Algunas notas sobre el folleto de stopsida. (Ivan Ortega)
La reacción de los colectivos lgtb ha sido, comprensiblemente, defensiva. No obstante, como suele ocurrir en las polarizaciones de los debates, no hay ya manera de tener una opinión ponderada sin que lluevan críticas de tirios y troyanos. Lo más prudente sería no hablar del asunto. No es por cobardía, sino por pura economía de energías, pues no resulta agradable estar siempre pensando libremente a pesar de los motes y etiquetas que van poniéndole a uno en la vida (que si facha, que si rojo, que si degenerado, que si puritano…). Sin embargo, confieso una (¿patológica?) incapacidad de callarme cuando empiezan estas polémicas en las que se invita a apuntarse al equipo A o al equipo B, apoyando a unos u otros sin reservas y donde quien sale ganando es, al final, el conocido lema que un infausto personaje proclamó en su día: “¡muera la inteligencia!”.
Así pues, voy a dar mi modesta pero clara opinión sobre el asunto. He podido conseguir una de las famosas guías y la he podido leer en diversos puntos, así que puedo opinar de lo que he visto. Hagamos, pues, unas cuantas observaciones:
- La primera va para todos los escandalizados porque se hable de todo tipo de prácticas sexuales: señores, es una cuestión de salud pública, no de moral. De hecho hay una serie de enfermedades que se transmiten por vía sexual y de hecho hay formas de realizar esas prácticas que ponen en menos riesgo la salud. No se entra a valorar esas prácticas ni tienen por qué hacerlo. Lo que interesa es proteger la salud de las personas, que son más importantes que lo que hagan, y se les informa de cómo pueden evitar el contagio y de cómo pueden minimizar los riesgos para su salud. El argumento de fondo es: de hecho hay gente que realiza tales y cuales prácticas, esta gente tiene derecho a tener toda la información para cuidar de su salud, por tanto, vamos a informarles de los riesgos, cómo prevenirlos y cómo minimizarlos. En definitiva, escandalizarse porque hable de tales o cuales prácticas sexuales escamotea el simple y rotundo hecho de que la prioridad absoluta es proteger la salud de la gente, de toda la gente, hagan lo que hagan con su vida y sus cuerpos. Luego quien quiera podrá valorar lo que se hace (yo no lo haré), pero lo primero es que se tenga la información básica para cuidar de la propia salud.
- La segunda, en cambio, va para quienes defienden a capa y espada a esta guía. Lo que hay que decir es también muy simple: el lenguaje es soez y el tono del texto es chabacano hasta la náusea. El lenguaje es muy rico y tiene muchas capas. Se puede hablar de todo de muchos modos, y hay algunos modos mejores que otros. Así, no hace falta que se utilicen todas las palabras más vulgares e infantiles para hablar de prácticas sexuales o de funciones fisiológicas. Se puede hablar de lo mismo utilizando otras palabras (que existen en castellano), que nos permiten hablar de todo pero sin que parezca que nos tratan como a niños pequeños. Algunos amigos a los que he dicho esto me han respondido que la guía la tiene que entender todo el mundo, y que por ello hay que utilizar un lenguaje sencillo para que lo pueda entender. Esta objeción es cierta sólo hasta un cierto punto. Para evitar el lenguaje vulgar, no hace falta irse directamente al lenguaje técnico de los medios sanitarios. Como he dicho, la lengua castellana (como cualquier idioma de cultura) tiene muchas capas y muchos niveles, y no se reducen en absoluto al vulgar y al técnico. Hay modos de hablar de los temas de la guía sin el lenguaje vulgar y sin hacer que parezca un manual de medicina. En definitiva, se puede hablar de todo, pero es mejor no hablar de todo de cualquier manera. Esto no es un mero remilgo, es lo que diferencia la civilización de la barbarie.
En definitiva, no veo nada malo en que una campaña de mejora de la salud pública hable de todo tipo de prácticas, advierta de los riesgos para la salud y dé consejos sobre cómo evitarlos o, al menos, minimizarlos. Sin embargo, ello no ha de ser razón para hablar de cualquier manera y no cuidar el lenguaje, despreciando los recursos que los idiomas ponen a nuestra disposición.
I.O.