Despenalizacion del aborto en Portugal
Aunque por una diferencia pequeña, debido al margen de la abstención, ganó en el referendum portugués el “sí” prudente al “no” timorato. Quienes han respondido con el “sí” quieren acabar con la situación lamentable del aborto clandestino, la estigmatización de la mujer y la doble moralidad.
Su apoyo a la despenalización no significa que estén a favor del aborto a la ligera, ni que lo consideren deseable para la mujer.
Hacía tiempo que se eludía en el país vecino el problema social del aborto: un 85 por ciento realizados clandestinamente en el caso de mujeres desfavorecidas, por contraste con el 15 por ciento de las que tenían facilidad para cruzar la frontera y abortar en España a mitad de precio.
Quienes hicieron campaña por el “no” de forma exagerada, mostrando fetos de plástico (por cierto, de un tamaño de fetos desarrollados, superior al embrión de dos meses) y enviando cartas azules a las madres en nombre del bebé, hacían un flaco favor a la vida que pretendían defender. Mejor sería concentrarse en fomentar una educación sexual con buena pedagogía, que enseñe el uso eficaz de recursos anticonceptivos y la responsabilidad del varón, sin que la carga del control recaiga exclusivamente sobre la mujer.
El cardenal de Lisboa tuvo la discreción de intentar evitar que los púlpitos se convirtieran en spots de campaña. No así los grupos pro-vida que, con intención de proteger la vida, a menudo la perjudican, como en el caso de las pedradas y pintadas del día de los Inocentes en el portal de una clínica de interrupción del embarazo.
Hay que decirles claramente: sin tomar en serio la anticoncepción, no hay credibilidad para oponerse al aborto.
Su apoyo a la despenalización no significa que estén a favor del aborto a la ligera, ni que lo consideren deseable para la mujer.
Hacía tiempo que se eludía en el país vecino el problema social del aborto: un 85 por ciento realizados clandestinamente en el caso de mujeres desfavorecidas, por contraste con el 15 por ciento de las que tenían facilidad para cruzar la frontera y abortar en España a mitad de precio.
Quienes hicieron campaña por el “no” de forma exagerada, mostrando fetos de plástico (por cierto, de un tamaño de fetos desarrollados, superior al embrión de dos meses) y enviando cartas azules a las madres en nombre del bebé, hacían un flaco favor a la vida que pretendían defender. Mejor sería concentrarse en fomentar una educación sexual con buena pedagogía, que enseñe el uso eficaz de recursos anticonceptivos y la responsabilidad del varón, sin que la carga del control recaiga exclusivamente sobre la mujer.
El cardenal de Lisboa tuvo la discreción de intentar evitar que los púlpitos se convirtieran en spots de campaña. No así los grupos pro-vida que, con intención de proteger la vida, a menudo la perjudican, como en el caso de las pedradas y pintadas del día de los Inocentes en el portal de una clínica de interrupción del embarazo.
Hay que decirles claramente: sin tomar en serio la anticoncepción, no hay credibilidad para oponerse al aborto.