"Regresión" de Alejando Amenábar. Pues eso, regresión
Alejandro Amenábar vuelve a sus exitosas intrigas psicológicas al estilo "Tesis"(1996), “Abre los ojos” (1997) o “Los otros” (2001). Una primera regresión nos sitúa en el terreno que verdaderamente domina como narrador, un oscuro thriller satánico que busca atrapar. También torna una vez más críticamente al mundo religioso, una familia creyente que parece participar de truculentos rituales de violencia y sexo. La segunda regresión en este caso a la vieja ilustración desmitologizadora de Satanás y, de paso, del cristianismo que por lo visto vive del demonio para tener un lugar en el mundo.
El detective Bruce Kenner -bien un torturado y obsesivo Ethan Hawke- sigue el caso de un padre (David Dencik) que ha abusado de su hija –con menos matices Emma Watson. Todos padecen una amnesia general que exige la intervención de un psicólogo especialista en hipnosis regresiva (David Thewlis). Poco a poco la investigación se va poblando de culpables y Satanás el mal esencial parece estar detrás de todos ellos. Pero…
Amenábar es un buen creador de atmósferas que tienden a irrespirables. En este caso oculta la luz dosificándola como la intriga, usa los símbolos satánicos como el gato negro al que dedicó un cuento Edgar Allan Poe o las cruces invertidas que van apareciendo hasta en el diapasón. El guion resulta ocurrente y mesurado, como es norma la sospecha se va extendiendo cual mancha sombría sobre la ambigüedad de los personajes. Algunos errores restan tensión como alguna anticipación inapropiada o el dibujo demasiado simple del personaje central. Tiene maneras el hispano-chileno pero no termina de rematar la faena.
Temáticamente ha mejorado tras el excesivo simplismo de las películas “Mar adentro” (2004) y “Ágora” (2009). Tiene ciertamente una fijación sobre el mundo religioso y cristiano, no se sabe qué hicieron los pobres escolapios donde estudió. En el fondo el título hace referencia a la religión que es la verdadera regresión. Pero esta vez demuestra cierta inteligencia y sutilidad para abordar la cuestión del mal. Su tesis de fondo es que el mal solo depende de los seres humanos y son ellos los que deben cargar con la culpa. Experiencia que marca a cada uno de los personajes, cada uno arrastra su propia caída. Pero en definitiva, Satanás es una superchería y el cristianismo vive del miedo a este imaginario del mal último. Descansar el mal sobre las frágiles espaldas humanas nos libera de Dios y de las supersticiones de biblias, padresnuestros y rosarios.
Lástima que Amenábar despejando a córner a Satanás haya decidido cerrar los ojos al enigma de la teodicea. ¿Unde malum? ¿Dónde comienza el mal? ¿En la culpa personal exclusivamente? ¿Cómo se transmite el mal? ¿Se trata de una especie de histeria colectiva? Para desacreditar lo religioso Amenábar incurre en la banalización del mal. No basta con presentar al reverendo Murray, mira que llega a tener cara de malo Lothaire Bluteau, como la mano que mece la cuna. Tampoco el gesto sacrificial final, confirmado en la capilla de la cárcel, puede ser interpretado más allá de una expiación enfermiza.
Si en “Ágora” se levantaba un homenaje a la razón, en “Regresión” se descarga sobre la razón la lucha contra el mal, más vale pensar que creer, razonar que rezar. La psicología de la indagación en la conciencia y la superstición religiosa regresiva confunden a la razón e impiden descubrir le verdad del mal.
Concluyendo, dos reducciones y una sintonía. La primera reducción afecta a la densidad del problema del mal, el mal esencial parece quedar bastante lejos de la mirada del director. No basta una intención culpable para explicarlo todo. La segunda reducción afecta al cristianismo que antes que, aunque también radicalmente lo es, lucha contra el mal, se ofrece en bienaventuranza como experiencia de felicidad. Antes que el mal existe la Bondad mayor. Sin embargo y a pesar de todo, late en el trasfondo de las intrigas de Amenábar un deseo de seriedad y cierta sinceridad que las hace atractivas, aunque en la resolución haya bastante ingenuidad, lo que termina desconcertando y rompiendo la dramática.