la maldad ¿Qué características tiene la maldad?
La maldad humana existe y se caracteriza por buscar en todo momento el propio beneficio
El Factor D define la tendencia psicológica a situar los propios intereses, deseos o motivaciones personales por encima de cualquier otro aspecto, ya sean personas o cualquier otro tipo circunstancia
| JL Vázquez Borau
La maldad humana existe y se caracteriza por buscar en todo momento el propio beneficio. En principio el ser humano está orientado biológicamente hacia la sociabilidad, hacia la empatía y el cuidado de los suyos. De esta manera sobrevivimos como grupo y avanzamos como especie. Pero hay algo que también sabemos: la maldad humana existe. A lo largo de la historia hemos conocido asesinos en masa y también a esos que fueron perpetradores del mal, personajes que impulsaron a otros a cometer violentos crímenes. Ahora bien, la maldad es sibilina, silenciosa y a menudo no tan llamativa como las dramáticas historias que nos dejaron estos nombres ya míticos en la literatura de lo criminal. Porque si hay algo que todos sabemos es que el mal se aprecia también en ciertas figuras más cercanas: en directivos de empresa, en las esferas políticas, en esos padres o esas madres que maltratan a sus hijos y hasta en esos niños que acosan, humillan y agreden a sus compañeros de clase. Los neurólogos, psiquíatras y psicólogos se han preguntado siempre si no puede existir un eje común que explique buena parte de esos comportamientos. Parece ser que sí. De hecho, en 2018, una investigación de científicos daneses y alemanes identificaba el origen común de la maldad humana. Le llamaron Factor D o «factor oscuro de la personalidad». Los seres humanos con sobreabundancia de Factor D piensan solo en ellos mismos y no les importan las consecuencias de sus acciones, malintencionadas o el daño que puedan infligir a los demás. Los hay que llegan a disfrutar con los perjuicios que causan a los demás.
Así, tras realizar un detallado estudio con una amplia muestra de 2500 personas, los resultados fueron significativos. Parece existir, efectivamente, un componente general, Factor D, conformado por lo que denominaron como los nueve rasgos oscuros que anidan en la personalidad de estos individuos pérfidos: el egoísmo; el maquiavelismo (convencidos de que el fin justifica los medios); el narcisismo; la desconexión moral (una característica que les permite comportarse de modo amoral sin generar por ello el más mínimo remordimiento); la creencia de que uno es mucho mejor que los demás; la psicopatía (falta de empatía y autocontrol); el interés propio (destacar en el status social); el sadismo y, por último, el rencor. Hay que señalar que, además del estudio llevado a cabo por el equipo de psicólogos antes señalado de las universidades de Copenhagen, se llevaron a cabo cuatro análisis más para respaldar o no la fiabilidad y validez de Factor D. En todos ellos quedó demostrada su utilidad a la hora de medir el grado de oscuridad en cada uno de nosotros.
Los 9 rasgos oscuros del factor D
· Egoísmo. Entendido como la preocupación excesiva por los propios intereses.
· El maquiavelismo. Define a la persona con comportamientos manipulativos, frialdad emocional y mentalidad estratégica en busca de intereses propios.
· Ausencia de ética y sentido moral.
· Narcisismo. Hace referencia a la admiración excesiva por la propia persona y búsqueda continuada del propio beneficio.
· Derecho psicológico. Hace referencia a la convicción por la cual una persona se siente merecedora de más derechos y concesiones que los demás.
· Psicopatía. Déficit afectivo, baja empatía, insensibilidad, tendencia a la mentira, impulsividad.
· Sadismo. Comportamientos donde no se duda en infligir dolor a los demás mediante cualquier tipo de agresión, ya sea sexual o psicológico. Estos actos, además, les genera placer y sensación de dominio.
· Interés social y material. Búsqueda constante de ganancias, ya sean refuerzos sociales, objetos materiales, reconocimiento, éxito.
· Malevolencia. Preferencia por hacer el mal, ya sea mediante la agresión, el abuso, el robo, la humillación…
El factor D y la maldad humana
El Factor D define la tendencia psicológica a situar los propios intereses, deseos o motivaciones personales por encima de cualquier otro aspecto, ya sean personas o cualquier otro tipo circunstancia. Asimismo, encierra a su vez todo ese amplio espectro de comportamientos que integran la maldad humana. El Factor D puede entenderse como esa personalidad oscura donde quedan integrados gran parte de estos rasgos. Así, el hecho que más caracteriza a la maldad humana es que solo busca en todo momento el propio beneficio sin tener en cuenta los derechos de los demás.
Las personas caracterizadas por el Factor D, encuentran además justificación en sus propios actos. Como vemos, todas estas ideas dejan a un lado las posibles explicaciones neurobiológicas y sociales que pueden determinar estos actos. Por tanto, se trataría de una valiosa herramienta psicológica para identificar y medir la maldad.
