"Líderes políticos y religiosos siguen sin entender… no aprendemos a vivir" Los malos ejemplos

"Miramos mucho lo que hace, cómo se comporta el 'nuevo pretendiente al trono de emperador del mundo' y se nos pasa el daño colateral de la imitación de sus actitudes peores por parte de los que lo usan como modelo para el liderato"
"Para hablar claro, me refiero al maltrato de los unos a los otros y al uso hipócrita de lo que esos imitadores identifican como valores cristianos"
"Parecen olvidar la regla máxima de 'amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo'"
"Llaman 'libertad religiosa' a leyes y decretos que 'justifiquen y protejan la crueldad'…"
"Parecen olvidar la regla máxima de 'amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo'"
"Llaman 'libertad religiosa' a leyes y decretos que 'justifiquen y protejan la crueldad'…"
Pedro Ortiz, corresponsal en Puerto Rico y Caribe
Miramos mucho lo que hace, cómo se comporta el “nuevo pretendiente al trono de emperador del mundo” -tal vez demasiado- y se nos pasa el daño colateral de la imitación de sus actitudes peores por parte de los que lo usan como modelo para el liderato. Para hablar claro, me refiero al maltrato de los unos a los otros y al uso hipócrita de lo que esos imitadores identifican como valores cristianos.
No es un fenómeno nuevo. También Jesucristo tuvo que enfrentar a los fariseos, que se sabían la letra de la ley y se dedicaban, una y otra vez, a tratar de tenderle trampas retóricas para justificar con desprecio altivo sus intenciones de ser serviles a los pretores imperiales, traicionar las esperanzas del pueblo y llevar a la muerte a Jesús.

Hay quienes imitan los malos ejemplos porque sienten cierto orgullo de poder ejecutar abusos, se sienten poderosos atropellando con impunidad al que no les puede responder. Hay también quienes imitan eso porque gustan de estar a la moda, porque se imaginan que así forman parte de una tendencia triunfadora. Pero también están los que imitan por miedo de quedarse fuera, o quienes quieren combatir el fuego con fuego.
Los que quieren convertir las enseñanzas del Evangelio, de las Sagradas Escrituras, en un conjunto de reglas o “valores” para tener herramientas para hacer escarnio de sus hermanos, parecen olvidar la regla máxima de “amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”. Cuando la primacía del amor se pone sobre todo lo demás, todo lo demás cobra un nuevo sentido.
Se preguntan cómo se puede pretender que un cristiano firme sea servidor de “asquerosos pecadores”. Si los mendigos piden limosna, se sienten gente de principios diciéndole con aires de superioridad que se vaya a trabajar. Cuando se acerca el enfermo, se dicen a sí mismos que perdieron la salud porque hicieron cosas malas. Proclaman ser portavoces de Jesús, pero con cada acción se alejan de las enseñanzas que nos trajo el Redentor.
Llaman “libertad religiosa” a leyes y decretos que “justifiquen y protejan la crueldad” por parte de los que quieren creerse superiores. Llaman valores cristianos la defensa de políticas militarizadas para azotar a los pobres del mundo, para sacar a los menesterosos, para negar salarios justos a los trabajadores pobres, para decir que quieren limpiar la sociedad de tanta basura, es decir, que desaparezcan a los que identifican como pecadores.
Me vienen a la mente dos anécdotas de la Madre Teresa de Calcuta.
Una es que luego de recoger una fortuna en donativos para llevarlos a su hospital de leprosos de India, esperó pacientemente en el aeropuerto de Londres por limosnas para pagarse el viaje de regreso. Cuando alguien le preguntó por su motivo para sentarse como mendigo si llevaba tanto dinero, contestó que aquella recaudación había sido para llevar su producto íntegro a los pobres que esperaban.

La segunda anécdota ocurrió en Nueva York. Un grupo de políticos y potentados le ofrecieron sufragar el establecimiento de un hospital para los desamparados y ella les contestó que aceptaba con una condición: que quería ver a esos mismos grandes donantes ir al propuesto hospital para barrer y matear, para limpiarlo todos los días.
¡Qué distinta sería la cosa si pensáramos que “libertad religiosa” fuese el “derecho” de los creyentes de darle la mano a todos los menesterosos, de proteger a los perseguidos y servirle de consuelo a todos los pecadores! Me parece que mejor que pedir a Dios que use su poder para librarnos del dolor es rogarle que se acuerde de nosotros cuando esté en su reino, porque así podríamos escuchar esa voz hermosa y eterna de “hoy estarás conmigo en el Paraíso”.
No olvidemos lo que nos dijo nuestro amado Francisco en una homilía durante los primeros años de su pontificado, exactamente, el 24 de diciembre de 2015, “en un mundo, a menudo duro con el pecador e indulgente con el pecado, es necesario cultivar un fuerte sentido de la justicia, de la búsqueda y el poner en práctica la voluntad de Dios”.
…aprendamos a vivir con un corazón misericordiosopor encima de las “meras reglas sociales y religiosas con marcas farisaicas.

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