Pero "solo Dios tiene la autoridad de decidir quién puede y debe servirle" "La Iglesia sólo quiere aceptarme como yo no soy y por esto me niega el acceso a varios sacramentos"
"Digamos que me llamo Pablo, pues al igual que Pablo, el apóstol, pude tener esa experiencia de renacimiento, de sentir: Ya no vivo yo sino es Cristo quien vive en mí … Eufórico por encontrar aquel pozo de agua fresca después de una travesía por el desierto, prometí entregar mi vida a Dios"
"Reapareció algo que ya me había acompañado desde hacía años: la sensación de sentirme arrastrado en una cierta dirección … y por fin supe adónde me arrastraba esa mano que se había aferrado a mi corazón. Fue una gran sorpresa para mí y de igual manera, trajo problemas grandes y sorprendentes"
"La Iglesia no entiende cómo ha podido ocurrir. Para ella, soy un pecador porque siento y vivo como hombre, aunque tenga el sexo de una mujer. La Iglesia sólo quiere aceptarme como yo no soy y por esto me niega el acceso a varios sacramentos"
"Pero 'Dios-en-mi-alma es paz; Dios-en-mi-corazón es amor; Dios-en-mis-manos quiere actuar en el mundo a través de actos que son considerados sacramentales por la Iglesia: bendiciendo, partiendo el pan, bautizando con agua, ungiendo a los enfermos"
"La Iglesia no entiende cómo ha podido ocurrir. Para ella, soy un pecador porque siento y vivo como hombre, aunque tenga el sexo de una mujer. La Iglesia sólo quiere aceptarme como yo no soy y por esto me niega el acceso a varios sacramentos"
"Pero 'Dios-en-mi-alma es paz; Dios-en-mi-corazón es amor; Dios-en-mis-manos quiere actuar en el mundo a través de actos que son considerados sacramentales por la Iglesia: bendiciendo, partiendo el pan, bautizando con agua, ungiendo a los enfermos"
| [Anónimo]
En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.
Digamos que me llamo Pablo, pues al igual que Pablo, el apóstol, pude tener esa experiencia de renacimiento, de sentir: “Ya no vivo yo sino es Cristo quien vive en mí”. Encarcelado en mi sufrimiento, horrorizado frente a un mundo que aplasta la dignidad humana, afligido por el trato que se le dispensa al resto de formas de vida, lloré sin consuelo. Sin embargo, en un momento de lucidez, después de meses tambaleándome por la noche más oscura, morí y renací, fundido en Dios. Encontrarle de esta manera, sentirle tan cerca de mi cuerpo, de mi alma, sentirle llenando hasta el último rincón de mi propio ser con esta paz absoluta, con este amor dichoso… Parece que lo llaman mística.
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"Encarcelado en mi sufrimiento, horrorizado frente a un mundo que aplasta la dignidad humana, afligido por el trato que se le dispensa al resto de formas de vida, lloré sin consuelo"
Esta experiencia ha cambiado varias cosas fundamentales en mi vida. Entre otras, me ha dado el valor y el consuelo para seguir viviendo y me ha hecho entender el Evangelio de un modo nuevo. Estoy convencido de que el amor y la misericordia deberían primar sobre cualquier otro principio a la hora de interpretar la Palabra de Dios, no sólo por la razón sino por la propia experiencia.
Eufórico por encontrar aquel pozo de agua fresca después de una travesía por el desierto, prometí entregar mi vida a Dios: “Quiero querer lo que tú quieras de mí”. A pesar de esto, continué con mi rutina, pero con el alma curada y una sonrisa sincera en el rostro. En los tres meses que siguieron a esta experiencia, el fuego que ardía en mi interior se fue haciendo más débil hasta convertirse en una llama suave, escondida bajo el ajetreo del día a día. Reapareció algo que ya me había acompañado desde hacía años: la sensación de sentirme arrastrado en una cierta dirección, como si alguien cogiera mi corazón en su mano y me lo fuera a arrancar si no sigo el camino que me indica. Yo no sabía en este momento adónde me iba a llevar eso, sólo que, si quería paz, debía tener una suerte de rutina espiritual.
