Más difícil que resolver los problemas es el plantearlos. Pese a nosotros, queramos o no la vida se va abriendo paso, pues todo lo que es verdad se encuentra y todo lo que es mejor termina por llegar.
El Amor es la más universal, la más formidable y la más misteriosa de las energías cósmicas, que conduce a la humanidad y el cosmos a la unión. Esta Evolución universal la podemos intuir desde dentro de nuestro ser. El Amor es como la sangre de la Evolución espiritual.
En el proceso de la personificación humana se necesitan estos dos principios: el masculino y el femenino. El hombre y la mujer son principalmente el uno para el otro. El amor sirve para diferenciar a estos dos seres que él mismo aproxima. El amor es una función en tres términos: el hombre, la mujer y Dios. Cuanto más espiritual es un amor, menos absorbe y más empuja a la acción. Para su realización basta que la llamada del centro personal divino sea sentida con la suficiente fuerza para dominar la atracción natural entre sexos.
Cuanto más persona vayamos siendo más sentiremos la necesidad de adorar, es decir, de perderse en lo insondable, sumergirse en lo inagotable, encontrar la paz en lo incorruptible (Cf. P. TEILHARD DE CHARDIN, Sobre el amor y la felicidad, PPC, Madrid 1997)