Sánchez Dragó mantuvo relaciones sexuales en la catedral de Sigüenza.

Sentía bastante respeto por Sánchez Dragó, tras leer sus últimas declaraciones en el diario El Mundo sobre el tema de las “lolitas”, no puedo más que decir que la admiración que le tenía a su persona definitivamente ya no la tengo.

Creo que el escritor metió la pata, alardeó de unos hechos que ahora niega. Le convendría decir la verdad o bien pedir disculpas por alardear de lo que no hizo. Hay temas graves que no se pueden tomar tan a la ligera como hizo. De insistir Dragó en este tema con sus alardeos, lo mejor es que se le retire de los espacios públicos. Se puede perdonar un error humano, pero no se puede consentir que se alardee del gusto de haberlo cometido como si eso hubiese bueno o anécdota destacable en su vida.

Sigo pensando que Dragó no es un pedófilo, pero si insiste en justificar como algo natural y de lo mas normal que le gusten las niñas va de culo. Lo increíble y que no sabía, es que llegue incluso al extremo de mantener relaciones en una catedral, o en un mostrador de una cafetería en hora punta:

8. Soy fan suyo Dragó, pero en este asunto de las lolitas japonesas me ha decepcionado reculando de forma tan evidente. ¿Dónde está el problema de acostarse con dos chicas de 13 años si el sexo es consentido? No hubo delito, no hay delito (ni el código penal japonés ni el español contemplan eso como delito), sino mucha envidia vestida de puritanismo. No se arrugue, que hay que dar caña a esta progresía liberticida. Si lo hizo, hizo bien y punto. Para los progres, ajo y agua.

Tiene usted razón. Pero lo cierto es que no lo hice. Hubo coqueteos, hubo toqueteos superficiales, ellas me llevaron por la calle de la amargura, no yo a ellas. Quise, efectivamente, ligar con ellas ya que parecía como si ellas también quisieran ligar conmigo. Y por eso les pedí el teléfono. Me lo dieron. Llamé al día siguiente. Con lo cual mis intenciones eran obvias. Pero era un teléfono falso. Pero sí, insisto, tiene usted razón. Quizá, aunque la segunda versión sea más cierta que la primera, y sólo para dar en la cresta a los liberticidad hipócritas, no debería haber reculado. Pero bueno, amiga mía, tampoco reculé tanto. El resto de las cosas que se dicen en el libro, por ejemplo que follé con mi mujer en la catedral de Sigüenza o que hice el amor en el mostrador de una cafetería de Torremolinos a la 13h o que hice el amor en público en un cabaret de Bangkok con una de mis siete mujeres... Todo eso es rigurosamente cierto y no voy a recular.


De ser todo eso cierto, creo que Dragó se pasa varios pueblos y llega a extremos enfermizos para una persona.
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