El Pórtico de la Gloria, reproduce el de la catedral de Santiago de Compostela a la perfección Ourense: La catedral del Cristo con barba
El rey Chiarriorico, que se convirtió al cristianismo y mandó levantar su primera catedral que dedicó a San Martín de Tours, a quien le atribuyó haberle curado de una grave enfermedad a su hijo
Dedicada a san Martín de Tours, fue consagrada el año 1188 y es uno de los templos del más puro románico que hay no solo en Galicia sino en el resto de España
La gran entrada occidental, o Pórtico de la Gloria, reproduce el de la catedral de Santiago de Compostela a la perfección, no con tanta grandiosidad, sino con humildad, y tanta o más pedagogía y catecismo, que la del Apóstol, si bien con esculturas más hieráticas y mejor conservadas por haber estado la fachada más y mejor guarnecida
El retablo del Altar Mayor, gótico, fue obra predilecta de Cornelio de Holanda (a.1516-20). Es pieza singular que por sí misma justificaría la visita a la catedral por razones artísticas
Destacar la figura del Santo Cristo que se venera en la catedral de Ourense, como Creador y re-Creador de la ciudad a lo largo de los siglos, y con activa presencia también en la actualidad
La gran entrada occidental, o Pórtico de la Gloria, reproduce el de la catedral de Santiago de Compostela a la perfección, no con tanta grandiosidad, sino con humildad, y tanta o más pedagogía y catecismo, que la del Apóstol, si bien con esculturas más hieráticas y mejor conservadas por haber estado la fachada más y mejor guarnecida
El retablo del Altar Mayor, gótico, fue obra predilecta de Cornelio de Holanda (a.1516-20). Es pieza singular que por sí misma justificaría la visita a la catedral por razones artísticas
Destacar la figura del Santo Cristo que se venera en la catedral de Ourense, como Creador y re-Creador de la ciudad a lo largo de los siglos, y con activa presencia también en la actualidad
Destacar la figura del Santo Cristo que se venera en la catedral de Ourense, como Creador y re-Creador de la ciudad a lo largo de los siglos, y con activa presencia también en la actualidad
La ciudad gallega de Ourense a cuya catedral dirigimos nuestro peregrinaje para-litúrgico, tiene mucha historia. Mucha, y además, lejana y profunda, completada con leyendas que son las que, en definitiva, exponen el auténtico contenido y valor de sus piedras y de las situaciones vividas entre ellas, por sus habitantes, de dentro y de fuera de su empadronamiento.
Cada día son menos los doctos que hacen proceder etimológicamente “Ourense” con cuanto tenga relación con el precioso-“vil”- metal del “oro”, que los romanos extraían de sus tierras y que el hermano y selvático río Sil se encargaba de purificar y de tornarlo más brillante aún, y de mayor calidad entre los nobles metales.
“Acquae urentes” –“aguas abrasadoras”-, con referencias a los muchos manantiales de la zona, como Las Burgas de Arriba, de Abajo y El Surtidero, dentro de la ciudad, -acaso las “cálidae” de los romanos y el “lago caliente” de los suevos, conformaron y conforman a la perfección tanto el nombre de la ciudad como el talante y ambiente de sus moradores, quienes en su día habrían de ser aspirantes a diocesanos de la catedral. Aquí y por ahora, orillamos la leyenda que remarca la antiquísima procedencia de Ourense –“ Amphlochia”- achacándosela a uno de los héroes que se hallara presente nada menos que en la mítica guerra y sitio de Troya.
Los monarcas suevos Teodomiro y Mirón, establecieron su corte en este lugar y refiere la tradición que aquí el rey Chiarriorico, que se convirtió al cristianismo y mandó levantar su primera catedral que dedicó a San Martín de Tours, a quien le atribuyó haberle curado de una grave enfermedad a su hijo. El santo de Tours, fue el donante de la media capa al pobre, fiel protector y acompañante de todos los peregrinos santiaguistas procedentes de Francia.
