Las religiones, múltiples. El Misterio, uno

Masiá: Me gusta la parábola de la arboleda, en el Sutra del Loto. Dice así: “Una flora variopinta crece en zonas montañosas o fluviales. Cae una lluvia uniforme, cuya humedad fertiliza por doquier hierbas y árboles. Con la lluvia de una sola nube lograrán, conforme a su naturaleza original, crecer, florecer y dar frutos. Nacidos en un mismo suelo y fertilizados con una misma lluvia, plantas y árboles son todos diferentes.”

Suzuki: El maestro Niwano la explica así:

“En esta parábola las raíces, el tronco, las ramitas y las hojas indican la fe, los preceptos, la meditación y la sabiduría. Las raíces son la parte más importante de una planta. Sin raíces no pueden desarrollar el tronco, las ramas ni las hojas. Al creer en una religión el ser humano empieza con fe y logra la sabiduría a través de los preceptos y de la meditación.

Pero no puede decirse de un gran árbol siempre que sea superior a uno pequeño, ni que una planta pequeña sea inferior a una grande. Un cedro tiene su propio papel y un boj tiene también el suyo propio. Este es el significado de la igualdad predicada por el Buda.

Se producen diferentes clases de plantas y árboles en el mismo suelo y reciben el agua de la misma lluvia, pero cada una se desarrolla de acuerdo con su propia naturaleza. Las enseñanzas del Buda se reducen a sólo una, pero se entienden de formas diferentes según quien las escucha.

Un árbol asimila demasiada lluvia, otro no recibe suficiente. Un árbol puede crecer en un año, pero otro necesita muchos años para alcanzar la madurez. Ya llegará el momento. Si el fruto de un año es dulce, el de ocho años también será bueno. Los dos han alcanzado lo mismo: la iluminación del Buda.
El punto de la parábola de la arboleda es que el Buda es la gran nube que vierte su lluvia equitativamente sobre todos los seres.

Masiá: Dice Jesús, en el Evangelio según Mateo (cap.5), que el Dios Padre y Madre envía su lluvia y su sol sobre buenos y malos, sobre justos y pecadores
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