¿Espiritualidad y salud mental?
Un estudio reciente realizado en la Universidad de Missouri, examinó los resultados de tres encuestas en las que se preguntaron a budistas, católicos, judíos, musulmanes y protestantes sobre sus personalidades, niveles de espiritualidad y su salud física y mental. Entre las personas de las cinco religiones, se asoció un mayor grado de espiritualidad con una mejor salud mental, específicamente con niveles más bajos de neurosis (que implica inestabilidad emocional, estados de ansiedad, tensión y preocupación, así como tendencia a sentimientos de culpabilidad), y una mayor extraversión, en la que la atención y la energía se enfocan en el ambiente y las relaciones sociales. Según las conclusiones de este estudio, la espiritualidad ayuda a la salud mental de las personas, reduce el grado de egocentrismo, desarrolla el sentido de pertenencia a un todo más amplio y a una mayor conciencia de unidad y conexión con el resto del universo.
En la actualidad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el valor terapéutico de la religión en el caso del tratamiento de las enfermedades mentales y los desequilibrios psicológicos que afectan a los habitantes de las ciudades contemporáneas. El estudio elaborado por el doctor Taha Baasher, consejero regional egipcio de la OMS, señala la importancia de la fe religiosa en el tratamiento psiquiátrico de la neurosis, esquizofrenia, las depresiones ocasionadas por la droga y el conjunto de reacciones maniaco-depresivas. El trabajo se basa en las experiencias realizadas en Egipto, cuyas mezquitas prácticamente desempeñan el papel de verdaderas clínicas psiquiátricas. También se analizan experiencias realizadas en Sudán, India e Irán, experiencias que, a juicio de la OMS, son válidas en las sociedades occidentales, especialmente en países europeos. El experto de la OMS rescata de sus experiencias en el tratamiento de los enfermos mentales el contenido que encierran los diferentes sistemas religiosos reconocidos por sus respectivas sociedades. Los valores morales, las doctrinas heredadas de los pasados históricos, la fe y la solidaridad de grupo constituyen las principales estructuras de la religión, utilizadas para reforzar la formación de la personalidad y el desarrollo moral de los individuos. Según una serie de estudios realizados sobre el suicidio, se ha demostrado, según el doctor Baasher, que los oportunos socorros aportados por las instituciones religiosas han evitado muchos de ellos. En el caso de las grandes peregrinaciones o concentraciones religiosas, el estudio de la OMS señala que entre sus efectos benéficos para la psiquiatría moderna conviene destacar el fenómeno del trance, que sirve de alivio a las tensiones emocionales y a los estados neuróticos. En el caso de las personas que sufren de esquizofrenia, lesiones cerebrales o de epilepsia, el apoyo social producido por la interacción del grupo produce efectos benéficos para su tratamiento. (Cf. https://elpais.com/diario/1982/11/13/sociedad/405990007_850215.html)
La OMS mantiene que la religión y la espiritualidad juegan un papel fundamental en la prevención del suicidio y en la promoción de la salud mental. La sensación de esperanza que acompaña la fe hace que las personas puedan salir más rápidamente de su depresión. Los aspectos positivos de la religión y la espiritualidad, como la tolerancia, compasión, virtud y justicia, promueven la revolución contra el materialismo. Esto implica un cambio de papel en nuestra vida mental, ya que al cultivar la integridad propia, reforzar el valor interno, promover la responsabilidad, dotar de significado a un individuo o un grupo se produce un factor protector ante la vulnerabilidad de la depresión.
El bienestar no proviene de la riqueza, el poder o la fama, aunque algunas personas actúen como si este tipo de logros pudieran traer la satisfacción última. El desarrollo de nuestra Inteligencia Espiritual trae consigo una gran autoconocimiento y por ende una mayor felicidad. Los métodos más efectivos de intervención se centran en el desarrollo de emociones positivas y de rasgos de personalidad subyacentes al bienestar. La humanidad no puede ser reducida a la materia, como en el conductismo o en la psiquiatría molecular. Ni tampoco puede reducirse al dualismo de cuerpo y mente, como en las aproximaciones cognitivo conductuales. Fomentar el desarrollo de rasgos de personalidad como el ser cooperativo y espiritual, nos lleva automáticamente a una buena calidad de vida.