La escala de Michael Stone
Tenemos también otro recurso para medir la maldad humana. El psiquiatra forense y profesor en la Universidad de Columbia Michael Stone, es toda una referencia en el conocimiento de la “anatomía del mal”. Fue él quien desarrolló la escala de maldad, una herramienta tan curiosa como llamativa. Los 22 niveles de maldad. Stone nos permite adentrarnos profundamente en la mente del asesino, examinando cómo funciona el cerebro de las personas que cometen delitos de sangre, así como sus sentimientos hacia la víctima en función del grado de maldad en el que se encuentren a partir de su escala de maldad.
Primer grupo: homicidio justificado
El Nivel 1 hace referencia a la simple auto-defensa. En este caso, no hay rasgos de psicopatía y el propio doctor Stone concluye que estas personas, sencillamente, carecen de maldad alguna.
Segundo grupo: maldad por celos y odio
En este segundo grupo se engloban a todos esos perfiles que cometen asesinatos por celos, quienes se mueven por la venganza y quienes además son capaces de actuar como cómplices, hasta el punto de colaborar en un acto violento. Asimismo, cabe matizar que a pesar de que muchas de estas personas muestren rasgos narcisistas y una agresividad considerable, no presentan rasgos psicopáticos.
· Nivel 2: crímenes pasionales cometidos por personas inmaduras o egocéntricas.
· Nivel 3: un ejemplo muy llamativo de este nivel en la escala de maldad es Leslie Van Houten. Esta mujer era un miembro de la “familia” de Charles Manson. Una mujer que fue capaz de matar porque Manson así se lo ordenó.
· Nivel 4: son personas que matan en defensa propia pero que antes, no han dudado en iniciar la propia reyerta o la agresión en sí.
· Nivel 5: personas traumatizadas (que sufrieron abuso en su mayoría) y que llevadas por la rabia, no dudan en llevar a cabo una efectiva venganza.
· Nivel 6: asesinos impulsivos que se dejan llevar por un ataque de rabia puntual incontrolada.
· Nivel 7: individuos muy narcisistas que matan por celos o pasión.
Tercer grupo: rozando la frontera de la psicopatía
Hay un límite confuso, complejo y caótico donde los expertos tienen grandes dificultades a la hora de diagnosticar al perfil psicopático. En este tercer grupo se aglutinan todas esas personas, todas esas conductas violentas que por sí mismas no siempre trazan con clara exactitud a la personalidad psicopática:
· Nivel 8: personas que presentan un alto nivel de furia reprimida. Son perfiles que solo necesitan un pequeño motivante o una situación determinada para “estallar” y cometer un acto violento.
· Nivel 9: en este nivel de la escala de maldad tenemos ya a amantes celosos que presentan ciertos rasgos psicopáticos.
· Nivel 10: aquí tenemos a los clásicos “sicarios”, personas que matan a sangre fría por dinero o que son capaces de arrebatar vidas si estas se interponen en sus objetivos. Son egocéntricos pero no terminan de llegar a conformar una personalidad psicopática.
· Nivel 11: en esta se encuentran los egocéntricos con rasgos psicopáticos más definidos.
· Nivel 12: personas que matan cuando se sienten acorraladas.
· Nivel 13: aquí tenemos ya a asesinos psicópatas que matan por rabia.
· Nivel 14: son personas conspiradoras, maquiavélicas y egocéntricas que matan para obtener un beneficio.
· Nivel 15: en este nivel se incluyen psicópatas que en un ataque puntual de rabia pueden matar a decenas de personas a sangre fría. Un ejemplo de ello fue Charles Manson.
· Nivel 16: psicópatas que además de matar, cometen actos viciosos.
Cuarto grupo
En este último grado de la escala de maldad tenemos sin duda el último círculo del Infierno de Dante. La maldad más primigenia y atávica. Hablamos de psicópatas incapaces de sentir remordimiento alguno y para los que el objetivo del asesinato es el placer que les produce el propio acto violento.
· Nivel 17: asesinos en serie con connotación sádica, fetichistas y sexual. Un ejemplo de ello fue Ted Bundy.
· Nivel 18: asesinos que primero torturan y luego cometen el asesinato.
· Nivel 19: psicópatas que primero intimidan, persiguen infundiendo el terror en sus víctimas, para posteriormente cometer el crimen.
· Nivel 20: asesinos psicóticos para los que la única motivación es la tortura.
· Nivel 21: psicópatas que solo buscan torturar, no matar.
· Nivel 22: en este último nivel de la escala de maldad tenemos a los torturadores extremos y los asesinos psicopáticos. (Stone, Michael (2009), The anatomy of evil, Prometheus Books).
Esta escala pretende ser útil para valorar los diferentes grados de agresividad o pulsiones psicopáticas que el lado más oscuro del ser humano puede llegar desarrollar. Se trata pues de una herramienta para valorar el grado de psicopatía, que a pesar de haber sido desarrollada por un psiquiatra forense muy reconocido, carece de valor clínico a la hora de juzgar a un criminal. No obstante, el propio doctor Stone, así como una buena parte de la comunidad científica, alega que el enfoque basado en análisis detallado de más de 600 criminales es lo bastante riguroso como para entender mucho mejor el germen de la violencia y la propia llave del mal.