Extraido de "Trazos de evangeliio, trozos de vida" (PPC) Los que sale del corazón. XXII D. Ordinario

isi y Antonio
isi y Antonio Jose Moreno Losada

Lo que sale del corazón...

La verdad de nuestro Dios se ratifica cuando su palabra se hace fecunda, realidad viva. El son litánico del génesis formulando: “Dijo Dios, hágase y se hizo”, es el tono vital confirmatorio de que todo sale de dentro, de su corazón, de su amor incondicional y absoluto sin vuelta atrás. El Señor va manifestando su interior, su luz, su verdad, su camino, en su palabra que es acción, sacramento vivo y luminoso. Lo es en la creación y se verifica en la historia, por eso lo es de salvación.

Traigo a colación este hecho de vida de Antonio e Isi. Hace unos días hemos estado compartiendo visita a la Vera, donde nos hemos bautizado en las aguas limpias y claras, puras, de sus cascadas y gargantas. Allí hemos hablado de la presencia de Dios en el amor y del deseo de celebrarlo.

1 de septiembre – Domingo, XXII TIEMPO ORDINARIO

Evangelio: Marcos 7,1-8.14-15.21-23

aguas de la vera

En aquel tiempo se acercó a Jesús un grupo de fariseos con algunos escribas de Jerusalén, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y, al volver de la plaza, no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas.) Según eso, los fariseos y los escribas preguntaron a Jesús: «¿Por qué comen tus discípulos con manos impuras y no siguen la tradición de los mayores?». Él les contestó: «Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos”. Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres». Entonces llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo: «Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro».

Lo que sale de dentro

 La salvación es lo que sale de dentro de Dios que es puro amor, por eso no puede estar atada a elementos externos del esfuerzo sin más para responder a un patrón de conducta formalizado. Se trata de un proceso interior que une cabeza, corazón y manos, que libera para poder pensar, sentir y actuar al modo de Dios que nos ha hecho a su imagen, corazones capaces de amar y de ser amados. Es verdad de fe que la salvación se opera de corazón a corazón, desde la pureza divina manifestada en lo humano.

He perdido catorce años

La cena tranquila, tras haber participado en la última sesión del curso sobre los cuidados en la parroquia con el tema de los cuidados paliativos, en la que se nos había invitado a “ensanchar la vida” -canto de Migueli-. La conversación, como los de Emaús, tomó derroteros de cenáculo viviente sobre la oración y la atención a nuestras personas. Yo mismo me asombraba del tono místico de ese momento, ocurría con la mayor naturalidad en una mesa de un restaurante cercano a la parroquia.

Antonio manifestaba que había perdido catorce años de la vivencia de su fe. El, con más o menos práctica, había guardado la forma popular de la religiosidad de sus padres, pero tras la separación matrimonial se había ido abandonando. Ahora se encuentra en un momento vital religioso nuevo. Cada mañana al despertar toma conciencia de la vida, la agradece a Dios rezando el Padrenuestro y busca en un pequeño libro del evangelio de cada día, el texto que corresponde. Lo medita y después lee el comentario que lo acompaña para ver en qué coincide y lo que le complementa. Entiende que en esto le ha ayudado su nueva pareja, Isi, con la que está haciendo este camino creyente y nuevo.

Nos conocimos en celebraciones ocasionales en la parroquia, porque ellos son de otra demarcación. Participaron en la celebración de la comunión de su sobrino Mateo y después en una celebración matrimonial especial de un hermano de ella, José Manuel y Maria Eugenia.

