Más sobre Eva y Ave. 2

En el post anterior recordamos la enseñanza de la iglesia sobre el mal original y la gracia originaria ( cuando se la entiende bien, con fidelidad creativa y hermenéutica adecuada!!!, no como la entienden quienes no han pasado del mito infantil a la fe adulta, cosa que ocurre a menudo en algunos movimientos de espiritualidad de ultraderecha anticonciliar que merodean por los blogs de los alrededores…). Hoy seguimos preparando el terreno para la fiesta de la Inmaculada que se acerca.

Hay que dar el paso a la adulted de la fe, capaz de reintepretar y actualizar. En la educación religiosa no se ha hecho siempre bien esta transición. Se siguió hablando de un san José anciano viendo nacer al niño Jesús como “a través de un cristal, sin romperlo ni mancharlo”, que decía el catecismo. No necesita cortar el cordón umbilical, se pensaba, quien no tuvo arte ni parte en el embarazo. Es decir, que no había teología hermenéutica. Hoy ya no se puede hablar así. Pero hemos llegado tarde y el lenguaje de iglesia no se entiende. Los fundamentalismos lo toman al pie de la letra. La reacción opuesta “tira al niño junto con el agua de la bañera” y deja de creer. La reacción miedosa se limita a callar por “prudencia”, a la espera de declaraciones eclesiásticas que digan lo que hay que creer, prohibiendo pensar. Otra reacción es posible: pasar de la creencia infantil a la fe adulta; reinterpretar los lenguajes mitificadores y seguir caminando en busca de lo principal.
En astronomía se hizo la transición. El más inculto sabe que el sol no sale, sino la tierra gira, aunque en la vida cotidiana se siga hablando de sol naciente o los poetas canten puestas de sol. Tampoco las cigüeñas explican la embriogénesis; aunque la imagen sigue adornando boutiques de lencería. Hay que cambiar de clave en teología.
¿Cómo hablar de pecado original? Diciendo que es el negativo de una foto: la gracia original, ¡amazing grace!. El mito de Adán y Eva no es una historia de cómo empezó el mal en el pasado, sino una imagen de lo que ocurre siempre en el presente; la contradicción de no hacer el bien que queremos y hacer el mal que no queremos, a la vez seducidos y responsables, víctimas y autores del mal. Pero, a pesar de los pesares, hay esperanza, que es el núcleo del símbolo de la Inmaculada que meditaremos en los proximos días (Continuará).
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