Ahora que vamos despacio vamos contar verdades... Hoy hubiera sido mi primera comunión
Reflexión al hilo de algo tan sencillo como que no se están pudiendo celebrar las primeras comuniones de los pequeños que se ha estado preparando durante tres años, acompañados por sus catequistas en miles de parroquias y de España. Y ya de paso también hablar también de cosas fundamentales para no ser desalmados y que cuando vengan las pandemias nos pillen "con-fesados", bien armado nuestro interior para saber darnos y cuidarnos, más allá de la pura tecnología.
Ante los niños que no han podido celebrar su comunión
(Entre desayuno y aplausos)
No somos nosotros, bien entendido, los que comulgamos a Cristo, es él quien nos comulga constantemente a nosotros, está en nuestro camino, en las pequeñas verdades, en la verdadera vida. Cada vez que un sentimiento de Cristo está en nosotros, él nos está comulgando… en comunión… unidos. El sacramento celebra esa acción de Dios sobre nosotros, nos adentra en su resurrección, nos cristifica, nos va llevando a la Gloria. Hoy seguro que él está comulgando a todos los niños y niñas de nuestras catequesis… lo celebraremos sacramentalmente más adelante, pero la comunión ya se está dando, no lo notáis…benditos niños y niñas, yo veo comulgar a Dios con ellos en cada catequesis, cada actividad, cada gesto, cada celebración, cada abrazo, cada sonrisa… ojalá ellos lleguen de verdad a sentir la comunión de Cristo, como Él siempre nos está comulgando. Va por ellos el día de hoy.
57…Aplausos hoy también, por qué?
Hoy lo hago por los catequizandos -muchos de ellos un poco tristes al ver que estos días hubieran hecho su primera comunión- y sus catequistas. Una labor silenciosa, muy apagada por una cultura del mercado y lo superficial, por un bienestar sin medida, conseguido al margen del bien ser. Nunca pagaremos la labor del espíritu y lo trascendente, lo que realmente sostiene hasta en el malestar de la cultura y del mercado. Aquí está la prueba. En los tiempos que estamos viviendo resulta que hace falta sentido y claves de amor y de cuidado en toda la sociedad, y eso no se improvisa, se trata de algo que ha de estar sembrado, cuidado, educado, desarrollado en el interior de las personas. Es cierto que educa la familia, base principal, pero lo hace con toda la tribu, tanto de la comunidad social como de la comunidad eclesial. Las instituciones han de hacer una revisión seria y profunda sobre el cuidado y alimento de la dimensión trascendente de la persona, donde se da la consideración del otro y la construcción del nosotros.
El humanismo cristiano que hemos heredado en Europa pone a la persona en el centro y entendemos que es algo digno de alabanza y muy loable que profesionales pongan el bien común por encima del personal, y al otro por encima de su propia seguridad en situación de emergencia y de necesidad. Pero este humanismo no viene por generación espontánea, se trata del resultado de una apertura interior que se gesta en la reflexión, en el sentimiento y en la acción. Un modo de ver sentiente, de juicio compasivo y afectado, así como de acción transformadora y procesual, con objetivos y medios para hacer de la realidad algo humano y saludable, es decir, salvífico. Cuantas veces andamos entre dimes y diretes dando bofetadas a la educación del espíritu, al desarrollo espiritual de lo personal y de lo social.
La espiritualidad de lo humano es imprescindible si queremos humanismo verdadero. Es cierto que la espiritualidad es estructural de todo el ser humano y que la religiosidad es un modo concreto de vivir dicha dimensión por miles de millones de los humanos. No peguemos coces contra el espíritu, no lo hagamos tampoco contra la religión, que después viene un virus y nos descubre deficiencias muy fuertes en una sociedad que debería estar más preparada para amar y entregarse, para acompañar hasta la muerte y no dejar solo nunca a ningún ser humano. No se trata solo de estrategias se trata de corazón, humanismo y espiritualidad. Echamos al espíritu por la puerta de la tecnología y ahora resulta que la mejor tecnología, incluida la sanitaria, funciona si realmente está llena de buen espíritu. Ahora va a entrar el espíritu por la misma puerta que lo expulsamos, los problemas de los respiradores tenían que ver más con el humanismo que con la tecnología, aunque no debe extrañarnos porque lo mismo está ocurriendo con el hambre, la pobreza y el clima hace mucho tiempo.
Por eso yo no quiero, ni deseo la desvalorización de un buen catecumenado para el espíritu del ser humano, al que me dedico en la iglesia católica desde una comunidad parroquial sencilla con un equipo extraordinario de mujeres de espíritu verdadero, ni lo acepto tampoco con respecto a la formación religiosa escolar, la enseñanza de la religión, a la que sirvo acompañando alumnos de magisterio. Sabiendo que la espiritualidad del niño no sólo está en manos de estas clases de religión sino que ha de ser transversal en toda educación integral. No se puede ser persona y alimentar el humanismo sin abrirse a la trascendencia en el otro y desde el nosotros. Tarea tenemos, que no todo es tecnología y habilidades en el aprendizaje, que lo que está en juego es la vida y su sentido, ni más ni menos. Y para los adultos una interpelación que debería tocarnos el alma, hoy se necesitan referentes espirituales serios y adultos para los jóvenes y los niños, es de lo que más falta hay en todas las comunidades y quehaceres de nuestra sociedad y , a veces, en los mismos ámbitos educativos y religiosos.
José Moreno Losada.