Problemas del primer mundo
Colonialismo sostenible
En la pasada semana he encontrado dos veces a Honduras entre los principales artículos del periódico más leído en España si exceptuamos la prensa deportiva. Según este medio, el país donde vivo está en el epicentro de los desastres que trae el cambio climático, como también se ha convertido en la fuente de inmigración a España más abundante por el terrible logro de ser el país más pobre de la América continental (solo lo supera Haití).
La visibilidad de Honduras en este medio, como en televisión española por motivo de las caravanas de migrantes, no deja de ser una excepción en las agendas informativas que se encuentran normalmente colapsadas por declaraciones políticas, información climática y actualidad deportiva. Esa mirada informativa siempre se da desde el norte con una mirada condescendiente que, aunque quiera profundizar en la solidaridad, no abandona del todo un enfoque distante que entiende los conflictos aquí como algo ajeno a lo que se está haciendo en un mundo globalizado.
Hace unos días contactaba con mi hermano para pedirle una sección de cine con que trabajar el cineforum con los jóvenes de aquí y, en un arrebato de sinceridad, me decía que desconfiaba del cine social actual porque comprende una mirada de "problemas del primer mundo", donde la mirada sobre lo que se sufre aquí es insultantemente colonial y retrógrada, cuando no directamente excusa las conductas occidentales para afrontar problemas del primer mundo que, vistos aquí son casi un insulto.
Aún recuerdo cuando en mi primera visita a Honduras planteé qué era el veganismo a una religiosa que llevaba décadas aquí. Esa gente, me decía la hermana refiriéndose a las veganas, no picarán piedra ni vendimiarán ¿no? Efectivamente, una buena amiga en España renunció al veganismo unos meses después de haberlo abrazado, en una campaña de vendimia cuando vio que las energías se le agotaban en mitad de la jornada de trabajo.
La falsa aldea global que nos vende el mundo capitalista nos lleva a vivir en una falsa conexión con el mundo, pero no llegamos a entender que los problemas que en él son más urgentes no coinciden con los que nuestros medios nos enseñan o nos priorizan, y muchas veces con los que terminamos poniendo como causas principales.
Ayer el actor ganador del Oscar al mejor actor hizo un discurso contra la leche de vaca por considerar el problema del sufrimiento de la vaca como prioritario, pero resulta insultante escucharlo, en mi caso, para ir luego al mercado y encontrarme con una niña con una evidente desnutrición. No es que las especies animales no merezcan un trato acorde con una dignidad que se les ha robado, teniéndolas antes por mercancías que por criaturas... pero la leche forma parte de la dieta humana desde el paleolítico, donde la miseria que sufre la infancia en Honduras sí es prioritaria.
Tampoco la iglesia católica se libra de estos "problemas del primer mundo" reforzados por la mentalidad colonial, aún con un papa procedente de América, cuando vemos que la idea de dar voz a los indígenas ha ocasionado más problemas en cierto clero que el terror de los abusos a menores, cuando vemos que la posibilidad de superar el celibato obligatorio desata más indignación en según que sectores que el hecho de que haya comunidades sin ministro por culpa de ese mismo celibato impuesto.
Hace falta una mirada más fraterna dentro de la iglesia y dentro del mundo, pero también más profunda sobre los grandes conflictos que sufre la gran mayoría de la humanidad, y para ello hay que superar mucho colonialismo que mira los grandes problemas del hambre como ajenos, aunque sean causados por el modelo de producción económica actual, así como hay que superar esa visión de problemas del primer mundo, incapaces de renunciar a los privilegios del norte, o a una visión equivocada, para afrontar la búsqueda de un mundo más justo.