Arriesgarse al compromiso en procesos de paz
La palabra clave “compromiso” está sobre la mesa. Las partes implicadas juegan con esa carta. Pero por uno y otro lado asoma el peligro de confundirla con el chantaje y se teme al riesgo que acompaña a los compromisos. Parece oportuno recordar los dos sentidos de esta palabra: compromiso como ceder y compromiso como cumplir.
En inglés se usan dos palabras distintas. “Compromise”, en el sentido de ceder. “Commitment”, en el de comprometerse: obligarse a sí mismo a cumplir lo prometido.
Hay que conjugar ambos sentidos. Quedarse con la mitad pone en peligro de bloquear el proceso por dos extremos: el del chantaje o el de cerrar todas las salidas.
Comprometerse en un proceso de paz significa embarcarse sin miedo en un camino largo y difícil, con disponibilidad para los compromisos. Para ello hay que: 1) arriesgarse a salir de sí y ceder mutuamente, aunque se tenga razón; 2) superar la postura que divide en vencedores y vencidos, malos y buenos; 3) renunciar a hurgar en el pasado para dilucidar culpas; 4) vivir de cara al futuro, mediante la creativivdad de la reconciliación y la esperanza; 5) pero de un modo realista, aceptando el compromiso y la negociación, así como comprometiéndose a construir juntos la situación nueva.
El ser humano es capaz de perdonar y prometer, por eso es capaz de asumir compromisos, en el doble sentido de ceder y de comprometerse a cumplir lo prometido. El ensañamiento vindicativo y la renuncia a volver a empezar nos deshumanizan. Hay que hacer fructificar la capacidad de prometer. Pero nadie puede demostrar de antemano que cumplirá una promesa. Solamente se demuestra cumpliéndola. Al prometer nos arriesgamos comprometiendo nuestra propia persona, con su identidad y su credibilidad.
Monseñor Blázquez llamó, el 3 de febrero, a la unidad, con el lema “Muévete por la paz”. Es una postura, a la vez humanista y evangélica, que invita a asumir compromisos y a comprometerse para construir juntos un nuevo futuro social y político de la convivencia.
¿Se decidirán por fin todas las partes implicadas a asumir compromisos y comprometerse a cumplirlos? Eso sería lo humano y también lo cristiano.
En inglés se usan dos palabras distintas. “Compromise”, en el sentido de ceder. “Commitment”, en el de comprometerse: obligarse a sí mismo a cumplir lo prometido.
Hay que conjugar ambos sentidos. Quedarse con la mitad pone en peligro de bloquear el proceso por dos extremos: el del chantaje o el de cerrar todas las salidas.
Comprometerse en un proceso de paz significa embarcarse sin miedo en un camino largo y difícil, con disponibilidad para los compromisos. Para ello hay que: 1) arriesgarse a salir de sí y ceder mutuamente, aunque se tenga razón; 2) superar la postura que divide en vencedores y vencidos, malos y buenos; 3) renunciar a hurgar en el pasado para dilucidar culpas; 4) vivir de cara al futuro, mediante la creativivdad de la reconciliación y la esperanza; 5) pero de un modo realista, aceptando el compromiso y la negociación, así como comprometiéndose a construir juntos la situación nueva.
El ser humano es capaz de perdonar y prometer, por eso es capaz de asumir compromisos, en el doble sentido de ceder y de comprometerse a cumplir lo prometido. El ensañamiento vindicativo y la renuncia a volver a empezar nos deshumanizan. Hay que hacer fructificar la capacidad de prometer. Pero nadie puede demostrar de antemano que cumplirá una promesa. Solamente se demuestra cumpliéndola. Al prometer nos arriesgamos comprometiendo nuestra propia persona, con su identidad y su credibilidad.
Monseñor Blázquez llamó, el 3 de febrero, a la unidad, con el lema “Muévete por la paz”. Es una postura, a la vez humanista y evangélica, que invita a asumir compromisos y a comprometerse para construir juntos un nuevo futuro social y político de la convivencia.
¿Se decidirán por fin todas las partes implicadas a asumir compromisos y comprometerse a cumplirlos? Eso sería lo humano y también lo cristiano.