítico "bicho tentador". Lo que se nos está afirmando -me parece a mí- es la naturaleza humana del Señor, sometida como la nuestra y durante toda su vida (simbolismo del cuarenta) a las tentaciones típicamente terrenales:
- La tentación del cuerpo (primacía de los instintos) y su remedio: "No solo de pan vive el hombre…" (Mt 4,4).
- La tentación del alma (la ambición humana -los ídolos- de poder, saber, tener, hacer, dominar) y su remedio: "Al Señor tu Dios adorarás y a él solo servirás" (Mt 4,10).
- La tentación de la religión (pretender poner a Dios a nuestro servicio) y su remedio: "No tentarás al Señor tu Dios" (Mt 4,7). Es la tentación de los excesos: fanatismo, integrismo y credulidad infantil.
A veces me pregunto si la actual hiperinflación de "oraciones de petición" (personales y oficiales) no nos lleva a caer en esa tentación de querer "reconducir" a Dios según nuestra voluntad. En vez de buscar la suya, siempre racional, sanadora y pacificadora. Su voluntad es justamente la que nos lleva a vivir en orden y a disfrutar de la felicidad que conlleva.
Esta última tentación (segunda en el relato evangélico) es la más peligrosa porque infecta nuestra profunda aspiración a vivir en relación con Dios y muchas veces lleva implícita la otra: dominar, en nombre de Dios, nada menos.
Me he explicado razonando para ser comprendido. Pero la certeza de lo que he escrito no me viene de la cabeza sino de la intuición profunda.
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(1) Para mayor abundamiento ver el capítulo: El rio de la Palabra en mi libro "Meditaciones desde la calle" (Ed. KHAF) o en el archivo de este Blog.
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P.D. 2
¿Y los exorcismos?
Me pregunta un amable lector por mi opinión sobre los exorcismos y los "fenómenos inexplicables" que a veces les rodean. Por si pudiera interesar a otros, hago aquí pública mi respuesta.
A tu pregunta, amigo, permite que responda primero con otra pregunta: ¿Cómo crees que reaccionarían los humanos de primeros del siglo XX (anteayer...) si les mostrases un televisor, un móvil, un vídeo o un avión moderno, etc.? Sin duda se alarmarían muchísimo y te considerarían un extraterrestre o un demonio.
En mi opinión, ante los fenómenos "comprobados" (hay mucho camelo peliculero en este terreno) a los que no encontramos explicación racional -incluidos los milagros- hay que ser muy humildes. Hay que empezar aceptando que desconocemos todos los poderes de la mente humana (en positivo y en negativo). "Lo que conocemos es una gota de agua, lo que ignoramos es el océano" (Isaac Newton). En el Evangelio se dice: "Os aseguro que si tuvierais fe como un grano de mostaza, diríais a este monte: Vete de aquí allá, y se trasladaría; nada os sería imposible" (Mt 17,20). ¿Afirmación figurada o real? Todavía no he logrado mover la montaña para comprobarlo...
Por otro lado sabemos de la influencia de los pensamientos positivos y negativos en la persona, incluso en el cuerpo, científicamente comprobada. ¿Hasta dónde puede llegar esa influencia? También lo desconocemos. Este solo argumento "real y comprobado" debería bastarnos para eliminar de nuestra mente toda creencia en diabólicos tentadores. ¿O será que la fe en un ladino, imaginario y oculto tentador, constituye un saludable pensamiento positivo? De ahí que yo insista en no contaminar a los niños -los más frágiles y crédulos- con imaginaciones negativas.
Desde la época más ancestral se han venido achacando al "demonio"los fenómenos inexplicables, especialmente los tétricos. Es la explicación irracional de los tiempos mágicos que se ha ido trasmitiendo de generación en generación. Por eso tiene tanta fuerza. Pero si reflexionamos "razonadamente" y no nos dejamos atrapar por el "mito ancestral", es más fácil salir del cuento.
Si, por otro lado, añadimos "el rostro del Dios revelado por Jesús", nos daremos cuenta que tal rostro, que tal realidad (un Dios Padre que es Amor) es incompatible con el mito del demonio tentador, como he explicado en mi artículo. La realidad del Dios verdadero levanta, la ficción del Maligno hunde. Lo mismo que los "dioses terribles y sádicos" que corrompen la religión auténtica. Esa experiencia interior puede ayudarnos a discernir. Me sorprende muchísimo que personas religiosas se aferren a una "creencia negativa" en vez de inundarse del rostro positivo de Dios, revelado en el Evangelio.
Los exorcistas de hoy más que "expulsar demonios" lo que hacen es orar intensamente para que una persona se aleje del Mal (sus pensamientos, acciones y actitudes negativas), tal como yo lo he explicado. Conozco a personas que frecuentan a un sacerdote exorcista justo para eso. De hecho, en ese sentido, todos debemos ser "exorcistas" y no sembradores de demonios.
Finalmente te diré que los verdaderos y desconocidos exorcistas son los de bata blanca, es decir, los médicos que asisten y curan (cuando es posible) en los siquiátricos, manicomios o cárceles, sacando a las personas "endemoniadas" de sus alucinaciones, desvaríos o desequilibrios. En ocasiones, la influencia subconsciente del "mítico y diabólico tentador" constituye una de las causas del despegue de la realidad. Los siquiatras podrían contarnos hasta qué extremos puede llegar la influencia del ancestral imaginario diabólico.
Desde mi personal certeza te diré que, aunque viera los mayores fenómenos extraordinarios (algunos conozco), NO me volvería atrás de cuanto he escrito. Y no por cabezonería -como algunos acusan- sino porque la luz del Abba de Jesús es incompatible con la oscuridad de embrujos y hechicerías por muy ocultos que vengan en "tradiciones religiosas de barro".
A los que me acusan de salirme del magisterio oficial les diría que la religión es para UNIR (religare) con Dios y no para promocionar imaginaciones que SEPARAN o dificultan. Mi firme adhesión a la Iglesia católica me llevará a amar su Catedral (lugar de fe y adoración auténticas). Pero nadie podrá exigirme que crea a pies juntillas en todas las fantasmagóricas escenas de sus archivoltas y capiteles.
Espero que este resumen te haya servido para reflexionar con libertad y racionalidad, atributos esenciales del ser humano. La síntesis es: menos imaginación y más responsabilidad racional.
Paz y Bien (lejos de imaginaciones diabólicas; bastante tenemos con luchar contra la realidad negativa de dentro y fuera).
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