¿Qué presbiterio es el que espera al nuevo arzobispo y cómo lo esperamos? Reflexiones rápidas desde Mérida -Badajoz :¿Nuevo arzobispo?
No nos da igual, pero lo más importante no se nos puede escapar. No queremos colar el mosquito y tragarnos el camello. La problemática de hoy y el deseo de la evangelización ha de primar sobre muchos asuntos y modos que no conducen a lo que buscamos y no pueden solventar lo que ha de ser materia de nosotros mismos
No nos vale con cambiar el burro de la noria... tenemos que cambiar todos y seguir viviendo en comunión y sinodalidad, convencidos de que este tesoro lo llevamos en vasijas de barro, pero no ha dejado de ser un tesoro. Todos somos vasijas y el agua es de vida... Cuidemos la organización pero siempre desde y con el Espíritu. Seguiremos recibiendo al que llegue, y lo haremos en el nombre del Señor
Las cosas son como son…
Alguno me dijo ayer que hoy se haría público el nombramiento de Carballo como nuevo arzobispo de mi diócesis, será de los lectores de este medio, otros dicen que parece que se ha parado un poco esto, Don Celso sigue despidiéndose entre bombos y platillos que lo homenajean…
Hace unos días en una conversación familiar alguien no eclesiástico le preguntaba a mi arzobispo actual don Celso, que cómo se nombraban los obispos, que si lo hacía personalmente el papa. Hice un comentario con cierta hilaridad benéfica: ”normalmente el papa se entera de los obispos cuando ya están elegidos, excepto en algunos casos”.
Hice referencia al nombramiento de Don Celso y al que, al parecer, están pensando nombrar para sustituirlo, Monseñor Carballo, en los cuales parece ser que si ha intervenido el papa, con sus respectivas audiencias para el envío a la misión apostólica a un lugar propio para eméritos, y candidatos a serlo, como parece ser que es el arzobispado de Mérida-Badajoz. Sea como sea y dadas las perspectivas en este caso no folklóricas, sino de ecología eclesial, de reducir, reciclar y reutilizar, las verdaderas preocupaciones de los que andamos por estos lares siento que van por otro camino. Ahora nos preguntamos mucho más, dada la perspectiva sinodal a la que estamos llamados, qué iglesia diocesana es la que va a recibir al nuevo arzobispo. Muchos hemos vivido ya el paso de distintos obispos, y de arzobispos, recordamos a Antonio Montero, Santiago García, y el actual Celso Morga. Cada uno con su singularidad y sus perspectivas pastorales y de organización, con una visión de su ministerio y desde ahí de los ministerios de los demás. Es cierto que no da igual, que tiene su qué y sus consecuencias en muchas cosas de nuestra Iglesia, pero siendo sinceros a la hora de lo que es el verdadero trabajo de evangelización y apostolado real en la vida del pueblo y de la gente, los mimbres con los que tenemos que trabajar y el estilo con el que nos movemos, no los trae el arzobispo, sino que ya están aquí. Somos nosotros.
¿Qué presbiterio es el que espera al nuevo arzobispo y cómo lo esperamos? Estamos en un mundo cultural concreto, en una sociedad política y social configurada por dicha cultura, en una situación eclesial tocada y afectada por esa sociedad y por un ministerio presbiteral que anda en búsqueda de vivir una fidelidad que está llamada a ser creativa y a vivir con unas claves fundamentales que están siendo urgentes: Evangélicas, compasivas, liberadoras, fraternas, sinodales, comprometidas y cuidadosas.
No es fácil ejercer el ministerio sacerdotal en este contexto, con estas claves, con originalidad y autenticidad. Tenemos tensiones, nuestras reflexiones están tentadas de acedia y de comodidad, de posturas de urgencia sin fundamento, de llenar huecos sin perspectiva, de continuar ciegamente como el burro en la noria dando vueltas en lo mismo. Nuestras preocupaciones deambulan entre si vamos a tener quien nos releve y quién nos va a cuidar cuando seamos ya ancianos, aunque por otra parte hablamos de una nueva situación, organización… siempre en la dialéctica entre resto y residuo.
Deseando ser levadura en la masa y grano de mostaza, pero con la preocupación de si seremos los últimos mohicanos clericales del lugar. En este ámbito de realidad la verdadera preocupación no es quien va venir, sino cómo vamos nosotros a seguir llegando, a vivirnos y convivir en nuestra realidad eclesial diocesana, en nuestro propio presbiterio. Nuestra preocupación no puede ser que un hermano, aunque sea arzobispo, nos traiga la luz, la verdad, la salvación, la alegría, el empuje, sino de donde lo sacamos nosotros y cómo lo compartimos. Yo mismo me pregunto como me estoy situando en este mundo, en esta iglesia y cómo quiero seguir estando en ella. Desde ahí recibiré al que venga, pero lo haré con todos los compañeros que me rodean y que formamos parte de este cuerpo apostólico presbiteral, al que viene a sumarse el enviado, venga de donde venga y como venga.
¿Qué pueblo de Dios, qué laicado es el que camina por esta iglesia diocesana? La riqueza de nuestro laicado es impresionante, sin embargo, el modo de funcionamiento de nuestra institución sigue siendo parado y clericalizado. Qué articulación es la que necesitan nuestras comunidades parroquiales, nuestros movimientos, nuestros organismos arciprestales y diocesanos, las delegaciones, etc. No seamos insensatos, los caminos de la sinodalidad han de estar en las bases más sencillas y primarias, desde las catequesis de los niños, hasta la liturgia, la economía… en lo diario. Se trata de una conversión a lo comunitario, a lo que siempre hemos estado llamados y cuando se ha ejercido eso ha provocado oasis de reino callado y oculto. Eso pasa por una renovación de mentalidad en todos, clero y laicado. Ahora es el momento, pero no por necesidad de las circunstancias externas, que también pueden ayudar, sino por convencimiento interno. Hemos de caminar hacia una iglesia desnuda que se haga en la verdad, en el encuentro, en lo sencillo, en la intemperie, en la minoría… y eso está abierto, independientemente del arzobispo que llegue.
La gente de nuestro pueblo y nuestras comunidades no deciden y se sitúan desde la elección de un obispo, lo que les importa de verdad es la referencia real y próxima que tienen de iglesia y de comunidad. El descubrimiento de la Iglesia como familia real y verdadera es el reto. La gente busca y necesita salvación, verdad, vida y la iglesia ha de ser espejo de ese Jesús, de su evangelio hoy.
Ni que decir tiene que la tarea es mucha, los obreros pocos, y que deseamos que nuestro pastor venga con los pies de la paz, el corazón de la buena noticia y el deseo de amar y trabajar por una iglesia pobre, misionera y apostólica. Pero la interpelación está en nuestro tejado y necesitamos avanzar en los caminos que nos son propios aquellos que transitamos cada día, con nuestra pobreza, pero con la verdad del Reino y el deseo de su bienaventuranza.
Perdonad esta intromisión en los quehaceres vaticanos de altura… y nosotros seguiremos siendo nosotros, trabajo tenemos en esta tierra emérita, para los de antes y no sé si para los de ahora. Sea como sea, esta tierra lo es de salvación y Dios está ya con nosotros.
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