Arrasado una vez el burgo por los normandos y en dos ocasiones por los musulmanes, el rey Sancho II y su hermana doña Elvira, lograron repoblarlo en conformidad con el obispo Edomiro el año 1071. Fernando II le otorgó su “Señorío” al prelado Pedro Seguín, detentándolo en sus mitras sus sucesores hasta el año 1586, en tiempos del rey Felipe Ii
En fiel consonancia con el descriptivo dicho popular de que “Ourense es Ourense gracias a su puente, a las Burgas y al Cristo de su catedral”, es fácil y hasta lógico llegar a la conclusión de que a la ciudad le asisten razones para ser y ejercer de cristiana. De entre estas razones destacan cuantas proporciona el puente, por puente, con toda su significación genuina y axiomática de unión, comunicación y común-unión entre las orillas y las periferias.
Destacan también sus aguas, todas ellas bautizadas en la Ribera Sagrada, tanto por la naturaleza como por los salmos de sus monasterios… Las Burgas vuelven a rebautizarlas una y otra vez, con la sanación de los cuerpos y la cercanía vecinal de quienes acuden a ellas a conversar y a intercambiar opiniones cívicas, familiares y hasta religiosas.
La imagen del Santo Cristo merece capítulo aparte en nuestra narración, como, por supuesto, lo merecerá la catedral, dado que al haber conservado hasta el presente con tanta puridad su primigenia concepción románica vivió, y está obligada a vivir el cristianismo en el sentido arquitectónico más religioso, que no es precisamente ni el gótico, ni el renacentista, ni el barroco, ni el churrigueresco-rococó-, sino el románico, por naturaleza y por teología, y porque así lo quiso este pueblo.
Por si algo le faltara a Ourense para ser testimonio de religiosidad popular, todavía está en plena vigencia el Camino de Santiago que sigue y seguirá pasando por esta ciudad. Encabeza una de sus citas más cristianas el hospital de la Trinidad del que hay documentada constancias ya en el año 1194.
Otros hospitales fueron los de la Corredoira, Rúa Nova, Porta da Acra, Rúa de los Zapateiros y el de los Remedios, que todos ellos se agruparían posteriormente en el de San Roque. El dato de que la mayoría de las imágenes del Apóstol en su catedral y en otros lugares prevalezca en posición de “peregrino”, y también sedente, y muy raras veces blandiendo la espada descabezadora de moros, es lección inequívoca de cristianismo-diálogo, tolerante, abierto y respetuoso con otras creencias e increencias.
La catedral
A cuantos peregrinan por los caminos de las catedrales de España, y por mucha capacidad de sorpresa que los defina, es preciso y honesto advertirles que se restrieguen con fuerza sus ojos, los del cuerpo y los del espíritu, a las puertas de la catedral de Ourense.
Se trata del edificio religioso más importante de la ciudad, diócesis y provincia. Dedicada a san Martín de Tours, fue consagrada el año 1188 y es uno de los templos del más puro románico que hay no solo en Galicia sino en el resto de España. En su estructura, los elementos góticos, renacentistas y neoclásicos apenas si le hacen perder armonía y equilibrio. Es ejemplo perfecto del románico más religioso y cristiano.
Solo algún rasgo suevo e islámico se aprecia discretamente en la decoración de sus elementos. Con forma de cruz latina, tiene 84 metros de largo y tres naves, percibiéndose con facilidad influencias monásticas cistercienses, por lo que el conjunto es ciertamente único y admirable.
Ostenta el poderío sobrenatural de dos torres y una tercera inacabada. La conocida como la de las “Campanas” no sobrepasa los 40 metros de altura. La de” san Martín”, de siglo XVI, lleva tal nombre por el relieve del santo que enriquece uno de sus cuerpos. La torre del “Reloj” es referente en la plaza de Trigo.
La gran entrada occidental, o Pórtico de la Gloria, reproduce el de la catedral de Santiago de Compostela a la perfección, no con tanta grandiosidad, sino con humildad, y tanta o más pedagogía y catecismo, que la del Apóstol, si bien con esculturas más hieráticas y mejor conservadas por haber estado la fachada más y mejor guarnecida.