A partir de estas celebraciones de sus familiares vino nuestra relación y conversaciones en torno a la fe y su vivencia eclesial. Ellos estaban retirados porque entendían que su situación estaba fuera de orden, "con manos impuras".  El, separado hacía mucho tiempo, habiendo tenido siempre la custodia de sus tres hijos, y ella, que convivía con él de una forma irregular según cánones. Pero la relación era de una profundidad y compromiso amoroso bien claro. Comenzaron a cuidar su fe, reconciliarse sacramentalmente, participar en la eucaristía dominical, acercarse a la formación, comprometerse en la atención a los pobres, evangelizar sus profesiones, a tratar con el evangelio de cada día. Y ahora, sin obligación, sin forzar, a hacer el camino de analizar la validez de aquel rito celebrado con su primera esposa en unas circunstancias especiales. Tras un tiempo, al día de hoy ya estamos planteando la celebración de su unión en próxima fecha.

El proceso canónico para la verificación de la nulidad de aquel rito no ha sido fácil, pero lo están haciendo con paz.  Ahora no hay duda de la pureza de su corazón en lo que están buscando. Están redescubriendo el amor de Dios que nunca le ha faltado, pero al que ellos creían que no tenían derecho de este modo tan explícito y eclesial.

Dios, la ley y el amor

Las leyes en el pueblo de Israel fueron naciendo y elaborándose al ritmo de la vida, de las necesidades de lo humano, de lo común. Se buscaban las claves fundamentales que generaban comunión, paz, justicia, salud.  El pueblo tuvo que aprender lentamente el verdadero valor de estas normas y sentir que, tras ellas, estaba el corazón puro y amoroso de Dios que cuida del pueblo y le da las herramientas para avanzar hacia la bondad y la luz de lo más pleno.

El proceso histórico con sus dificultades, a veces puso la ley como elemento jurídico divino frente al hombre para dominarle y exigirle un comportamiento ante él. Así lo que nació como servicio para la humanidad comenzó a entenderse como condición y, a veces como vasallaje, pasando la imagen de Dios de amoroso creador a juez firme. Siempre ha existido esa tensión en la visión de la ley y su relación con el hombre y con Dios. Los profetas supieron denunciar con fuerza, cómo las leyes externas que no van acompasadas del corazón, tocadas de misericordia y compasión, no son verdaderas y no tienen que ver con el Dios de la salvación.

Jesús de Nazaret, hombre de Dios, cumplidor de la ley, desenmascara una religión de normas y cultos que no está conectada con la pureza de Dios y con el hombre de corazón limpio. La clave de la relación entre los mandamientos y Dios la manifiesta en su propio ser, en la encarnación, la vivencia del amor radical, la cruz como entrega y la resurrección para la plenitud. Se trata de una relación bienaventurada que queda confirmada por la alegría que produce la vivencia de lo descubierto como normado, aunque haya de pasar por el filtro del dolor y la contradicción del mal y la persecución del Reino. Las leyes en la vivencia del evangelio nacen del amor desmesurado del Padre que nos quiere hasta la muerte del hijo, no hay más ley que la del amor a Dios y a los hermanos. Desde ahí deben ser vividas todas o perderán su valor y su raíz trascendente.

Fue dura la crítica profética de Cristo ante leyes que se habían convertido en preceptos humanos para someter al pueblo a modos de vivir y de ser que no eran acordes con el evangelio del Reino. Ahora el criterio de verdad de salvación son los signos del reino y no la seguridad de una institución que se busca a sí misma y cuyo templo puede ser destruido en cualquier momento.

Jesús nos da la luz y el sentido del vivir según el evangelio, en el encuentro con su persona y el horizonte de adentrarnos en sus sentimientos, lo que radica en las entrañas del corazón. Estamos llamados a redescubrir nuestra relación con Dios, nuestra dimensión religiosa, orientada por unas normas de vida que realmente estén en consonancia con la fe y la humanidad de nuestro Maestro, el que nos invitaba a reconocer que sólo es Dios es bueno, y él es el que nos puede ayudar a amar y ser como él, a ser buenos. La comunidad cristiana hoy está invitada a redescubrir las normas vitales que acompañan al pueblo para su mayor bien y para responder a sus necesidades más profundas. Las leyes han de responder a lo más profundo de los corazones y se han de cumplir desde ahí mismo. Compasión y misericordia frente a legalismo y condena.

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