Siguiendo el pensamiento de Luigi Stefanini, “todas las artes, no solo la poesía, son palabra” (Personalismo filosófico, Morcelliana, Brescia 19609, 79), ya que, al tratarse de una revelación libre de algo, que no es sensible, se expresa con elementos sensoriales transfigurándolos con su presencia. Así, el sonido es elevado en la palabra humana y en la obra musical, el mármol en la estatua y los colores en el lienzo. Las obras de arte tienen un poder sugestivo que remiten a realidades profundas, que solo se revelan a través de una experiencia personal.
Es gracias al silencio contemplativo que nos abrimos al sentido de las realidades valiosas. Cuando se requiere silencio para hacerse cargo de una determinada realidad, es que está en juego algo profundo que debe ser captado en bloque, sin aferrarse a los detalles. El arte es un lenguaje cargado de silencio.
La obra de arte se revela como algo dotado de personalidad y dependiente de su creador. Por lo tanto, la obra de arte no existe sin no hay un espíritu capaz de alcanzar la tensión espiritual que el diálogo artístico implica. Y no existe placer más grande que compartir esta experiencia estética con otras personas. Así, concluimos con Michele F. Sciacca que:”Una máquina inactiva es una cosa ‘muda’, un trozo de cielo es una cosa ‘silenciosa’: a lo uno el ser humano no sabe prestarle la palabra, a lo otro le debe dar palabras llenas de infinito” (Cf. El silencio y la palabra, Miracle, Barcelona 1961).