La fe aterriza en las pantallas (II) "Calvary", no es fácil encontrar un hombre bueno
“Hasta el domingo”. No es una despedida cualquiera. Es la un hombre que ha sufrido abusos sexuales de niño durante años por parte de un sacerdote ya fallecido. Se despide así del padre Lavelle que le ha escuchado en el confesonario. “Matar a un sacerdote en domingo. Esa es una buena idea”. Ésta es la amenaza de venganza con la cual comienza esta mal llamada comedia dramática. Todavía quedan siete días.
En esta semana iremos conociendo a James Laville, soberbio Brendan Gleenson, un sacerdote viudo y con una hija adulta, Fiona (Kelly Reilly) que después de la muerte de su esposa ha decidido consagrar su vida a Dios intentado ayudar a la gente. Acompañaremos su duda interior ante la amenaza de muerte, entre la denuncia y la defensa, entre la huida y acudir a la cita en la playa. Por su vida irán desfilando las personas de su pueblo, sus feligreses. Un carnicero despechado por los engaños de su mujer, Verónica su esposa insatisfecha, un millonario solitario que quiere lavar su conciencia donando dinero a la iglesia, un escritor norteamericano expatriado que quiere suicidarse. También su compañero en la parroquia, el padre Leary, va torciendo su camino. Incluso su hija vive una crisis existencial que le ha llevado a la depresión. Éstos serán los compañeros entre los cuales el padre James tiene que tomar una decisión: acudir o no a esa extraña cita.
El irlandés John Michael McDonagh es el director y guionista de esta película que nos ofrece una de las mejores imágenes del sacerdocio en el cine contemporáneo. En Irlanda donde el escándalo de los abusos sexuales y de sus encubridores ha marcado la historia y la percepción de la fe y la iglesia, surge está película, en la que se da la cara ante el problema y sus consecuencias traumáticas en las víctimas. Pero que, a la vez, reivindica el sentido del ministerio presbiteral –a través de la referencia de un buen sacerdote- en un mundo que vive amenazado del mal y donde ya pocos creen en el perdón.
Más allá de las hagiografías simplistas al uso, descubrimos a un ser humano en su debilidad, en su cansancio e incluso en su ira. Pero sobre la que se levanta, la imagen de guerrero celta Brendan Gleeson viene al caso, un sacerdote sólido, profundamente creyente que intenta ayudar a su gente aunque todo esté rodeado de oscuridad. Humildemente, en el fracaso, digamos en la Pasión, se nos muestra a un buen sacerdote. Lleva la carga que nunca deseó, la dura carga del mal condensada en los abusos sexuales de menores pero que se extiende alrededor como fuego que arrasa.
Clavada esta cruz en el surco de un pequeño pueblo irlandés. La duda procede ante el sacrificio. ¿Tiene sentido dar la vida para luchar contra el mal, presente en la misma iglesia? ¿La vieja palabra expiación, desgastada y manipulada, tiene hoy vigencia mirando al Crucificado? ¿Cómo amar en medio del fracaso? Cuando a veces la única misión que apenas queda es no formar parte del mal. ¿Puede esperarse una luz que haga posible la reconciliación de tantas heridas?
Este nuevo “Diario de un cura rural” se pone a la par del mismo Robert Bresson y Georges Bernanos. En la estela de los grandes de la literatura Graham Green en “El poder y la gloria” o Flannery o’Connor “Un hombre bueno no es fácil de encontrar”. Incluso de los grandes del cine como el “Nazarín” de Luis Buñuel-Galdós. En medio del drama se presenta una imagen como figura: “Este es el hombre”.
Sin embargo, “Calvary” tiene una forma de abierta e incompleta de terminar. Dónde como en la parábola del hijo pródigo se le exige al “espect-actor” decir el final. Cuando humanamente resulta imposible decir “Todo es gracia”. No se la pierdan. No compren palomitas en este caso, mejor abróchense los cinturones de la conciencia. Pero vayan a verla.