Construida unos 50 años más tarde que la compostelana, la lección de Biblia -Antiguo y Nuevo Testamento- , que ofrecen las imágenes del Pórtico de la Gloria de la catedral orensana, le proporcionan sus visitantes, y por supuesto, a los avecindados en la población, óptimas posibilidades de graduación “cum laude” en las Ciencias Sagradas Escriturísticas.
En tan colosal y evangelizador retablo de piedra, aparecen los Profetas del A.T., nueve de los doce Apóstoles, 24 ancianos del Apocalipsis y ángeles con instrumentos musicales. Es decir, que a los visitantes, y más si son y ejercen de peregrinos, les resulta fácil, accesible y adoctrinador, adentrarse, residir y vivir ya, y de verdad dentro del Pórtico de la Gloria, orensano, no solo por razones artísticas, sino teológicas y contemplativas.
Cumplimentar el rito de frotar la cabeza en la del “santo dos croques”, justifica la visita, tal y como con santa credibilidad hiciera el sapientísimo padre benedictino Fray Benito Jerónimo Feijó y Montenegro, el autor de la obra “El Teatro Critico Universal”, con sus nueve volúmenes .
Por la fachada Norte irrumpió y asaltó el templo el belicoso don Alfonso de Pimentel, condestable de Benavente, en uno de los episodios guerreros habidos contra el conde de Lemos, en 1471 en sus disputas nobiliarias. En señal de arrepentimiento y propósito de enmienda por haber arrasado esta parte de la catedral-fortaleza, el obispo le impuso como penitencia la restauración de la misma. La puerta Sur es una de las más bellas del románico español.
El cimborrio gótico-flamenco del templo es obra de Juan de Badajoz (a. 1499-1505), con 25 metros de altura y bóvedas estrellada, que compite en belleza y grandiosidad con los de las catedrales de Toledo, Sevilla y Oviedo. Las capillas adosadas están dedicadas a la Conversión de san Pablo, a santa Isabel, a la Inmaculada, a la Resurrección y a la Asunción.
El retablo del Altar Mayor, gótico, fue obra predilecta de Cornelio de Holanda (a.1516-20). Es pieza singular que por sí misma justificaría la visita a la catedral por razones artísticas. Las rejas del coro, los pulpitos y la sillería, con remembranzas a Juan de Juni, reclaman atención y reconocimiento devotos.
Mención especial y curiosa reclama en la Capilla Mayor la existencia de un sepulcro gótico anónimo, único en grandiosidad y arte, que probablemente es el más monumental de toda Galicia. Parece ser de un obispo, del que se ignora su nombre y ni siquiera se sabe si sus restos mortales permanecen todavía dentro. Más que de una persona concreta -obispo en este caso- a unos les da la impresión que está erigido al colectivo episcopal en general, cuyos miembros solían elegir en sus sedes catedralicios el lugar adecuado para su enterramiento y el de los suyos, como si las catedrales hubieran sido construidas por el pueblo precisamente para eso.
Merece también la atención, y vuelvo a resaltar el dato, de que la mayoría de las imágenes de Santiago que se veneran en la catedral, lo representan en actitud y actividad de “peregrino” y no de defensor de la fe, a base de espadazos.
En el museo catedralicio, no sobrecargado en demasía de objetos litúrgico al uso, destacan los esmaltes de Limoges, el Misal “Auriense”, la “Cruz Preciosa”, dos tallas de la Inmaculada , otra de Nuestra Señora de la “O”, y un “Ecce Homo”, del siglo XVI
Santo Cristo
Destacar la figura del Santo Cristo que se venera en la catedral de Ourense, como Creador y re-Creador de la ciudad a lo largo de los siglos, y con activa presencia también en la actualidad, pretendo reflejar someramente algunos de los datos proporcionado por la historia y las leyendas, que tantas convicciones les aportan a los pueblos y a sus gentes. Y es que leyenda, de por sí y del tipo que sea, y más si está relacionada con lo “religioso”, resulta ser tanto o más convincente, veraz y apasionante que la imagen que proporcionan las fechas, los testigos y los documentos.
