¿Profetas del catastrofismo?


Hace unas semanas, con motivo del fin de año, salió en El País digital un artículo titulado: "Las paradojas del progreso: datos para el optimismo". Por su gran interés, y por ayudarnos a comprender más cabalmente la situación en que se encuentra el mundo en el que vivimos, y enfriando de pasada colateralmente el catastrofismo de algunos, me permito transcribir algunos de los párrafos para mí más significativos:

¨Los datos señalan que la humanidad está en la mejor situación de su historia y, sin embargo, la mayoría cree que el mundo empeora. Los políticos populistas están aprovechando esta percepción ignorando que estamos mejorando en todos los parámetros.

Según un estudio del Instituto Motivación, el 87% de la población mundial cree que en los últimos 20 años la pobreza global ha permanecido igual o ha empeorado. La paradoja es que los datos dejan claro que ésta es una idea falsa. El mundo no empeora, mejora. Considerando que padecemos injusticias guerras hambre violencia, y desigualdades de todos los tipos [podemos decir que de todos los tiempos de la historia] que hemos conocido éste es el mejor.

Según el científico cognitivo y profesor de Harvard Stephen Pinter, vivimos en la época más pacífica y próspera de la historia. La gente a lo largo y ancho del mundo es más rica, goza de mayor salud, es más libre, tiene mayor educación, es más pacífica, goza de mayor igualdad que nunca antes. Todas las estadísticas señalan que mejoramos. En general la humanidad se encuentra mejor que nunca...

Los datos respaldan estas afirmaciones. La riqueza también se ha multiplicado. Desde 1980 el porcentaje de personas que viven en la pobreza extrema se ha reducido a una cuarta parte. En el sur de Asia la sufrían el 50% y ahora el 15%. En el este de Asia y el pacífico, la pobreza extrema paso de afectar al 80% a apenas el 3.5%...¨

Y así sucesivamente…

Éstos son los datos y los hechos objetivos.
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En estas circunstancias, nosotros: ¿qué postura adoptamos?

Sería muy malo que, para justificarnos ante la sociedad, nos convirtiéramos, por sistema y frívolamente, en los "reivindicadores de lo que falta" (siempre faltará algo, y en el hipotético caso de que ya se haya conseguido "lo que falta", siempre se podrán añadir a la demanda los "huevos duros" de los hermanos Marx). Por ese camino, rápido adoptaríamos el papel de "profetas del catastrofismo", anunciadores de virtuales y terribles desgracias (inventadas) si no se atienden las demandas. La retórica de la pobreza ("mirad qué bueno soy yo, que sólo hablo de los pobres..."), por una parte, y el ¨buenismo¨ ("como yo tengo muy buenos sentimientos acerca de los pobres, todo lo que diga sobre el tema de la pobreza es correcto..."), por otro lado, llevan ese camino. Y muchas veces ambos comparten el mismo planteamiento de escape utópico de "construir" (en el caso del buenismo) o "luchar" (en el caso de la retórica de la pobreza) por una "Nueva Humanidad" y por un "Mundo Nuevo", más allá de lo que tenemos. "Cuán largo me lo fiáis...".

Tenemos, por contra, la hermosa oportunidad de ser cooperadores en la construcción de un orden socioeconómico y político de integración, igualdad y justicia, orientado al bien común de las personas y de los pueblos. Ya que queremos focalizarnos exclusivamente en el tema de la pobreza, seamos serios en el planteamiento. Y el planteamiento tiene que pasar forzosamente por el estudio de viabilidad de las medidas económicas (estructurales en su mayor medida) adecuadas que promuevan el bien común de las personas y de los pueblos. Dejémonos de esquemas ideológicos ya caducados y desechemos igualmente el arbitrismo buenista. Hay medidas adecuadas para el desarrollo de las personas y de los pueblos y esas son las que hay que promover y tomar. La moral también es importante, en este tema y en todos, pero en el tema de la injusta distribución de la riqueza, hay que hablar forzosamente de economía, evidentemente.

No hace falta ser Churchill para poder defender con convicción la integración de todos los países del mundo en un orden socioeconómico justo, promoviendo por ejemplo, la eliminación de los aranceles, medida que beneficiaria grandemente, y sobre todo, a los países más pobres, como los estudios económicamente serios señalan.

También sería muy oportuno fortalecer el proceso de unidad de todos los países europeos, animando a superar las diferencias, muchas de ellas legítimas, pero superables con diálogo, que existen entre los distintos países.

En fin, aquí están las dos opciones. En nuestra mano está el elegir el camino adecuado, habida cuenta de que ya no podemos perder más oportunidades de reengancharnos al tren de la Historia, si es que ya no lo hemos perdido definitivamente.

¿Profetas del catastrofismo? No, mejor mensajeros de esperanza: ¨Llevántate y resplandece, Jerusalén, porque ha llegado tu luz...¨
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