David López Royo Lo sencillo de un proyecto
La sencillez no está reñida con audacia ni es contraria a buscar los recursos necesarios para que el proyecto pueda cumplir con los fines deseados. Cada proyecto debe de encontrar los canales apropiados para establecer los puntos de apoyo más adecuados y pertinentes
Hay que reconocer que los grandes proyectos siempre empiezan con sencillez y esto se debe a que las personas que los ponen en marcha se mueven por intereses nobles, buscan alcanzar una meta que como objetivo tenga el poder ayudar a cuantas más personas mejor.
La sencillez no está reñida con audacia ni es contraria a buscar los recursos necesarios para que el proyecto pueda cumplir con los fines deseados. Cada proyecto debe de encontrar los canales apropiados para establecer los puntos de apoyo más adecuados y pertinentes.
Ser sencillo no es vivir escondido, no es ser retraído, no es mirar hacia otro lado cuando los problemas aparecen. Ser sencillo supone forjarse en las dificultades y, sobre todo, tener una visión de un mundo que debe alcanzar la justicia.
Cada proyecto iniciado tendrá que ir adaptándose a las circunstancias y a los tiempos, porque la realidad de los acontecimientos y el paso del tiempo se encargaran de corregir todo aquello que no es esencial ni necesario.
Construir un proyecto conlleva empeño y constancia porque sin éstos no será posible que perdure en el tiempo. Se precisa de emprendedores que ponen lo mejor de sí mismos y esto es posible porque su corazón es noble y porque su cerebro busca hacer el bien.
Lo sencillo se halla en cada persona que decide comprometerse para desarrollar un proyecto que pueda ser útil y dar un servicio a la sociedad. Esto significa que el proyecto estará sustentado en valores fuertes y seguros.
Emprender supone contar con personas que tienen al interno de sí mismas valores, porque esto hace posible construir proyectos que busquen instaurar la riqueza social. Son valores que ayudan a superar la exclusividad de la riqueza económica promoviendo una riqueza que, además de económica, tenga a las personas como eje central de la rentabilidad. Se trata, hablando en términos económicos, de un porcentaje de parámetros sociales y humanos que busquen un estado de bienestar justo. Lo sencillo tiene que ser el trabajar en esta dirección.
Lo sencillo supone huir de las modas y de lo que se lleva, hay que alejarse de todo lo que es meramente instrumental. Lo sencillo es trabajar con esfuerzo y dedicación. Lo sencillo es construir un presente que sustentará un futuro. Lo sencillo no es huir de los problemas porque lo sencillo tiene que ser buscar soluciones.
La sencillez de los emprendedores es amar inmensamente el proyecto que han decido poner en marcha, es creer en lo que desean desarrollar y sobre todo es entregarse con pasión para seducir con su testimonio al mayor número de personas.
El emprendedor que tiene un espíritu sencillo no se esconde, al contrario, trata de transmitir solidez, energía y gozo. El emprendedor tiene que ser el testimonio más solvente del proyecto.
San Ignacio de Loyola era per se el vivo ejemplo del proyecto que había emprendido cuando decidió seguir a su nuevo Señor y caminar hacia Tierra Santa; si bien el tiempo y las circunstancias lo condujeron hacia caminos inesperados. Caminos que, sin embargo, lo forjaron y lo adiestraron para desarrollar un proyecto con valores sólidos y convincentes, al que se unieron personas de diversos rangos sociales; personas que se dejaron inundar por lo que transmitía con sencillez y sabiduría el nuevo gentil hombre en que se había transformado Iñigo (San Ignacio de Loyola).
En un encuentro que tuvo con Luis Vives, éste, relata el libro de Pedro Miguel Lamet, al que hacía referencia la semana pasada, en sus página 272 y 273 "que Luis Vives le interrogó también por sus largos años de mendicante por el mundo y le expuso su teoría sobre los pobres.....Cuando Iñigo salió de casa, Vives, que se quedó mirando y pensativo, comentó a los contertulios, entre los que estaba su discípulo Pedro de Maluenda: - Os confieso que me ha impresionado este hombre. Tiene algo que no sabría expresar. No me extrañaría que en realidad hubiéramos comido hoy en nuestra casa con un hombre santo y que en el futuro llegara a fundar alguna congregación religiosa. Pero, por el momento, Iñigo no hacía otra cosa que caminar y caminar con la mirada clavada en el horizonte y su corazón puesto en la Providencia".
