¿Cuándo descubriremos realmente cual ha sido nuestra vocación?
Solo al final del camino, como si estuviéramos en lo alto de una montaña y al mirar nuestro camino recorrido, sabremos cual ha sido nuestra vocación. Muchos acontecimientos pasados revelan su sentido una vez pasados. Aparentemente no tienen conexión pero, de repente descubrimos un hilo conductor. Nos parecían acontecimientos desligados entre si y ahora descubrimos que forman parte de una línea precisa. Ahora, en el momento presente, sólo nos toca vivir adecuadamente cada momento de nuestra historia, escuchando la voz de Dios que nos habla a través de los acontecimientos. Para esto es necesario el silencio contemplativo. Como dice Frankl, “Ser hombre significa hallarse permanentemente confrontado con situaciones de las que cada una es al mismo tiempo don y tarea. La tarea de una situación consiste en realizar su sentido. Y lo que al mismo tiempo nos da esa posibilidad, mediante el desempeño de dicha tarea, de realizarnos a nosotros mismos. Cada situación es un llamamiento que debemos escuchar y al que debemos obedecer.” (V. FRANKL, La presencia ignorada de Dios, Herder, Barcelona 1991,108).
Y es más, “Una persona que ha formado un carácter configurado por una riqueza de valores y virtudes, capaz de apertura y atención espontáneas al otro, volcado en la transmisión generosa de sus dones y de sí misma, portadora de un sentido de la vida, de una vocación, entregada a fidelidades libremente elegidas... alguien así provoca el acontecimiento por donde quiera que va. Una persona con esta plenitud interior promueve encuentros que no dejan indiferente al interlocutor, a su paso suscita interrogantes, conmueve seguridades, produce inquietudes y conflictos interiores. Quien ha tenido la fortuna de encontrar a alguien así sabe que hay personas que introducen en nuestra vida un antes y un después” (Cf. L. FERREIRO ALMEDA, El acontecimiento será nuestro maestro interior, Nous (2002), (6), 67-91.
Sólo al final de nuestra existencia comenzaremos a saber quiénes somos. Y sólo al final de la historia sabremos realmente quien es cada persona, pues la vida de las personas y de los acontecimientos están llenos de sentidos ocultos de los que tan sólo descubrimos algunos aspectos. Por eso es tan importante no juzgar a las personas como no queremos que nos juzguen. En Dios está escondido el misterio de cada persona y su vocación.
Y es más, “Una persona que ha formado un carácter configurado por una riqueza de valores y virtudes, capaz de apertura y atención espontáneas al otro, volcado en la transmisión generosa de sus dones y de sí misma, portadora de un sentido de la vida, de una vocación, entregada a fidelidades libremente elegidas... alguien así provoca el acontecimiento por donde quiera que va. Una persona con esta plenitud interior promueve encuentros que no dejan indiferente al interlocutor, a su paso suscita interrogantes, conmueve seguridades, produce inquietudes y conflictos interiores. Quien ha tenido la fortuna de encontrar a alguien así sabe que hay personas que introducen en nuestra vida un antes y un después” (Cf. L. FERREIRO ALMEDA, El acontecimiento será nuestro maestro interior, Nous (2002), (6), 67-91.
Sólo al final de nuestra existencia comenzaremos a saber quiénes somos. Y sólo al final de la historia sabremos realmente quien es cada persona, pues la vida de las personas y de los acontecimientos están llenos de sentidos ocultos de los que tan sólo descubrimos algunos aspectos. Por eso es tan importante no juzgar a las personas como no queremos que nos juzguen. En Dios está escondido el misterio de cada persona y su vocación.