Conducta, la buena educación
El cine cubano cuenta con una larga tradición de fuerza narrativa desde una estética de la austeridad, “Conducta” (2012) de Ernesto Daranas (“Los últimos gaiteiros de La Habana”, “Los dioses rotos” y “Bluechacha”) no defrauda. Se trata de un homenaje a las personas frente a los sistemas de los cuales son víctimas. Un canto a la dignidad de cada ser humano que cuenta con la educación como mediación de resistencia y recuperación.
Chala -el pequeño actor Armando Valdés borda un papel lleno de naturalidad- tiene once años y una vida difícil. Su madre, drogadicta y alcohólica, más que cuidar a su hijo necesita ser cuidada por él. Para ayudar a sobrevivir a la pequeña familia, el muchacho realiza dos trabajos antagónicos, por una parte entrena perros para las peleas con apuestas, y por otra cría palomas para venderlas. A pesar de todo acude a la escuela, donde cuenta con el apoyo incondicional de Carmela, Alina Rodríguez realiza una interpretación sobresaliente de una anciana y respetada maestra que acompaña al protagonista. Sin embargo, este equilibrio inestable se rompe cuando Carmela tiene un infarto y tiene que ser apartada de su clase de sexto curso. La sustituye Martha (Miriel Cejas) una joven maestra que detecta los problemas de conducta de joven y rebelde alumno y propone su traslado a un centro especial.
Contra lo que piensan que el director realiza una fuerte crítica al régimen cubano, que también, hay que afirmar que se trata más bien de una reivindicación universal de la persona frente a un sistema que genera pobreza y exclusión sacrificando la libertad por la imposición. Tras visionar “Conducta”, si algo nos queda claro es la dignidad de cada personaje, incluso los que salen peor parados en el drama. Y como referente la escuela, baluarte para la reconstrucción de los pilares (familia, escuela, rigor y afecto) que permiten la forja de lo personal y lo social.
Carmela, el paradigma del magisterio, está bastante lejos de los recientes maestros occidentales en la pantalla. No es ni la simplista Anne de la francesa/chauvinista “La profesora de historia” (2014) de Marie-Castille Mention-Schaa ni el pesimista François Bégaudeau en la premiada en Cannes “La clase” (Entre les murs, 2008) de Laurent Cantet. Se parece más a “Profesor Lazhar” (2011) dirigida por Philippe Falardeau, otro enseñante de los márgenes que viene a dar una lección de humanidad.
Si Chala representa la posibilidad de futuro de una infancia maltratada por la marginalidad, Carmela encarna el valor de la persona cuyas opciones, pese a la debilidad, son la esperanza de la sociedad. Con los pequeños será la maestra que primero les quiere y seguidamente les enseña y exige. Con los compañeros será el ejemplo al que respetan y del que en última instancia aprenden. Con el resto de los personajes será una instancia ética de contraste realista ante sus desajustes y miedos.
Los símbolos también serán importantes. La estampa de la Virgen de la Caridad del Cobre, la patrona de Cuba, será la reivindicación de la instancia espiritual que permite sostener las opciones éticas de las personas frente a los sistemas que anulan. La lucha de perros a muerte apunta al drama de una sociedad que margina, manipula y acalla. Y como contrapunto el vuelo de las palomas muestra que siempre es posible elegir un camino de autenticidad.
A pesar de algunos cabos sueltos en el guion y algunas limitaciones de realización, el resultado ha contado con premios en el “Havana Film Festival New York” y en el Festival de Cine Español de Málaga, así como nominaciones en los premios Goya y Ariel del 2014.
Nuevamente de los cines periféricos nos llega aire fresco incluso en medio del drama. Cuando la técnica fílmica y narrativa se pone al servicio de la historia y sus personajes, la humanidad prima sobre el espectáculo, la autenticidad sobre la estetización y los personajes secundarios en la realidad cobran en la ficción el verdadero protagonismo que se les usurpa.