"Reapareció algo que ya me había acompañado desde hacía años: la sensación de sentirme arrastrado en una cierta dirección"
Hablé con un jesuita y me sugirió probar la oración contemplativa. También empecé a leer teología, sin una motivación específica, solo por sentirme atraído por este tipo de conocimiento. Leí de mística, de Francisco, de la teología de liberación, de la Iglesia, de las mujeres y del poder. Y entonces, un día, meses después de esa experiencia tan singular en mi vida, noté algo en mi corazón que creció rápido y por fin supe adónde me arrastraba esa mano que se había aferrado a mi corazón. Fue una gran sorpresa para mí y de igual manera, trajo problemas grandes y sorprendentes.
Ha pasado ya más de un año desde que entendí cómo podría poner fin a mi deambular y al desasosiego de mi alma. Ya no voy a misa y guardo distancia con las Iglesias porque me resulta demasiado dolorosa su cercanía, pero cuando paso por una iglesia escucho una llamada sin palabras y una flecha atraviesa mi corazón. He pasado demasiadas noches llorando porque no entendía ni a Dios ni al mundo, por la tristeza de que los que pensaba mis amigos no me creían, por la rabia que me producía la arrogancia de la Iglesia y la crueldad con la que trata a gente como yo; al final encontré refugio en el testimonio de Job: Dios me da todo y Dios me quita todo. Pero, si lo pienso bien, en el fondo no es Dios quien me lo quita, sino los corazones duros y ciegos de los seres humanos, sobre todo los de los más poderosos, que creen saber cuál es la voluntad de Dios.
"Por fin supe adónde me arrastraba esa mano que se había aferrado a mi corazón. Fue una gran sorpresa para mí y de igual manera, trajo problemas grandes y sorprendentes"
Está claro que no puedo demostrar la verdad de mis experiencias subjetivas. Sólo tengo la Palabra y una vida que puedo vivir a través de aquello que se me presenta como verdad. Al mismo tiempo, las palabras humanas no son suficientes para hablar de Dios. Él es inabarcable, incomprensible, y uso metáforas porque transmiten el núcleo de lo que quiero expresar sin dar la impresión de que ellas mismas sean lo que quiero decir. El Espíritu de Dios vive en mí, como en toda su creación. Dios-en-mi-alma es paz; Dios-en-mi-corazón es amor; Dios-en-mis-manos quiere actuar en el mundo a través de actos que son considerados sacramentales por la Iglesia: bendiciendo, partiendo el pan, bautizando con agua, ungiendo a los enfermos.
"La Iglesia no entiende cómo ha podido ocurrir. Para ella, soy un pecador porque siento y vivo como hombre, aunque tenga el sexo de una mujer. La Iglesia sólo quiere aceptarme como yo no soy y por esto me niega el acceso a varios sacramentos"
La Iglesia no entiende cómo ha podido ocurrir. Para ella, soy un pecador porque siento y vivo como hombre, aunque tenga el sexo de una mujer. La Iglesia sólo quiere aceptarme como yo no soy y por esto me niega el acceso a varios sacramentos.
Para la Iglesia, yo no puedo decir verdad —o en el mejor de los casos, malinterpreto el mensaje de Dios—. Aun con todo, llevo un año discerniendo y me es imposible negar lo que hay en mí. Dios-en-mis-manos no desaparece, está allí siempre, esperando sin prisa, llamando sin gritos ni palabras. La situación me entristece mucho. Es difícil si nadie cree en ti, y más si se trata de una cosa tan maravillosa como la experiencia que he tenido. Es difícil no poder hacer lo que Dios quiere de mí, sobre todo porque se lo he prometido. Me he dado cuenta de que mi cuerpo y mi ser llevan un mensaje para la Iglesia: que es Dios, no ella, quien tiene la autoridad de decidir quién puede y debe servir a Dios y de qué manera. Yo amo a Dios, y Dios en mí ama al mundo y a la Iglesia, aunque ambos me hayan hecho mucho daño. Tengo 24 años. Todavía tengo muchos años para sufrir, pero también para ver milagros. Espero que llegue el día en que cada ser humano que siente una vocación específica pueda vivirla en la Iglesia para ofrecerla al mundo, dando testimonio del amor de Dios para todas sus creaturas.
"Dios-en-mi-alma es paz; Dios-en-mi-corazón es amor; Dios-en-mis-manos quiere actuar en el mundo a través de actos que son considerados sacramentales por la Iglesia: bendiciendo, partiendo el pan, bautizando con agua, ungiendo a los enfermos"
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