La sencillez del emprendedor conlleva una gran dimensión seductora, dado que ésta nace del corazón y de la razón bien articulada en el cerebro.
Todo emprendedor ha de enfrentarse a circunstancias complicadas porque todo proyecto que nace puede tener enemigos. Sin embargo no conviene vivir asustado; pero sí es pertinente ser muy prudente. La prudencia es un valor que da solvencia a todo proyecto nuevo que se quiera emprender.
Lo sencillo que el emprendedor tiene está avalado por prudencia que se debe ejercitar cuando los acontecimientos pueden ser un impedimento para la propia existencia del proyecto. Así tenemos a un Iñigo prudente, pero al mismo tiempo seguro en sus convicciones y principios. Nuestro autor lo relata de la siguiente manera "Iñigo asistía asombrado a estos acontecimientos que inflamaban a Europa porque aquello años. Pero se calló como mudo, no se pronunció sobre ellos, quizás porque tenía ya experiencia de inquisidores. No era raro que investigaran también sus Ejercicios, acusado como siempre por sus enemigos.......Sobre este tema de los procesos existe una carta que Ignacio llegaría a escribir años después a Juan II de Portugal desde Roma en la que, tras recordar persecuciones de su vida anterior por si -llegaran a oídos de vuestra alteza, algunas cosas por mí pasadas- "
Lo sencillo de un proyecto comporta hacer acopio, en nuestra mente y en nuestro corazón, de las experiencias tenidas; pero sin que éstas marquen de forma negativa el proyecto que se haya emprendido.
Iñigo -San Ignacio de Loyola- caminante de caminos sabía que detenerse en un presente sin una perspectiva de futuro no le ayudaría a culminar su sueño; por esta razón su día a día era ser un líder lleno de sencillez. Era ésta su firma, así de manera sencilla constituyó el nombre de lo que sería después la estructura de un proyecto cargado de ilusión y de esperanza. El nombre de la Compañía emergió de manera sencilla pero cargado de simbolismo. Miguel , Lamet nos lo relata de la siguiente manera " -Pasaremos, pues, el invierno en esas universidades. En primavera nos reuniremos en Roma para tomar nuevas decisiones, -determino Iñigo. De pronto Broët preguntó: -Pero ¿qué responderemos si nos preguntan en esas villas a qué grupo o congregación pertenecemos? No era un tema baladí. En el nombre va mucho de la esencia de toda la realidad. El nombre es importante. Pasaron unos intensos días de oración para buscarlo. De pronto los ojos del fundador se llenaron de luz. -Como no tenemos otra cabeza ni otro superior que a Cristo y a él solo deseamos servir -respondió Ignacio-, si alguno nos pregunta, le diremos que pertenecemos a la Compañía de Jesús".
Lo sencillo de un proyecto es realizar un camino que, si bien puede tener infinidad de barreras y dificultades, debe de ser concluido. Lo sencillo no huye nunca de las dificultades. Un líder debe de tener mesura; pero también aplomo y convicción. San Ignacio lo demostró un vez más. Lamet lo recoge en su libro en la página 380: "Por el mes de junio consiguieron con gran alivio arrendar una casa junto al Ponte Sisto. Pese al destierro de Landívar, los intrigantes curiales no se habían quedado contentos y seguían erre que erre con sus maquinaciones. Siempre pertinaz y testarudo, Ignacio no cejó y demandó a los curiales ante el cardenal legado y el gobernador....los amigos de Ignacio le dijeron que no siguiera adelante con sus demandas. Pero él pensaba que el escándalo estaba hecho y había que reclamar sentencia escrita pues estaba en juego el porvenir de la Compañía".
Emprender supone apuntalar bien un proyecto desde la sencillez. Se trata de un valor esencial al que no se puede renunciar. Es tener una perspectiva que afiance un buen trabajo en equipo con un liderazgo compartido. San Ignacio de Loyola al elegir el nombre, a través de una respuesta sencilla pero cargada de simbolismo, puso en marcha a un grupo de personas que se sentían lideres porque pertenecían a una estructura con visión universal, animada por un gentil hombre que hizo de su experiencia la mayor expresión de sencillez que una persona puede tener; así "en Roma, sentado en su despacho frente a los primeros papeles de su fundación, Ignacio de Loyola va a transformarse de peregrino en sedentario, de buscador en fundador, de soldado en estratega, de compañero y hermano en jefe inspirador de todos".
La sencillez está en el corazón y en el cerebro que la razona, y ésta se pone en marcha a través del día a día de nuestras vidas.