Animadora Laudato Si´ Ante la actual crisis socio-ambiental, apostamos por una ecología integral

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La encíclica Laudato Si ́ del Papa Francisco, cumple cinco años y este aniversariocoincide con un momento crítico, el de una pandemia mundial, situación que nos hacecaer en la cuenta de que el mensaje profético de la Laudato Si’ está, si cabe, más vigenteque en el momento de su publicación.

Esta crisis nos brinda la oportunidad de convertirnos y dar un giro a lo “ecológico" en el sentido de que debe incluir al ser humano en toda su complejidad y donde nos enfrentemos a la pobreza, pero con los desafíos medioambientales. Como el Papa Francisco nos recuerda, “todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades” (LS, 14).


La COVID-19 nos ha hecho caer en la cuenta de que en el mundo “todo está conectado”, idea que atraviesa toda la encíclica (cf. LS 16, 117, 138), y los retos que se nos presentan, deben plantearse desde un enfoque integral, “dado que todo está íntimamente relacionado, y los problemas actuales requieren una mirada que tenga en cuenta todos los factores de la crisis mundial” (LS 137).


Desde esta perspectiva, abordamos la idea de ecología integral que propone el Papa y que abarca todas las disciplinas, medio ambiente, economía, política, ciencias sociales, cultura, así como, nuestros modos de relacionarnos en la vida cotidiana. En estas interrelaciones el principio del bien común se vuelve ineludible ya que abarca tanto la dimensión humana como la dimensión social (cf. LS 138, 156).
Con esta cosmovisión, dibujamos el camino para conseguir la conversión ecológica a la que nos llama Francisco (LS 10):

En primer lugar, asumimos nuestra conversión en relación con Dios, que nos lleva a la restauración de la armonía con nuestro Creador, ya que el hombre no tiene derecho a pisotear ilimitadamente las maravillas de la creación de Dios. En consecuencia debemos aceptar nuestra responsabilidad, sabiendo que los seres humanos dependemos completamente de Dios para nuestra existencia, y en humildad, se hace indispensable desarrollar una espiritualidad dónde conectemos con la naturaleza (otras criaturas),
porque Dios creó el mundo con un orden y un dinamismo que el ser humano no tiene derecho a ignorar.
Otro paso es nuestra conversión con la naturaleza. Debemos admitir que el hombre contribuye a la degradación del medio ambiente y la raíz del problema radica en la concepción que tenemos, de que la ciencia tiene prioridad sobre todo, como consecuencia del paradigma tecnocrático dominante en el mundo (cf. LS 106). En muchas ocasiones, a causa de esta arrogancia el ser humano no es capaz de alcanzar la felicidad.

Avanzamos en la conversión de nuestra relación con los demás. Cuando los cristianos nos enfrentamos al problema del medio ambiente, naturalmente debemos hacerlo con un amor sincero por nuestro prójimo, y admitir que tenemos la obligación de abordar la cuestión social de los pobres y discriminados. El problema de la pobreza humana y el problema del medio ambiente comparten la misma raíz (cf. LS 56), por tantopara fomentar una ecología integral debemos ser solidarios y tomar en consideración la
justicia entre generaciones, incluidas las generaciones futuras y no caer en el  individualismo (cf. LS 159, 162).


Y por último, la conversión hacía uno mismo. Sin una renovación de la humanidad, la renovación de la naturaleza será imposible, y sin un humanismo adecuado, esto será inalcanzable (cf. LS 116), de manera que los avances del hombre y de la ciencia no deben ser despreciados, sino que es necesario establecer unos limites a nuestras actuaciones y así conseguir una moral renovada. Una de las dificultades para tomar en serio este desafío viene del concepto de autodonación del hombre, por el que no somos capaces de reconocer al otro como un igual, como un otro yo, como una prolongación de
mí mismo, donde el diferente me abre la posibilidad de crecer, dando lo que a su vez, a mí se me ha dado y no sólo movernos por el principio de reciprocidad. Como conclusión: “No hay ecología sin una adecuada antropología” (LS 118).


Benedicto XVI ya habló sobre “Ecología Humana” o “Ecología del Hombre”, poniendo las bases de la ecología integral propuesta por Francisco, donde los seres humanos formamos parte del ecosistema:
“También el hombre posee una naturaleza que él debe respetar y que no puede manipular a su antojo. El hombre no se crea a sí mismo. Es espíritu y voluntad, pero también naturaleza, y su voluntad es justa cuando él respeta la naturaleza, la escucha, y cuando se acepta como lo que es, y admite que no se ha creado a sí mismo. Así, y sólo de esta manera, se realiza la verdadera libertad humana” (Discurso ante el Bundestag en 2011).

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