La mezcla de los dos elementos -historia y leyendas- trazan en mayor proporción fiabilidad y convencimiento , cuanto es, y significa, el Cristo venerado en la catedral orensana y en todo su perímetro ciudadano, hasta conferirle el primer elemento en la definición radical del conjunto urbano.
La narración fantasiosa de los hechos, piadosos y entrañables, podría resultar aún más emotiva en cualquiera de las descripciones o versiones populares, si como hasta recientemente acontecía, en los días de la celebración del solemne novenario antes de la festividad, los devotos hacían acompañar los ritos, las ceremonias y hasta la predicación , transportando a la capilla las jaulas de los pájaros que cuidaban en sus respectivas casas o viviendas.
Es posible que el obispo orensano don Vasco Pérez Mariño, allá por el siglo XIV , organizara en procesión el traslado de la imagen del Cristo desde la Costa del Finisterre hasta el lugar que habría de ocupar en la catedral. A tal costa habría arribado la imagen a consecuencia de una terrible tempestad en la que, a punto de hundirse el barco, sus navegantes optaron por arrojarla al mar, con lo que milagrosamente se amansaron sus aguas. Obispo, Cabildo, clero y todo el pueblo, se convencieron santamente de que la voluntad del Cristo no era otra, sino quedarse definitivamente entre ellos.
Pasado el tiempo, otro obispo, don Fernando Tricio Aranzana, “en la noche del 8 de abril de 1573 .-solo él y el Cabildo catedralicio ”- decidieron cambiar la imagen del primer lugar en el que fuera colocada y depositarla en la capilla nueva que le había sido erigida, y que sigue siendo la actual.
La patética imagen del Cristo, y casi en calidad de dogma de fe, según la creencia popular, es obra de Nicodemo, testigo directo de la Crucifixión del Señor en el Calvario. Los más escépticos, aunque bastante más cultos y expertos en la materia, aseveran que se trata de una imagen de estilo gótico, del siglo XIV, no fiándose en demasía del relato popular de que el lugar en el que las aguas depositaron la imagen fuera la playa de Cabanas, exactamente sobre la misma piedra sagrada -“Ara Solis”- en la que antes hubiera permanecido el cuerpo del Apóstol Santiago.
En el caso del Cristo, se hace intervenir a un tal san Guillermo quien, por mágicas razones, derramó un vaso de vino tinto, cuyas huellas todavía son perceptibles al menos por los más crédulos o creyentes.
El realismo natural de la imagen del Cristo es realmente coincidente con el de las leyendas que la siguen y seguirán acompañando. Con la boca escalofriantemente abierta, se perciben y cuentan el número de dientes, no le faltan las uñas de los pies y de las manos, el bigote, barbas y cabello, que en tiempos recientes precisaba que de vez en vez un barbero devoto ejerciera su oficio en imagen tan sagrada, por lo que algunos llegaron a pensar que tal relicario podría ser un cadáver momificado.
En los altares laterales del recinto en el que se venera la imagen, con la riqueza de su baldaquino, columnas góticas y salomónicas y pandillas de ángeles, toda la Corte Celestial está representada con majestad y largueza. También lo están el Antiguo y Nuevo Testamento en sus más representativos personajes, santos o no tanto, así como representaciones de las tentaciones con sus diablos, y las Sibilas, entre la que misteriosamente sobrevuela un ave que sonoramente pronuncia la palabra “Silencio”. La Virgen está representada profusamente en variedad de advocaciones.
Fuera de la capilla, pero adjunta a la misma, destacan el lienzo de la Virgen del Pópulo, de la Quinta Angustia y el sepulcro del obispo Pérez Mariño, quien, por obispo, al igual que acontece en otras catedrales, espera la ”resurrección de la carne y la vida perdurable” , Amén.
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